—Le sacaron las fotos los paparazzi mientras me compraba unas toallas sanitarias. Me matará cuando regrese y me vea.
-Tú no les pediste que le tomaran esas fotos.
—Pero es mezquino y tiene mal genio —repuse, me dejé caer al sofá y me quedé quieta.
-Pero Roberto te compró toallas sanitarias. Supongo que esta es una de esas cosas que sólo te toca presenciar cuando has vivido lo suficiente.
-Por ahora yo viviré el momento. ¡Cada minuto cuenta! -contesté.
De pronto recordé cómo había bajado las escaleras conmigo en brazos cuando pensó que había abortado. La sangré había abandonado su rostro por completo y se había visto como si hubiera entrado en pánico. Siempre parecía tranquilo e insensible a la presencia de los demás El pánico que lo había asaltado la noche anterior y la loca conclusión a la que había llegado sin pensarlo me aturdieron.
Abril me empujó levemente.
-¿En qué piensas? Pareces absorta.
—Oh. —Levanté la mirada, distraída—. Todavía no me lavo los dientes. Y tengo hambre.
-Nuestra cocinera hizo caldo de hueso. Le diré que prepare otras cosas para ti.
—Iré a lavarme los dientes.
-Está bien, sube y gira a la izquierda. El primer cuarto es el tuyo. Te lo guardamos.
A veces me quedaba a dormir en la casa de Abril cuando era niña y ese siempre había sido mi cuarto. Me refresqué y luego me puse una pijama cómoda. Cuando bajé, la señorita Soto había puesto un plato de caldo de hueso y algunas guarniciones en la mesa. Era del sur del país y sabía preparar toda clase de alimentos en escabeche; añadía pepinillos y un puñado de chiles preparados al caldo y lo convertía en un platillo dulce y delicioso. Comí feliz. Abril solía decir que la causa de la depresión muchas veces era el hambre y que había pocas cosas en este mundo que no se resolvían con una buena comida. Estaba a punto de comenzar mi segundo plato cuando el teléfono empezó a sonar. Miré hacia abajo y palidecí. Era Roberto. No podías escapar de la muerte después de todo. Le eché una mirada a Abril.
-¿Podrías contestar y decirle que estoy enferma?
-Está bien, pásame el teléfono —respondió, lo tomó y contestó. Las bocinas de mi teléfono eran potentes, pude escuchar a Roberto desde donde estaba sentada.
—Isabela —su voz surgió del teléfono cual salida del infierno. Era como el dios de la muerte que venía a cosechar mi alma.
—Roberto -gritó ella—, Isabela está enferma. Está dormida.
-No me importa. La desentierras, aunque esté muerta — dijo en tono espeluznante.
-De verdad está enferma. No tienes corazón.
-Dile que sé que está en tu casa. Si no contesta enseguida, iré yo de inmediato.
Tomé el teléfono de manos de Abril y lo presioné contra mi oreja.
-Soy yo.
—Isabela —dijo fantasmal.
—Sí, aquí estoy.
-Debo ir a una fiesta en yate y vendrás conmigo.
-¿Qué?
No mencionó nada sobre las fotografías. En lugar de eso, me hablaba de una fiesta en yate. Por un momento quedé anonadada.
-Arréglate un poco. Le diré a alguien que te lleve ropa si no tienes nada apropiado. Te recogerán a las diez. El evento durará dos días.
Y colgó antes de que pudiera procesar lo que acababa de decir. Miré a Abril con una expresión perdida en el rostro.
-¿Qué dijo el diablo? -preguntó.
-Me ordenó que fuera con él a una fiesta en yate. ¿Qué es eso?
-Básicamente, algunos riquillos sacan sus yates y hacen la fiesta. A lo mejor se consiguen a un grupo de modelos para que los acompañen. Es sólo otra fiesta ostentosa, sólo que «fiesta en yate» suena mejor.
—¿Debo usar traje de baño?
-Esto depende de ti, aunque sí debes llevar algo descubierto.
-Pero tengo el periodo, ¿cómo voy a hacer eso?
—¿Estará haciéndolo a propósito? Llevarte al mar cuando sabe que tienes tu periodo. Le daré una buena regañada cuando se vuelva a aparecer.
—Ahórratelo -dije yo. Justo cuando me preocupaba sobre qué ponerme, me llamó Santiago. Sonaba amable al teléfono.
-Señorita Ferreiro, le enviaré algo de ropa.
-No hay necesidad. Yo... -Quería decirle que estaba en una situación delicada y no podía ir a la fiesta, pero luego recordé lo difícil que podía ser Roberto. En realidad, no era necesario complicarle las cosas a Santiago-. Usaré algo de Abril.
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