Pablo estaba desconcertado, «Si no cree que Anastasia puede hacer tal cosa, ¿por qué quiere que alguien la vigile?».
—Haz lo que te dije.
Arturo no dio más explicación. No creía que ella haría tal cosa, pero aún tenía que enviar a alguien para que la vigilara.
Alain no diría eso precipitadamente, debía haber encontrado algo. Si fuera la persona que secuestró a Cynthia la última vez, no haría algo tan estúpido que no sacaría ningún provecho.
Cynthia no llevaba mucho tiempo en la Ciudad Blanca, no había ofendido a nadie. La única persona con la que tuvo conflictos era Anastasia. Aunque se había resuelto en ese momento, era irreprochable que la tienda de ropa de Anastasia se cerró por eso.
Si sentía resentimiento también era explicable.
El ascensor sonó y la puerta se abrió lentamente. En la puerta había un hombre con una chaqueta de cuero y un cigarrillo en la boca. Al ver a una persona en silla de ruedas en el ascensor, soltó un bufido frío antes de soltar «Puto cojo».
Pablo se enojó enseguida, cuando estaba a punto de hacer algo, Arturo lo detuvo. No valía la pena tenérselo en cuenta a alguien así. Mirando su ropa, obviamente era un rufián.
Se podía ofender a los caballeros, pero no a los villanos.
Pablo miró al hombre de la chaqueta de cuero y empujó a Arturo para salir de esa comunidad.
—Hay que ver, hasta los maleducados salen a la calle.
Dijo Pablo enojado.
Arturo lo miró.
—¿Vale la pena enfadarse por alguien tan insignificante?
—No vale la pena, ni siquiera lo conozco.
Respondió Pablo.
—Entonces, ¿por qué estás enojado?
—Estoy enojado por lo que dijo...
—Puesto que es una persona insignificante, no hay necesidad de considerar sus palabras, si me tengo que poner cabreado cada vez que escucho algo así, me temo que ya me ha dado un infarto.
Al principio también le costó tolerar esos comentarios, pero con el pasar del tiempo, solo pudo persuadirse a sí mismo de no tomarse a pecho las palabras que no le podía sacar provecho.
Pablo sabía que no debería dar tanto enfoque a este tema, obviamente Arturo estaba un poco descontento, así que sabiamente cambió de tema:
—Haré una llamada para que alguien venga a vigilar a la señorita Anastasia.
Pablo había estado trabajando con Arturo durante mucho tiempo, Arturo era consciente de lo que intentaba hacer, pero no lo expuso.
—Te llevaré de regreso, necesitas descansar.
Dijo Pablo.
Arturo asintió, era verdad que se sentía cansado.
En el hotel.
Después de la cena, Alain llamó a Mauricio y Cristián para decir algo que Cynthia no sabía.
Esta estaba jugando con sus dos hijos en la planta de abajo, tenía un trauma con la muñeca y no quería subir.
Sentía un escalofrío pensando en ello.
Chloe se sentó a su lado y dijo con emoción:
—Es casi fin de año.
Cynthia se rio.
—¿Tienes ganas de volver?
Chloe juntó las manos y negó con la cabeza:
—No, solo me parece que el tiempo ha volado, ya hace medio año desde que regresamos al país.
Cynthia sentía la misma emoción. Los últimos seis meses no habían sido para nada tranquilos. Habían sucedido muchas cosas que le permitieron conocer bien a algunas personas y cosas.
—Chloe, venga, vamos al cine.
Cristián giraba sin parar la llave del auto que tenía en mano mientras caminaba hacia ellas.
Chloe se quería esconder tan pronto como lo vio, así que le susurró a Cynthia:
—Voy a subir.
—Oye, ¿a dónde te quieres esconder?
Cristián la persiguió escaleras arriba.
A Cynthia le pareció que eran una pareja que se peleaba todo el rato, sacudió la cabeza con impotencia y se rio.
—Mamá, ¿de qué te ríes?
Alessia se arrojó a sus brazos, abrazó su cuello y actuó como un bebé.
—Acabo de escuchar a Cristián decir que va a ir al cine, yo también quiero ir.
Cynthia le pellizcó la naricita.
—Tienes muy buenos oídos, ¿por qué no me suena haberlo oído?
La niña sonrió.
—Mis orejas y boca son habilidosos.
Cynthia la abrazó, sabía que era un capricho sus ganas de ir al cine. Si la llevara al cine de verdad, seguramente armaría alboroto durante las dos horas de la película.
Cynthia la llevó una vez. Durante todo el proceso, no paraba de tocarse los dedos y comer palomitas, encima preguntaba continuamente:
—¿Cuándo nos vamos?
Ni siquiera se enteró de lo que ponía la película, por eso no la llevaría allí de nuevo.
—Papá, papá.
De repente, al ver entrar a Alain, Alessia salió corriendo de los brazos de Cynthia para correr hacia él mientras gritaba papá.
Para evitar que la niña se chocara, el hombre se inclinó para cogerla.
—No corras tan rápido.
—Papá, mamá es una tacaña, quiero ir al cine, pero ella no quiere llevarme allí.
Tan pronto como llegó a los brazos de Alain, empezó a quejarse.
Cynthia se quedó sin habla.
Álex también.
—¿Sí?
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