— ¿Cómo? —preguntó Joel abriendo los ojos como platos, claramente sorprendido.
Jimena: Joel, Raquel… —se limitó a decir después de darse la vuelta, al vernos ahí sus ojos se abrieron como platos, por la mirada que tenía supuse que estaba asustada y nerviosa a la misma vez, incluso yo lo estaba.
— ¿Qué fue eso que dijiste, Jimena? —preguntó serio, muy serio.
Jimena se quedó callada, no sabía que responderle a Joel y más por la promesa que me hizo, solo lo miró temerosa y luego me miró a mí pidiéndome disculpas con su mirada.
— ¡Respóndeme! —elevó la voz, ella pegó un brinco asustada. Él sabía que ella no le diría nada así que volteo a verme— Raquel... ¿eso es cierto? —me preguntó— ¡¿Esté imbécil te hizo eso?!
Suspiré y asentí con la cabeza
— Si Joel, si es cierto —hablo mirando al suelo y mis lágrimas amenazaban con salir
— Maldito infeliz —habló refiriéndose a Erick, luego se dirigió a él y lo golpeó con su puño en el rostro provocando que Erick cayera encima del mueble— ¡¿CÓMO PUDISTE HACERLE ESO, IMBÉCIL?! —Gritó furioso
— ¡Estaba borracho, no sabía lo que hacía! —habló todavía en el mueble, y limpió la sangre que había en su boca
— ¡Oh, claro que sabías lo que hacías, bastardo! —Elevó la voz y cuando Erick intentó levantarse otra vez, Joel volvió a golpearlo— ¡ESO NO ES EXCUSA! —gritó nuevamente
— ¡Sé perfectamente que no es excusa, pero no sabes cuánto me arrepiento de todo, yo a tu amiga la amo! —dijo, levantándose del sofá
— ¡Si la amaras nunca hubieras abusado de ella! —hablo, seguía molesto. Joel tomó a Erick rápidamente de los hombros y con su rodilla derecha lo golpeó en el estómago, luego lo soltó y él cayó al suelo
— ¡JOEL VASTA! —grité ya llorando— ¡No sigas golpeándolo, Joel!
— Si Joel, tú no eres así, déjalo, no todo se arregla a los golpes
— Lo sé Jimena, pero se lo merece, merece que lo siga golpeando —Hablo y furioso aprovechó que Erick seguía en el suelo, y le metió una patada en la costilla, Erick solo se quejó del dolor
—Joel ya, no siga por favor —hable tomándolo del brazo y lo aleje de Erick
— Está bien —suspiró tratando de calmarse— Ve por tus cosas, te irás conmigo a mi casa —me ordenó y con sus manos limpió mis lágrimas, yo asentí mirándolo a los ojos
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