Ven... a Mí romance Capítulo 50

Luc.

Aunque estaba demostrando calma, mucha calma para todos, por dentro estaba muy tenso. Los celos estaban palpitando por todo mi cuerpo y una voz insistente me gritaba que saliera y la buscara. No debía dar la más mínima oportunidad a nadie, mi situación estaba jodida por donde se viera.

Pero sería más que un canalla y pretender que después de todo, yo viniera a arruinarle su celebración.

Cerré los ojos y traté de acompasar la respiración, me tomé el trago de una sola vez y caminé hacia el jardín para respirar aire fresco, necesitaba saber qué iba a hacer a la hora de que todo esto acabara y ella me pidiera una explicación.

¿Qué iba a decirle? ¿Razoné y fui un imbécil? De cierta forma mi actitud fue como una manera de desquitarme por todos estos años en que la amé en silencio, pero eso era demasiado infantil para confesar.

Deseaba haber pensado mejor las cosas en un pasado, hubiese querido hacerlo mejor si el tiempo se devolviera.

Sin embargo, hay algo que me incomodaba profundamente. ¿Con qué intensión Sara haría todo esto? Estaba claro, que yo le atraía a Sara, y no juzgaba dicho sentimiento, dejé muy claras las cosas con ella cuando decidió confesármelo. Pero Mell era su hermana, su propia familia. Algo debía pasar en todo este asunto para que las cosas cambiaran entre ellas de la noche a la mañana.

Giré solo para comprobar que ella no entraba.

No podía esperar más, ya era demasiado tiempo.

Di largas zancadas, estaba sumamente cansado, pero no podía perder estas pequeñas batallas, me convenía estar alerta a todo, porque si no, ella se escurriría de mis manos y no me lo perdonaría nunca.

No fue difícil encontrarla afuera en un auto con la puerta abierta, veía que se estaba despidiendo de su jefe, pero él parecía querer comérsela con los ojos mientras miraba su boca. Mell estaba un poco asustada y gesticulaba palabras suaves hacia él como si lo consolara.

¡Me volvería loco si no le quitaba las manos de encima!

—Cara… —dije llegando hasta ellos, mis palabras hicieron que se despegaran el uno del otro, y el tal Jeremy solo pudo enviarme una mirada cargada de irritación y frustración, pero entendía cómo se sentía en este momento—. Todos preguntan por ti.

Solté una carcajada mental, era un maldito mentiroso.

Ella no respondió, sino que posó sus ojos en él.

¿Por qué me quitaba la mirada?, Detestaba que lo hiciera.

—Nos vemos mañana, Mell —dijo el hombre tomando su puerta y luego arrastró su mirada hacia mí —. Señor, Mancini, buena noche.

—Señor William… —asentí.

Melissa se quitó de su camino y el hombre arrancó el auto chirriando las ruedas.

Un suspiro salió de ella, uno que me hizo temblar. ¿Por qué suspiraba como si le doliera ese hombre?

Ella no podía aquejarse por alguien más, no quería que hiciera eso.

Pero la devolución de su mirada irritada me puso en aprietos.

—¿Querías venir a comprobar algo? — me preguntó con molestia, entonces mi serenidad cayó.

¿A qué se refería con eso?

—Escucha —intervine, pero ella no me dejó seguir.

—¿Se supone que ahora debemos estar como si nada?, nada paso, ¿todo se olvida y ya…?

—No supongo nada, pero estoy aquí porque siempre hemos huido de conversar y en darnos la cara. Estaba molesto, supuse muchas cosas, y no es que alguien me aclaró mis confusiones Melissa, no tengo claro mucho porque siempre las hemos dejado colgadas; pero esta vez escucharé y me escucharás… solo quiero que tengas claro que de ahora en adelante te perseguiré, perseguiré tu sombra, tus sonidos, tus sentidos, todo de ti. Quiero estar contigo, es lo que más deseo, y no me importa nada más… ¿Eso es claro para ti?

Ella dudó por un momento y luego su rostro se puso rojo. Nunca imaginé que en este preciso momento comenzara a llorar, parecía que no pudo retener las lágrimas por mucho tiempo.

Tampoco esperé que ella viniera a mí y me abrazara.

—Yo… te necesité tanto… perdía a mi amigo cada vez, todos los días ocurrió algo que nos distanció, no sabía cómo tomar todo esto, todo sucedió muy rápido…

La tomé, todo su cuerpo, toda ella y la arrinconé hacia mí. Olía como siempre, y mi estómago se removió. Había pasado tanto sin esto, que incluso tenerla ahora me dolía, la piel se me estremecía.

—Quiero explicar… —dije bajo mientras besé su cabeza—. Déjame expresar todo lo que ocurrió todo este tiempo.

Ella se separó un poco de mí y luego limpió sus ojos.

—¿Qué estabas pensando de mí? ¿Qué es lo que te dijeron? —preguntó muy interesada, entonces vi hacia la puerta de su casa y corroboré que esta vez nadie nos interrumpiera.

Comenzaría por algo, no todo se solucionaría hoy, pero necesitábamos empezar aclarando las cosas. Eso era imprescindible para avanzar.

—Lo primero fue cuando recibí tu mensaje ese día, no tenía idea lo que viviste con ese hijo de puta, y perdóname que te lo recuerde —ella asintió—. Pensé que era otra de esas veces en que huías por no estar clara en tus sentimientos. Tenía mucha ira dentro de mí. Resentimiento, realmente ese mensaje me decepcionó.

—Fui una estúpida, me he arrepentido cada segundo de ello. Pero mi objetivo era no confrontarlos a ustedes dos, tenía vergüenza por lo que pasó y no sabía que había pasado con Dafne.

Resoplé.

—Hice lo que te dije haría, pero respecto a Dafne, ahora… no sé qué pasó con ella. Quedamos en despedirnos en mi casa, la invité a almorzar y ella salió furiosa antes de que llegara. Nunca me explicó que pasó, se fue a Italia ese mismo día, nunca respondió mis llamadas, ni mensajes….

Mell arrugó el ceño, confundida.

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