En lugar del tajo de un bisturí, escuché un papel. Abrí un ojo y eché un vistazo. Había una hoja de papel en la mano de Roberto. La miré bien: era el borrador de los papeles de divorcio que habíamos escrito. ¿Qué intentaba decirme? ¿Planeaba divorciarse de mí? Eso parecían ser buenas noticias. Sin embargo, mi felicidad fue momentánea. Vi que Roberto tomaba el documento por las puntas y lo desgarraba violentamente hasta que quedaron dos pedazos. Lo miré enmudecida. Mi cerebro parecía haber dejado de funcionar en cuanto entró a mi oficina. Ahora parecía una completa idiota.
-¿Por qué hiciste eso? -le pregunté estúpidamente.
-No me importa si lo que hiciste fue para obligarme a divorciarnos. Te lo digo ahora mismo: el contrato entre nosotros ha quedado nulo.
-¿Qué? -dije.
—Digo que no vamos a divorciarnos en seis meses.
-¿Qué?
-Digo que el poder de divorciarnos está en mis manos. Si yo no quiero, nos quedaremos casados por el resto de nuestras vidas.
—¿Qué? -volví a preguntar como estúpida.
Miré los jirones de papel que flotaban hacia mis pies. Apenas entendía lo que estaba pasando. Probablemente Roberto intentaba vengarse. Sabía que yo quería divorciarme. Esto se trataba de frustrar mi deseo. Sin embargo, eso no era importante. Todo podía solucionarse mientras no intentara asesinarme. Podríamos hablar sobre el divorcio en otra ocasión.
¿Esto significaba que iba a perdonarme mi miserable vida? Era probable que no fuera a dejarme ir así de fácil. Ahora todos lo sabían. ¿Esto iba a afectar su reputación?
¿Tendría que sacarse de la manga algún truco publicitario? ¿Por eso decidió no seguir adelante con el divorcio? ¡Necesitaba una señora Lafuente que lo ayudara a mantener las apariencias!
Por fin mi mente logró volver a funcionar. Comencé a pensar qué debía decirle a Roberto y cómo podíamos evitar que este asunto se saliera más de control. Si era necesario, me ofrecería como tributo. Podríamos fingir que éramos una pareja amorosa. No es que creyera que sería buena idea, pero, ya que todo el mundo estaba enterado, él debería aprovechar la oportunidad para hacer un anuncio formal.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, su teléfono sonó. Después de verlo, frunció el ceño de inmediato. Yo también eché un vistazo. Era su padre. Seguramente llamaba a causa de lo que había salido en las noticias. El padre de Roberto le llamaba para interrogarlo. Le expresé mi más sincero apoyo. No obstante, no había nada que pudiera hacer. Tomó la llamada y comenzó a hablar frente a mí.
-Hola, papá. Estoy libre. Lo sé.
La llamada fue corta. Colgó pronto. No supe qué le había dicho mi suegro al teléfono ni me atreví a preguntar.
—No te quitaré más tiempo. Voy a...
Antes de que terminara de hablar, Roberto me jaló hacia la puerta.
-¿Qué haces, Roberto?
—¿Qué crees que estoy haciendo? Toda mi familia quiere interrogarme. Tú fuiste el cerebro detrás de esta farsa, ¿vas a quedarte sentada en una esquina a mirar?
-Yo no tengo nada que ver en esto.
Me jaló por la puerta y me miró con frialdad.
—¿Estás segura?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama