Melissa.
El fin de semana pasó como un rayo, volví a mi rutina de trabajo dando gracias al cielo por ocuparme de las cosas que realmente debía gastarle energía.
Mi cabeza no cesaba de pensar todo el tiempo, cada hora y cada minuto sobre la supuesta dolencia de Sara. Ella había sido dada de alta el domingo por la tarde. Mis padres y Andrés fueron a verla al hospital, y cuando llegaron a casa, sus caras estaban lo bastante largas como para querer hacerles todo tipo de preguntas.
Básicamente Luc nunca quiso despegarse de ella, y Sara tampoco permitió que mis padres fueran a su apartamento a ver si necesitaba ayuda allá. Estaba convencida de que esta era otra de las cosas que Sara estaba haciendo para conquistar a Luc, y de cierta forma la aplaudía, porque en comparación a mí, yo estaba aquí, sentada, hecha una mierda, esperando que las cosas se solucionaran por sí solas.
Pero eso nunca iba a pasar.
Además ¿Por qué hay que convencer a alguien para que se quede contigo?, no quería juzgar ningún caso, pero no quería seguir los pasos de mi amiga Mad, ella forzó desde un principio su relación, trabajó cada bendito día por agradar a alguien, y no digo que esté mal, pero debe ser jodidamente agotador no ser tú mismo todos los días para que otra persona se sienta bien por una actitud fingida, y mantener una supuesta relación.
Yo no era así, y con eso no decía que no amaba a Luc, al contrario, sentía que, si él estaba mejor sin mí, de igual forma eso me hacía sentir tranquila y feliz.
Lo único que me incomodaba era la mal intensión de Sara, lo más seguro es que algo había dicho de mí para que Luc estuviera tan furioso.
Pero… ¿Cómo podía él pensar algo malo de mí?, yo no era perfecta, pero nunca haría algo en contra de mi hermana, y si él estaba pensando que yo hice algo en contra de ella, entonces no tenía sentido siquiera, seguir preocupándome por ello.
Limpié una lágrima que salió de mi ojo y le pagué al conductor del taxi cuando se detuvo.
Aspiré aire al ver la fachada de la editorial y forcé una sonrisa al ver a Ronald en la puerta. La vida a veces era buena y otras, bueno… era decepcionante, pero una jamás debe dejar de caminar ni de intentar hacer las cosas bien.
Ronald me recibió con una sonrisa como siempre, y procedí a ir directo a donde mi jefe. Aunque él no me había llamado, necesitaba saber que tenía que decir de todo el archivo que le envié ayer por la mañana.
La puerta estaba abierta como de costumbre, y él estaba ensimismado en la pantalla de su computador.
—Buenos días —saludé y entré sin esperar que me dijera que pasara.
Una sonrisa se amplió en su rostro y asintió.
—No he terminado el documento, pero lo que he leído me ha gustado —respondió—. Melissa me gustó la forma que le diste, creo que esa parte la pondré igual en la revista, ya sabes… diferentes cuadros con una foto del empresario —dijo expandiendo sus dedos como si dibujara en el aire.
El gesto hizo que me riera, y asentí.
—Podemos trabajar esta semana en esto, para que pueda ser pública la otra semana…
—Eso me parece fabuloso, es lo que quiero.
Le envié otra sonrisa y me levanté del puesto…
—¡Entonces manos a la obra! —dije casi saliendo, pero Jeremy me detuvo.
—Melissa —dijo levantándose—. De verdad quiero agradecer todo esto, has sido muy profesional y estoy encantado con tu trabajo.
Entonces de repente la imagen de Mad vino a mi cabeza y mi rostro cambió.
—¿Dije algo que …?
Cerré los ojos varias veces y negué.
—No, lo siento, es que quiero pedirle algo, por supuesto si hay la posibilidad…
Jeremy arrugó su ceño y se quedó de pie.
—Claro adelante…
—¿Puedo sentarme? Creo que me puse nerviosa… —solté una risa tensa y él hizo un ademán con la mano.
—Me preocupó tu cara —agregó Jeremy sentándose de nuevo y colocando sus manos en la barbilla.
—No, es… bueno, sé que tienes miles de editores aquí, quizás muy buenos… y sé que no buscas a nadie…
Ay ¿por qué soy tan patética cuando estoy nerviosa?
—¿Y…? —Jeremy trató de sacar las palabras.
—Hay una chica, ella es increíble editando las imágenes y la publicidad, me encantaría mostrarte su trabajo, pero… —lo miré y él no estaba del todo convencido—. Jeri… —le llamé como en mis pensamientos y mi jefe abrió los ojos sorprendidos—. Está desempleada y siento que es un desperdicio, ya que es realmente buena…
Él se rascó la cabeza y luego tiró su silla hacia atrás.
—Realmente no estoy buscando a nadie… pero puedes traerme su ficha, y yo la entrevistaré —dijo de forma desinteresada.
Apreté mis puños y pasé un trago duro.
—Le diré que traiga un modelo de su trabajo, pero… —respire alzando los hombros—. Hay algo más…
—¿Qué es? —preguntó acercándose al escritorio.
—Ella está embarazada, por eso fue echada de su trabajo.
El hombre abrió los ojos quizás pensando que a él tampoco le era de mucha utilidad, ya que ella estaría de reposo algún tiempo, sin embargo, tomó un poco de aire y asintió hacia mí.
—Dile que venga mañana, veremos qué podemos hacer.
¡Oh por Dios!, ¿este hombre era real?
Sin pensarlo dos veces salí de mi puesto y fui hasta él y lo abracé de puro agradecimiento.
—Usted es un Ángel… —expresé y el cuerpo de Jeremy se tensó, entonces me despegué rápidamente—. Lo siento de verdad es que… —mi garganta se apretó—. Ella la está pasando muy mal, sé que aún no es nada, y ella deberá demostrarle y…
—Escucha —me detuvo él apenado—. Haré lo posible ¿de acuerdo? No te preocupes por ello.
Asentí con las manos en mi rostro y nuevamente le di las gracias para salir como loca de esa oficina. Me había pasado de la raya, pero todo sea por ayudar a mi amiga, ella necesitaba de una mano del cielo en estos momentos.
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