Melissa.
Aunque el sueño se me ha ido desde hace una hora, por el momento no pienso colocar un pie fuera de esta rica cama en la que estoy. El goteo permanente de la lluvia pegando a la ventana me incita aún más a cubrirme por completa con el edredón y seguir con un rico sueño.
Aunque mi cuerpo me lo pide a gritos, mi mente no para de dar vueltas a las últimas palabras de Alice.
Que fastidio.
Hoy no iré al trabajo, ya que, por acto de condolencia de Alice, me dejó el día libre para que yo hiciera —mi parte—, en la dicha entrevista que quiere de la cadena de restaurantes de Luc.
Sin embargo, no tengo pensado hacer nada, haré cualquier cosa menos eso, e inventaré una excusa hasta que logre obtener dicha petición. Así que no será hoy.
La puerta de mi habitación se abre de golpe, creando más fastidio del que tengo. Mi hermano se asoma por la puerta, entra a la habitación y se lanza por la cama, para luego apabullarme montándose encima de mí.
—¡Fuera! ¡Ahora mismo, Andrés…!
Sus brazos me aprietan con fuerza haciendo que mi enojo aumente ante la irritación.
—¡Calla y levántate! —dice volteándome de una sola estocada, y por si fuera poco comienza a darme fuertes palmadas en los glúteos.
—¡Te mataré! ¡Lo juro!
Mi hermano se levanta, dejándome respirar por fin mientras toso de forma exagerada.
Allí está lo que es en esencia, Andrés, en todo el sentido de la palabra. Bromista pesado, con una sonrisa siempre en su boca y a mi parecer bastante guapo. Mi hermano nació un poco más de cuando Sara tenía un año, las diferencias de edad son muy cortas, pero si hablamos de personalidades, parece que Sara le llevara ochenta años a mi hermano.
O a todos.
—¿Te echaron de tu empleo? —pregunta con los brazos cruzados.
—¿Por qué van a echarme? —digo acomodando mi pantalón de pijama, y ordenando mi cabello enredado por culpa del hombre aquí presente.
—Pues, allá abajo… —dice señalando—. Tienen una conversación desde hace una hora, sobre que ya estás desempleada.
Suelto un bufido y niego varias veces.
—Solo tengo el día libre, ¿Ya desayunaron?
—Sí, pero para ti ya no hay desayuno. ¡Son las nueve de la mañana, floja!
Tuerzo los ojos y me levanto de la cama empujando a mi hermano, para que salga de mi habitación.
—Me daré un baño, ¡Ahora vete! ¡Tú si quedarás desempleado si no te vas ya mismo al trabajo!
—Si me iré, bonita, pero no porque me lo pides —dice desordenándome nuevamente el cabello y saliendo por fin de mi habitación.
Andrés tiene el carácter más parecido al mío, podemos enojarnos y a los diez minutos reír como unos desesperados degenerados, ahora mismo está trabajando en una compañía de software como asistente del director general, y parece que eso lo hace feliz.
Es importante decir que es un mujeriego sin arreglo.
Luego de salir de la ducha y colocarme ropa cómoda, bajo rápidamente a buscar algo de comer, porque muero de hambre.
Exactamente como lo describió mi hermano, están mis papás «tomando quizás su quinta taza de café» hablando bajo, como si todo fuera un suspenso.
Por lo visto Sara y Andrés ya no están.
—¡Buenos días! —Anuncio al llegar a la cocina—. Y no estoy desempleada, me dieron el día libre.
—¿Día libre? —pregunta mi padre dejando su taza a un lado.
—Sí, así es….
—Nunca en todo el tiempo de tu trabajo te han dado un día libre —mamá interviene.
—No hay nada oculto mamá, solo me dieron el día libre, es todo. Ahora desayunaré y luego iré a hacer cosas, ¿vale?
Los brazos de papá se alzan como diciendo que no ha dicho nada, mientras mamá curva una ceja no quedando muy convencida. Pará ellos todo debe tener un por qué y una razón, así que pasaría horas tratando de explicar de dónde viene todo el meollo.
*
Luego de descansar muy delicioso, decido por la tarde ir a la oficina donde trabaja Erick, ya que en una hora exactamente, estará terminando su jornada.
Erick tiene una pequeña empresa de repuestos para autos de lujo. Así que aparte de su local, alquiló varias oficinas juntas para llevar un buen manejo de su negocio. A mi parecer le va muy bien.
Cuando llego, dejó una inscripción en la entrada, ya que el edificio cuenta con varios pisos de otras empresas, es algo así como un área comercial. Entro al piso que corresponde, logrando divisar al instante a la asistente de Erick, que tanto dolor de cabeza le ha dado a Maddie.
—Hola —le sonrío, mientras ella solo asiente un poco enrojecida.
«¿Será que Erick le ha dicho algo?»
—¿Puedo entrar? —pregunto mientras ella se levanta de su puesto.
—Por supuesto, creo que el señor Gibson ya está por salir.
Con su mano me hace señas para que pase, mientras doy las gracias en silencio asentando la cabeza y con una sonrisa ladeada. Cuando abro la puerta, está Erick tecleando en su portátil totalmente concentrado.
El ruido de la puerta y mis pasos lo alertan, permitiendo que su rostro se alce hacia mí. Pero en vez de sonreír, su ceño se frunce.
—¿Melissa? —pronuncia quitando sus manos del portátil y echando la silla para atrás.
—A menos que tengas otra, y se llame igual que yo.
Una sonrisa se desliza por su boca, y se levanta de forma apresurada.
—Tontina, solo no sabía que vendrías, ¿A qué se debe la sorpresa?
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