—Nosotros ya nos vamos —Estefan miró a Dantalian de reojo—, supongo que Bael no se tardará en venir.
—Ve sin problemas —Auguste se terminaba su café—, estaré aquí con ellos. Aunque tengo que trabajar un buen rato en mi oficina.
—Yo debería retornar a Corea —Joon se limpiaba con una servilleta de tela—, mis asesores me asesinaran por volver a desaparecer sin avisar. Los sabios de la manada casi me crucifican cuando nombre a mi hermano como mi beta, ahora me molestan por pasar más tiempo aquí en el Reino que en mi país.
—Gracias a la diosa luna tengo el gran proyecto que necesito trabajar aquí en el Reino —sonrió Auguste—, o si no también estarían molestándome porque su alfa esté aquí que en su manada.
—Te llevo ahí siempre —gruño Estefan—, así que no se quejen.
Estefan y Joon se despidieron de Auguste, Gunnar y Dantalian, seguidamente salir al jardín para desaparecerse. Auguste le dijo a Gunnar que estaría en su despacho y que le avisara si Bael y Jessy aparecían.
Gunnar llevaba a Dantalian a su habitación para hacer algunos dibujos con él o leer un poco cuando el estómago de Gunnar sonó.
—Oh dios santo —Gunnar se estremeció—, creo que algo del desayuno me cayó mal.
Dantalian soltó una carcajada cuando Gunnar corrió al baño.
—¡Ve a tu habitación y espérame ahí! —lloriqueo Gunnar.
Dantalian siguió riéndose un buen rato hasta que se dispuso a ir a su habitación, se quedó estático al recordar que solo tenía colores, pero no pinturas. Tenía ganas de usar pinturas, en la manada solían hacer pinturas con cosas naturales ya que no podían comprarlas, pero pensó que, si su tío podía comprarle tantos juguetes, seguramente podía comprarle pinturas.
Así que empezó a buscar el despacho de su tío Auguste. Cuando la encontró, la abrió despacio asomándose con cuidado. Vio a su tío Auguste hablando por teléfono.
—Si, ellos se fueron ayer —Auguste asintió—, Estefan lo sabía, pensé que tú serías el primero en… bueno Liam, yo no tengo la culpa de que tus subordinados olviden que lo son…
Dantalian se interesó en escuchar un poco más.
—Si, el pequeño Dan está muy bien —siguió Auguste—, lo estoy cuidando mientras Bael está ocupado mordiendo a su mamá.
Dantalian frunció el ceño
¡¿Ese hombre estaba lastimando a su mamá?!
—Sabe la diosa que cosas le estará haciendo a la pobre Jessy y no quiero pensar en eso que me da asco —Auguste hablaba sin darse cuenta quien escuchaba—, me dijo algo de la casa en medio del bosque… si, supongo que se refiere a esa. Está alejada y me contó que casi nadie se pasa a visitarla con regularidad, es un lugar ideal para que no les molesten.
Dantalian volvió al pasillo muy molesto.
¿Por qué ese hombre estaba lastimando a su mamá? ¿Por qué se fue sin decirle nada?
El pequeño fue a la cocina, buscó un cuchillo grande y salió por la puerta de la cocina que llevaba al patio. Miro al bosque y corrió hacia él. Su tío mencionó que su mamá y ese hombre feo estaban en una casa en el bosque, así que los buscaría ahí.
Corrió para poder alejarse más de la casa y empezó a adentrarse al lugar, los árboles eran diferentes a los que vio por su manada, estos eran más grandes y sus hojas eran diferentes.
Avanzó bastante rato sin encontrar una casa en medio del bosque, se empezó a preguntar qué tan lejos estaba esa casa cuando escucho algo o alguien.
—¿Por qué esto pesa tanto? —un niño rubio y que parecía de la misma edad de Dantalian jalaba un carrito—, no debí comprar todo al mismo tiempo.
Dantalian se quedó estático con cuchillo en mano.
El niño parecía llevar grandes pirotécnicos, Dantalian vio unos cuando hubo un festejo en la manada, pero le habían dicho que los niños pequeños no podían tocarlos.
Ese niño llevaba muchos más de los que utilizaron en su manada. De pronto Dantalian tuvo una idea.
—Hola —se acercó algo nervioso.
El niño paró de jalar su carrito y miró a Dantalian como si este fuera un bicho raro, después vio su cuchillo.
—¿Eres un asaltante? —preguntó el niño—, ¿Vas a atacarme para después robarme?
—No —Dantalian frunció el ceño y después negó con la cabeza—, quería preguntarte si conoces alguna casa en el bosque y donde está.
El niño entrecerró los ojos.
—Hay muchas casas en el bosque —empezó a decir—, tendrás que decirme algo más, ¿De quién es la casa?
Dantalian se sintió desesperado.
—Ese hombre… bueno dicen que es…¡Tiene a mi mamá! —lloriqueó Dantalian—, ¡Va a lastimarla!
El niño volvió a mirar el cuchillo.
—¿Vas a defenderla con eso?
Dantalian asintió.
El niño suspiró y sujetó uno de sus cohetes.
—Si alguien atrapara a mi mamá le explotaría la casa —dijo con una sonrisa maliciosa—, ¿Sabes cómo se llama?
Dantalian hizo memoria.
—¿Balel? —Dantalian siempre le llamaba hombre monstruo o hombre malo—, ¡Es un príncipe!
El niño abrió mucho los ojos.
—¿Cómo te llamas?
—Yo me llamo Dantalian.
—Yo Haniel —dijo el niño rubio señalándose a sí mismo—, ¿No será Bael a quien buscas?
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