--- Ana Teyssier ---
— ¿Ana Isabela Teyssier? – Escucho la voz de una mujer.
— ¡Sí! ¡Soy yo! — Respondo, levantándome del asiento para entrar al consultorio.
— ¡Pasa, querida, pasa! — Dijo la mujer frente a mí.
Entro y observo un consultorio lleno de plantas, lo cual me parecía un poco extraño, pero supongo que así son estos lugares donde pagas para que te escuchen.
Luego de la gran humillación que me permití vivir, mi madre habló seriamente conmigo, me pidió encarecidamente que buscara ayuda o ella misma lo haría por mí. Sé que para mi madre verme así, le duele y lo menos que trato es de notificarla, por esa razón, tal vez nunca le contaré todo. ¿Cómo le dices a tu madre que lo que ella nunca permitió, tú sí?
He sido pisoteada, humillada y muchas otras cosas más, según yo, en nombre del amor, uno en donde soy yo, el lado que más amó…
Cuando mi madre me vio en casa de Diego, supe que había tocado fondo, aún recuerdo que solo cogí la mano de mi madre y decidí que, desde ese día, haría todo lo que estuviera a mi alcance para olvidarme por fin de él. Habían sido al menos 7 años en los que, en mi mente, solo mantuve la esperanza de que Diego algún día me amaría, perderlo y significo, perderme a mí misma.
Regresando a mi cita con la psicóloga, no sabía por dónde comenzar, ¿Qué parte de mi vida debía comenzar a contarle? Así que, en un acto de sinceridad, finalmente hablé.
— Doctora, ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo decir? No tengo idea de por dónde comenzar…
— Vamos por el principio, ¿Por qué estás aquí, Ana? — Dijo ella sentándose y acomodándose una libreta en las piernas para escribir o tomar notas.
— Estoy aquí porque mi familia creer que necesito ayuda… — Digo un poco apenada.
Decir aquello me dolía, luego del escándalo en casa de la familia de Diego, las personas cercanas a mi familia o familiares cercanos piensan que soy una desequilibrada o simplemente me toman como una mujer obsesiva. De pronto sé que, culpan a mi madre, eso me molesta, ¡Por Dios, tengo 25 años! Yo sola me metí en este problema, no es necesario que la señalen por mis errores. - Pienso.
— ¿Por qué necesitas ayuda? – Pregunto ella con curiosidad.
— Bueno… La verdad es que… Me cuesta un poco hablar de lo que pasa, no sé ni por dónde comenzar.
- Cuéntame Ana, tenemos que platicarlo para soltar, sé que es difícil, pero si ya diste el primer paso, lo demás vendrá solo.
— ¿Por dónde comienzo?
- Por la parte que te sea más fácil.
Al decir aquello, lo medito un poco, luego, comienzo a hablar de aquello que sucedió hace un mes, aquí es cuando me doy cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo.
Luego de una hora contando todo tal como yo lo había vivido, termino hecha un mar de lágrimas, aún no puedo creer que todo haya escalado a tal grado.
— ¡Lamento mucho haber ido ese día! No sabe cuánto lo lamento, hoy día mi familia está preocupada por mí, no somos una familia de dinero, tengo un trabajo medianamente bueno; sin embargo, la madre y la novia de mi ex, me demandaron. – Digo sintiendo demasiada vergüenza.
— ¿Cómo? – Dice ella sorprendida.
— Ellas pusieron una demanda en mi contra por irrupción en propiedad privada e intento de homicidio, son abogadas y no se dé cuanta cosa más le agregaron a la acusación. Una de mis primas es abogada y como pudo tramito un amparo para que no lleve el proceso en libertad. – Digo llevándome las manos a la cara y soltándome a llorar aún más fuerte de lo que ya lo había hecho.
— Ana, todo tiene solución, sé que por el momento te sientes acorralada, pero no hay mejor remedio que hablarlo para soltarlo. Sé que ahora se ve todo gris, pero ya verás que conforme vayas soltando la pesada carga, poco a poco irás encontrando diversas puertas que puedas tomar. – Dijo mi ahora doctora, queriendo sonar comprensiva.
— Mi único error fue haber creído en Diego nuevamente, ¡Fui una completa idiota! ¿Verdad? – Digo con gran rabia en mi corazón.
- No, decir que eres idiota suena muy fuerte y no está bien decirlo, es solo que no has sabido cómo canalizar tu dolor, no has sabido cómo aprender a discernir lo bueno, de lo malo. Debemos trabajar, debes aprender a decir no y, debes aprender a decir adiós cuando así sea necesario.
--- Dos semanas después ---
Han pasado ya unos días desde que comencé las terapias, la doctora Enedina no ha resultado una loca, al contrario, parece ser una persona de confianza, aunque siendo sincera, en las sesiones me ha costado un poco hablar de Diego.
Si soy totalmente honesta, no he querido hablar sobre él, ¿La razón? Me da pena aceptar todo lo que viví a su lado. Diego fue un caballero para reconquistarme, no puedo negarlo, cuando nos volvimos a ver hace un año, yo era una mujer fuerte, me sentía orgullosa de mis pequeños logros, pero aún era muy crédula.
Fui una completa estúpida, solo bastó un café romántico, una larga charla, unas simples disculpas y palabras de arrepentimiento, para que yo le perdonara. No supe que en ese preciso momento, yo le estaba abriendo las puertas de mi vida y de mi corazón, al mismo demonio que me haría descender al infierno.
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