Te Quiero Como Eres romance Capítulo 509

Acurrucada en el sofá, Alba miró repetidamente el mensaje que Micaela le había enviado. ¿Cuánto tardaría en exacto?

Suspirando, dejó el teléfono y se abrazó a la muñeca Baymax que tenía a su lado.

Era una muñeca comprada por Ernesto, muy grande y y suave de sostener.

Había regalado muchas cosas a ella. Aparte de unas ropas y los productos para el cuidado de la piel que ella había traído, todo lo que había en la habitación fueron comprado por él. Y de esta forma, la habitación fue decorada al estilo princesa poco a poco...

Nunca había pensado que Ernesto la dejaría, pero últimamente este pensamiento se le ocurrió de vez en cuando. ¡Era cierto que el amor hacía sensible a la gente!

Se odiaba a sí misma así. ¡Si no pudo escuchar una respuesta satisfactoria hoy, ella golpearía a Ernesto hasta lograrla!

Pensando así, se sentía un poco mejor.

Oyó que alguien abría la puerta.

Alba se levantó emocionada, se dio la vuelta y corrió con prisa hacia allí.

La voz de Ernesto llegó antes de que entrara él.

—Querida novia, ¿no vienes a recibirme?

Alba se detuvo y estalló en lágrimas. Estaba completamente segura de que por fin volvió el cabrón que la amaba y la mimaba.

Después de cerrar la puerta, Ernesto se dio la vuelta. Alba se acercó rápidamente y se lanzó directamente entre sus brazos cuando Ernesto apenas los extendió, y casi le empujó al suelo.

—El novio quiere que la reciba, ¿si?

Alba preguntó.

Ernesto la abrazó fuertemente con gran satisfacción.

—Bueno, he percibido la sinceridad de mi novia al darme la bienvenida a casa.

Alba levantó la cabeza y lo miró.

—No, aun no termino, suéltame.

Ernesto levantó las cejas y la soltó lentamente. Y Alba le dio inmediatamente un puñetazo en el estómago!

—¡Ay!

Ernesto se cubrió el estómago y se agachó gritando por el dolor.

Alba todavía no le parecía suficiente, entonces siguió golpeándolo. Ernesto corrió por toda la habitación cubriéndose el estómago, y finalmente se cayó en el sofá.

—Me intimidas, todos los días trabajas hasta tarde y no me preparas comida, no me llevas al trabajo, no me cuidas y me ignoras...

Tumbada en el sofá, Ernesto miraba a Alba contento, dejándola hacer lo que quisiera. Salvo del primer puñetazo, ella no utilizó toda su fuerza posteriormente...

La agarró del brazo y la tiró con tanta fuerza que ella se cayó encima de él.

—Cariño, lo siento.

El corazón de Alba se detuvo un instante...

Ernesto la estrechó con más fuerza.

—No volveré a actuar así, haré lo que tú quieras.

—¿De verdad?

Ernesto la miró y dijo seriamente:

—De verdad.

Alba no dudó en enumerar las demandas:

—¡Ya no puedes hacer horas extras en el futuro!

—De acuerdo.

—Tienes que prepararme comidas y no repetirlas durante una semana!

—Está bien.

—Debes llevarme y recogerme del trabajo todos los días. ¡No puedes ignorarme, y tienes que escucharme con atención y siempre obedecerme!

—Vale.

La molestia que Alba había sufrido en los últimos días fue eliminada poco a poco, y sustituida por la felicidad.

Ella levantó la mano y le acarició la mejilla con la voz más suave.

—Además, tienes que venir a abrazarme, besarme y hacerme fotos de vez en cuando como solías hacer.

Ernesto se dio cuenta de algo, enderezó el cuerpo y apretó la frente contra la suya, luego dijo en voz baja.

—Cariño, a partir de ahora solo giraré a tu alrededor. No volveré a hacer horas extras. Voy a llevarte y recogerte del trabajo todos los días, y prepararte comidas ricas. Jamás te descuidaré y ignoraré. Haré todo lo que digas y siempre te obedeceré. Te besaré siempre que tenga la oportunidad, como ahora.

Le apretó la nuca y la besó en los labios...

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