Micaela no pudo evitar derramar lágrimas mirando el vídeo.
«Están tan enamorados y han experimentado tantas cosas y han tenido tantos buenos recuerdos juntos, ¿pero aun así no se puede superar esa ceguera facial?»
Al llegar al Barrio Fanslaño, Carlos aparcó el coche, se bajó y le abrió la puerta para Micaela, la cogió en brazos y le consoló:
—Cariño, no llores más. ¿Cuántas lágrimas has derramado hoy? ¿No sabes que me angustia cuando te veo llorar?
Micaela se sonrojó ligeramente y trató de contener sus lágrimas.
Después de estar con Carlos, Micaela se volvía vuelto cada vez más sentimental, probablemente porque sabía que lo tenía a este hombre que le amaba cerca, por eso daba riendas sueltas a sus emociones.
Alba también se bajó del coche, algo aturdida.
Ella realmente amaba a ese hombre, pero al final lo había olvidado por completo sin tener ni un rastro de recuerdo de él.
Alba echó una mirada a Carlos, quien tenía a Micaela en sus brazos, y se dijo a sí misma mentalmente:
«Al principio, Ernesto debía de ser una forma mía de olvidar a Carlos, pero inesperadamente, me enamoré de él y luego me olvidé de él...»
Los tres subieron las escaleras con sus propios pensamientos.
Micaela sentó a Alba en el sofá y le empezó a contar los momentos que ella había tenido con Ernesto, especialmente la peligrosa experiencia del atentado de la Nación Catyblaca.
Alba sí recordaba esa explosión, pero solo a Carlos, y su apuesto rostro lateral cuando desactivaba la bomba.
Tras una larga narración, Micaela se quedó un poco abatida al ver que Alba seguía sin recordar en absoluto a Ernesto y se preguntó cómo estaba Ernesto ahora.
Mientras ella estaba meditando, Carlos salió del estudio y les dijo:
—Vengan conmigo y echen un vistazo.
Micaela, un poco confundida, se llevó a Alba con ella y entró en el estudio del hombre.
Carlos se agachó ligeramente e hizo un clic en su ordenador, luego se puso al lado de Micaela.
Alba reconoció de inmediato que eran ella y el Ernesto que le había estado molestando en el aeropuerto, no, eran dos Ernesto. El que acababa de ver en la foto caminaba a su lado, pero de repente aparecieron unos hombres hábiles con traje negro y uno de ellos le tapó la boca y la nariz a Ernesto por detrás con un pañuelo, y otros dos se lo llevaron a rastras.
No había gente en el aeropuerto y los que pasaban por allí vieron la escena y huyeron corriendo por el temor de meterse en problemas, por lo que Ernesto fue arrastrado por aquellos hombres a la fuerza.
Carlos puso en pausa el vídeo, amplió la imagen, y volvió a reproducirlo ralentizando. En el vídeo, Ernesto trató de zafarse a duras de la presa de los hombres, con los ojos llenos de rabia e inquietud, preocupado de que Alba se dejara engañar por ese hombre disfrazado de él. Sin embargo, debido al efecto de droga en el pañuelo, él perdió la fuerza poco a poco y desapareció de la vigilancia.
Micaela se tapó la boca y le volvió venir el impulso de llorar.
«Ernesto ama tanto a Alba, a tal grado de que todavía pensaba en ella, aunque él mismo estaba en peligro...»
Carlos cogió a Micaela en brazos y la llevó fuera.
Alba miró la imagen y sintió una punzada aguda e inexplicable en el corazón. Le dolió mucho y sintió que algo estaba a punto de brotar, pero aún faltaba algo...
Fuera del estudio, Carlos miró a Micaela, la besó en la frente y le dijo:
—Mica, ve a arreglar una habitación para Alba. Voy a hablar con ella.
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