Aleckey camino despacio hacia Minesa, quien yacía dormida. Tenía sus labios entreabiertos, su cabellera se extendía por toda la almohada, sus manos las tenía sobre su vientre y sus hermosos ojos eran cubiertos por sus largas pestañas.
Un ángel.
Tan hermoso.
Tan único.
Tan especial.
Su Minesa.
Su reina.
Su todo.
Se recostó al lado de su amada, abrazo su delicado cuerpo y callo dormido.
(...)
Minesa peinaba su cabellera bajo la atenta mirada de Aleckey, él no dejaba de observarla.
Ella levanto la mirada encontrándose con la de Aleckey en el reflejo del espejo, él sonrió con ternura y ella agacho la mirada sonrojada.
Toc toc
El golpeteo en la puerta lo saco de su trance, con elegancia se levantó de la cama y hablo.
-Adelante – susurro Aleckey. Se acercó a Minesa quien yacía en el tocador sentada peinándose, beso su cabeza y sonrió.
-Lamento interrumpir mi rey, pero venia avisarle que su primo Leopoldo partió hacia el castillo de Don Felipe hace una hora. Y dejo este sobre para usted – un guardia hizo reverencia antes de acercarse y entregar el sobre Aleckey.
-Puedes retirarte – susurro Aleckey
El guardia hizo reverencia y salió de la alcoba real.
Aleckey miro preocupado el sobre, sentía algo extraño, no quería abrirlo, pero tenía que hacerlo.
Guardo el sobre en el bolsillo de su camisa.
-Ven mi amor, vamos a tomar desayuno - susurro delicadamente Aleckey. Extendió su mano y Minesa tomo de esta, ambos bajaron hacia el comedor donde un delicioso desayuno los esperaba.
Ambos tomaron asiento, pero Aleckey antes de sentarse ayudo a Minesa a que se sentara.
Erthe, Darkuk, Minesa y Aleckey eran los únicos en el comedor.
Había un silencio incomodo, cada uno perdido en sus pensamientos, no sabían que decir.
Minesa arrugo su nariz, sentía asco.
Sus fosas nasales captaron un olor putrefacto.
Aleckey se percató de lo sucedido y pregunto.
-¿Qué ocurre Minesa? – tomo la mano de su amada y la miro preocupado – Minesa – susurro
-¿Le pasa algo a mi hija? – pregunto Erthe mirando la escena
-No sé, esta pálida – Erthe se levantó de su asiento y se encamino hacia su hija. Toco su frente intentando encontrar razón alguna de la palidez de su hija.
-Hija mía, ¿qué tienes? – pregunto Erthe lleno de preocupación.
-¡Esmeralda! – grito fuertemente Aleckey. Rápidamente llego una mujer de cabello corto, regordetes brazos y una mirada amable.
-¿Qué ocurre mi niño? – pregunto Esmeralda
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