Melissa.
“No es necesario mostrar bellezas a los ciegos, ni decir verdades a los sordos… Basta con no mentir al que te escucha, ni decepcionar al que confío en ti. Las palabras conquistan temporalmente, pero los hechos… esos si nos ganan o nos pierden para siempre” anónimo.
He ido a tantos lugares, que ya no recuerdo exactamente cuántas hojas de vida he entregado. Por primera vez en mucho tiempo he caminado sin ningún rumbo, y en cierta parte, se siente… Extraño.
Así que finalmente decido por tirar las carpetas que me quedan en el asiento del copiloto y darme por vencida en el día de hoy.
Mad imprimió veinte currículos para mí, y sí, es muy exagerado.
Aún no me lo puedo creer.
Cuando entré ya en última estancia a varios sitios de periodismo, solo he obtenido la respuesta de: “La llamaremos”, por parte de las recepcionistas del lugar, así que la expresión ha sepultado más mi desánimo.
Después de manejar por unos minutos, detengo el auto frente a un “Mac Donals” y pego mi frente al volante soltando un suspiro cansino y sobre todo triste. La tarde estaba finalizando y el día había comenzado a oscurecer, ahora mismo sentía un cansancio extenuante; jamás en mi vida había ido a tantos lugares a la vez.
El estómago me cruje, apenas si pude comer algunos bocados en el desayuno ante la incomodidad que se formó en casa, y la reacción de papá. Era imposible quedarme después de esos sucesos y la verdad tampoco sabía cómo y con qué cara regresar.
Me sentía tan vacía…
Pero definitivamente tampoco tenía ganas de echarme a llorar en el auto y quejarme por todo lo que había salido mal. ¿Qué conseguiría con eso? Ya no se podía hacer nada al respecto.
Lo único que jodía en este preciso instante mi existencia y me hacía sentir como una plena mierda, era lo que estaría pensando mi mejor amigo de mí. Eso sí me hacía querer morir.
Los hechos que ocurrieron en la vida de Luc esta última semana no eran nada alentadores, de hecho, todo el mundo cotilleaba sobre su vida, él pasó a ser el hombre más comentado de todo Cambridge y yo tenía la culpa de eso.
Luc odiaba ser el centro de atención, odiaba los reportajes de cotilleo, las revistas y, sobre todo, odiaba que hablaran de la vida privada de las personas.
Y ahora de seguro me estaba odiando a mí.
A veces me entraban unas ganas inmensas por mandar todo al carajo, ir a su casa, pedir que me escuchara, resolver este conflicto, y definitivamente olvidarme de todo, pero de cierta forma lo único que me refrenaba eran dos cosas:
Mi bendita hermana.
Y mi familia.
Ellos jamás podrían cargar con esa noticia. En especial papá; las cosas que estaba haciendo Sara eras muy contrarias a lo que ellos nos enseñaron, sobre todo la falta de amor que estaba dominando a mi hermana ahora, ella parecía una persona muy diferente con la que había convivido todos estos años.
Ahuyentando mis pensamientos para no dar más cabida a mi ánimo, me bajé del auto con el hambre al mil por ciento, y si de algo estaba segura en esta vida, era que ni siquiera aún la tristeza iba a remplazar una hamburguesa doble Mac pollo, con papas y refresco.
Eso jamás.
***
La semana había pasado veloz, y tan apremiante para mí que ya en este punto estaba realmente preocupada.
No encontraba trabajo, parecía que a dónde llegara, alguien hubiese avisado anticipadamente para que no permitieran a Melissas Bakers, engañadora, destructora de su amigo, e infiel a su novio.
Le llamaremos decían…
Le llamaremos.
¡Le llamaremos!
¡Dios!
No podía seguir saliendo por la mañana y regresar en la noche hasta muy tarde, esto estaba matándome, necesitaba urgente un trabajo y a este paso, uno cualquiera.
Iba caminando por la calle por primera vez viendo los rostros de las personas a mí alrededor y el paraje de mi ciudad.
Cambridge en comparación de otras ciudades no era grande, era una ciudad antigua, pero demasiado hermosa para mi gusto, sus construcciones en su mayoría destacaban más en lo ornamental y eso hacía que, pareciera que vivieras todo el tiempo en un palacio. Era exagerada en mi descripción, pero es que realmente amaba Cambridge
Tenía de todo, ríos, lagos, zona verde extraordinaria, y museos increíbles. Pero por, sobre todo, era una ciudad tranquila. Y a mí me gustaba eso.
Después de salir de unos de los periódicos locales, había decidido caminar, y distraerme un rato. Aunque eso fue un error.
Había comprado cuál cantidad de cosas innecesarias, broches, pulseras, algunas colectas en la calle y pitones para vasos de eso que se colocan para no confundir las bebidas en la hora de un compartir.
¿La gente utilizaba eso cierto?
¿Quién compraba algo así?
¡Mejor dicho!, ¿Quién compraba cosas cuando estabas desempleada?
Cuando coloco la bolsa en el auto arrepentida, veo que mi móvil titila por notificaciones. Entonces un poco nerviosa pensando por supuesto en Luc, reviso enseguida.
“Puedes pasar por tu liquidación. Alice Sutton”
«Hola, Alice, estoy muy bien gracias por preguntar. ¡A por cierto! ¡Púdrete!»
El pensamiento me hizo reír después de todo. Teclee rápidamente: “de acuerdo pasaré enseguida” por qué iba a hacerlo y de una vez podría saludar a Mad. Debía ir rápido, porque en una hora la oficina estaría cerrada.
—Firma también aquí — Alice, sin dirigirme la mirada hablaba solo lo necesario. La oficina estaba realmente helada, tal y como a ella le gusta el aire acondicionado, aunque no era normal esa temperatura para un ser humano. Yo por ejemplo ya estaba titilando.
Luego de firmar y de obtener un cheque de su parte, me levanto dudosa si decir algo o no.
«Igual ya estoy despedida», pensé.
—Gracias por la oportunidad —digo bajo y ella desliza su mirada a mis ojos—. Siempre te estaré agradecida por confiar en mí sin tener alguna experiencia, yo…
—No querida, —me corta con cierta irritación, está molesta, realmente enojada—, no pienses que te contraté porque vi algo en ti…
Un silencio, algo doloroso para mí, trata de apretarme el pecho, porque de hecho me está doliendo su actitud.
—Como sea, gracias… —termino por decir antes de que ella prosiga.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ven... a Mí