Unidos por la abuela romance Capítulo 7

Gerard se subió al Rolls Royce y, con voz ronca, ordenó: "No olvides traer el coche nacional que compré."

Era una fachada para engañar a su esposa. ¿Cómo se llamaba su esposa de nuevo?

"Ah, sí, ¿cómo se llama la señora?"

Gerard entonces buscó con pereza su licencia de matrimonio. Oh, probablemente Mariaje no se la devolvió después de que se la mostró. De todos modos, la licencia de matrimonio no estaba con él.

El guardaespaldas respondió: .".. La joven señora es Celestia Rubio. Este año cumple veinticinco años. Tal vez sea la información que usted necesita."

El Sr. Gerard tenía una memoria excepcional, pero cuando se trataba de personas que no le agradaban, las bloqueaba.

Esto era especialmente cierto con las mujeres. Probablemente no sabría el nombre de la dama aunque se encontraran todos los días.

"Ah, sí. Gracias."

Gerard respondió de manera despreocupada.

A juzgar por el tono de Gerard, el guardaespaldas sabía que le dio pereza recordar el nombre de la joven señora.

Negándose a malgastar más células cerebrales en Celestia, Gerard se apoyó contra el asiento y cerró los ojos para descansar.

El viaje desde el Hotel San Magdalena hasta Compostela duró diez minutos.

Con el convoy de sedanes de lujo deteniéndose en la puerta del vecindario, Gerard procedió a conducir el MPV nacional hacia el vecindario.

Aunque no podía recordar el nombre de su novia, todavía podía recordar la propiedad que compró.

Pronto, llegó a la entrada de su casa y se fijó en un par de pantuflas familiares en la puerta. Parecían ser suyas.

¿Quién las habría tirado?

¡Tenía que ser Celestia!

Gerard se enfureció lentamente y frunció su rostro esculpido. Estaba agradecido con la chica por salvar a Mariaje al principio, pero toda esa buena impresión se perdió después de los constantes elogios de Mariaje y su insistencia en casarse con ella.

Ahora Gerard creía que Celestia era una persona conspiradora.

Aunque cedió ante Mariaje para casarse con ella, Gerard marcó límites allí. Planeaba mantener su identidad oculta después del matrimonio para conocer la personalidad de Celestia. Si Celestia pasaba la prueba, la aceptaría como su esposa para siempre.

Si descubría que era una mujer intrigante, entonces recibiría su merecido.

Nunca le iba bien a aquellos que jugaban con Gerard.

Sacando sus llaves, Gerard intentó abrir la puerta, pero su intento fue en vano. Se puso descontento cuando se dio cuenta de que la mujer le había cerrado fuera de su propia casa.

¡De su propia casa!

¡Le había dejado vivir aquí y ella lo había cerrado afuera!

Con una cara enfadada, Gerard levantó un pie y pateó la puerta. ¡Bang!

Gerard también intentó llamar a Celestia por teléfono.

Aunque Celestia se estaba justificando de esta manera, en realidad no tenía miedo de los delincuentes. Sin embargo, eso no impedía que pusiera medidas de seguridad en su hogar.

Sentado en el sofá, Gerard la miró con ojos fríos y penetrantes.

La noche era fría en octubre. No solo Celestia sintió el frío de su mirada penetrante, sino que también parecía que el invierno se había adelantado. ¡Hacía frío!

"Lo siento, Sr. Castell" dijo Celestia mientras traía sus zapatillas y las ponía a sus pies.

Debería haber llamado para preguntar si iba a volver.

Pasó un rato antes de que Gerard dijera fríamente: "Te dije que no te preocuparas por mí, pero esta es mi casa. No estoy contento de que me hayas dejado fuera."

"Lo siento, Sr. Castell. Lo siento. La próxima vez, llamaré con antelación para comprobar si vas a volver. Cerraré la puerta con llave si no piensas regresar."

Después de un breve silencio, Gerard dijo: "Te informaré cuando vaya de viaje de negocios. Estaré en casa todos los días a menos que te diga lo contrario. No me llames. Soy un hombre ocupado. No tengo tiempo para tus tediosas llamadas."

"Oh, vale." dijo Celestia.

Él podía tener la última palabra ya que este era su lugar de todos modos.

Era el jefe.

"Sr. Castell, ¿quieres algo de cena?" preguntó Celestia, pensando que como Gerard trabajaba hasta tan tarde, debía de tener hambre. Por lo tanto, preguntó por amabilidad.

"No tengo la costumbre de comer a medianoche. No quiero engordar." contestó él.