Bastarda, esa era una palabra horrible, mi madrastra siempre había sido una doble cara, nunca había dicho tales cosas cuando mi padre seguía vivo. Podía caerle mal, pero siempre guardó las apariencias frente a mi padre, pero con él muerto, ella enseguida mostró sus verdaderas intenciones. Me apresuré a mi habitación sin escuchar lo que Silvia le respondió a su madre, fui hacia mi cama y me recosté. Mi mirada se posó en el florero que estaba sobre la mesa de centro, tenía unos tulipanes, mi flor preferida. Mi padre debió encargarse de ello, él hacía que los sirvientes colocaran mis flores favoritas en mi habitación, a pesar de que yo rara vez estaba en casa, pero no sucedería de nuevo.
La soledad permitía que la tristeza poco a poco se apoderara de una persona, era como si estuviera recostada sobre un arroyo, comencé a sentir que una gran tristeza me abrazaba y se manifestaba en mi rostro. Cerré los ojos y después oí a alguien abrir la puerta de mi habitación, acercarse, sentarse en el borde de mi cama y tocar mi rostro. Abrí los ojos, era Abril.
-¿Estabas dormida?
—No. —Negué con la cabeza, ¿Cómo podía dormir con tanta facilidad cuando mi padre acababa de fallecer? No era una desalmada.
—Isabela, las cosas no andan bien —dijo con el ceño fruncido lo que provocó que se le arrugara la frente.
—¿Qué ocurrió?
-Tu madrastra está sacando a relucir sus verdaderas intenciones ahora que tu padre ya no está. ¡Ayer quiso echarte de la casa!
-Mmm. -Titubee con desánimo-. Yo solo quiero asegurarme de que el funeral de mi padre se lleve a cabo sin problemas.
-Escúchame -Se hincó frente a mí, tomó mis mejillas entre sus manos mientras me miraba preocupada—. Mi madre vino esta mañana, habló conmigo por un rato y lo que me dijo me abrió los ojos.
-¿Qué es lo que te dijo?
-Dijo que debes luchar por lo que te pertenece cuando lidias con alguien como tu madrastra. Ellas estarán agradecidas por tu bondad solo porque no te defiendes.
-No les estoy pidiendo su gratitud.
-Me volverás loca uno de estos días. Entonces, ¿estás segura de que no eres la verdadera hija de tu padre? ¿Entiendes que si tu madrastra te echa de tu propia casa y se niega a reconocerte como un miembro de la familia Ferreiro también perderás tu lugar dentro de la familia Lafuente?
—De todos modos, nuestro matrimonio es una farsa. Él quiso casarse tan solo por un arranque y yo accedí porque mi padre así lo quiso.
Me giré y le di la espalda a Abril, pero ella me giró de nuevo y me tomó de los hombros con ambas manos mientras me miraba con molestia.
—Isabela Ferreiro, estás a punto de ir a la guerra. Cuando tu papá todavía estaba aquí te podía proteger, pero ahora que ya no lo está, tienes que protegerte a ti misma.
Abril en verdad estaba molesta, tenía los ojos llorosos.
Sabía que a ella solo le interesaba mi bienestar, me senté y le di unas palmadas en la mano.
—Lo sé, relájate.
—Isabela, mira la situación en la que te encuentras ¿Sabes por quién está siendo cautelosa tu madrastra en estos momentos?
Negué con la cabeza.
-No.
Dio un pisotón por la desesperación.
—Usa la cabeza, es Roberto ¿Quién más podría ser?
Tan solo el mencionarlo me hizo recordar el tazón de fideos que me había preparado anoche.
—Cierto.
—¿Qué quieres decir con eso? Isabela, ¿qué te parece esto? Ve y búscalo en este momento, con seguridad lo encontrarás en el jardín.
—¿Por qué tendría que ir a buscarlo? Tú fuiste la que me dijo que durmiera un poco.
-Tenemos que hacerle saber a tu madrastra, a Laura, a Silvia y a todas esas personas desagradables que tu relación con Roberto ya no es tan ordinaria como aparenta, eso hará que sean más cautelosos contigo.
-Mi relación con Roberto no es muy íntima.
-¿Acaso no han tenido relaciones? -preguntó en voz muy alta.
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