Anastasia sabía que era inútil pedir ayuda a su madre adoptiva, por lo que se fue arrastrando hasta los pies de su padre adoptivo y suplicó:
—Por favor, sálvale, no puedes dejar que lo tiren.
—Perra.
La súplica de Anastasia a su padre adoptivo enfureció a su madre adoptiva.
Ella agarró al bebé que permanecía con el cordón umbilical, estaba desnudo y manchado con la sangre de Anastasia. Lloró en el momento en que la madre adoptiva de Anastasia lo había cogido.
El llanto del bebé era muy fuerte.
Anastasia se arrastró por el suelo para agarrar la pierna de su madre adoptiva, dejando una mancha de sangre serpenteante en el suelo. Sujetó la pierna de su madre adoptiva, se golpeó la cabeza hasta sangrar y rogaba:
—Por favor, no tires a mi hijo, por favor, trabajaré y haré todo lo que me mandéis, por favor...
—¡Estás soñando! ¿Crees que no sé qué intención tienes?, quieres criar a este bebé para competir la fortuna con mi hijo.
La madre adoptiva la echó a patadas y Anastasia se desmayó.
Cuando se despertó, todavía estaba tumbada en la cama de la habitación. Hacía mucho sol fuera y no sabía cuánto tiempo había estado en coma, pero tenía la boca seca, el cuerpo dolorido y no tenía ni fuerza para levantarse.
El padre adoptivo dependía de la madre adoptiva y no le daba ni comida ni bebida.
Ella se tumbó en silencio, quería morirse acompañando a su hijo.
No se sabía si fue el vecino quien había escuchado el llanto del bebé y preguntó a su madre adoptiva. Ella le dijo a la gente de fuera, que Anastasia tenía unas relaciones caóticas en la escuela y había dado a luz a un bebé, pero el bebé murió poco después de su nacimiento.
Fue el hermano pequeño a quien se le había escapado al hablar y los aldeanos supieron que el bebé había sido asesinado por la madre adoptiva. Sin embargo, la gente no estaba dispuesto a buscarse problemas, porque el bebé había nacido por un error de Anastasia y nadie se compadecía de ella.
Ella tuvo fiebre, las altas temperaturas la quemaban durante un día entero y estaba inconsciente.
***
Sus ojos estaban muy agrandados y rojos como si estuvieran formando una red sangrienta y dijo:
—No me atrevía a contárselo a nadie, tengo miedo, tengo miedo de que me miren con ojos extraños, tengo miedo, tengo miedo...
Ella se encogió por temor, como si la experiencia fuera de ayer y siguió:
—Tengo aún más miedo de que lo sepas, tengo miedo de que me desprecies, tengo miedo de que odies a alguien como yo, tengo miedo, me muero de miedo.
Luego, sus ojos se miraron a Cynthia y dijo:
—Cuando vi a Arturo preocuparse tanto por ti, sentía envidia, celos, odio... Jaja, llevé aposta a mi hijo delante tuyo... ¡Jaja!
La mano de Cynthia se apretó de repente, las palabras de Anastasia parecían un martillo que golpeaba su corazón.
Ella se estremeció involuntariamente y Alain cogió su mano apretada en puño.
Anastasia volvió a dirigir su atención a Arturo y declaró:
—La odio, porque ya tenía tanto y seguía enredándose contigo. La envidio, porque puede atraer tu mirada y puede criar tan bien a sus propios hijos. Estoy celosa de su vida afortunada.
Arturo la miró y no fue capaz de decir nada.
Tenía unos sentimientos inexpresables en su corazón, realmente la experiencia de una persona podría cambiarla por completo.
Al principio, ella también había sido una niña simple e inocente, pero sufrió tanto.
—Cuando ya era mayor, me fui de casa y pensé que estaría a salvo. Podría tener una nueva vida, podría empezar de nuevo, pero sigo viviendo en una situación desesperada. Ellos han sido como demonios, me acechaban, me amenazaban, me pedían dinero... Intentaba esconder eso en secreto, no me atrevía a revelártelo. Además, tengo un hermano que me perseguía, temía que supieras su existencia y de allí, mi pasado. No quiero que nadie lo sepa y especialmente tú.
Anastasia levantó la mano atada, tratando de tocar a Arturo, pero no se atrevió porque no era digna.
En su corazón, Arturo era el mejor, nadie sería digna.
Miró a Arturo durante mucho tiempo y dijo:
—Quiero olvidarlo, pero no puedo. Todas las noches sueño con los llantos de mi hijo, las pesadillas me persiguen como sombras, torturándome día y noche. Estoy cansada, quiero morir e incluso suicidé, pero no morí, fui rescatada. Mi destino era tan trágico que ni siquiera podía liberarme con la muerte, de modo que, a veces me preguntaba si habría sido un verdugo en la vida anterior, para sufrir esta miserable vida.
Había perdido la fe en la vida y había vivido como un cadáver andante, hasta que te conocí. Eres el rayo de luz que ha iluminado mi mundo oscuro, quiero trabajar duro, quiero vivir de buena manera. Gracias a ti, porque me dejaste ver la esperanza de la vida.
En la tienda de ropa te vi enfadar por primera vez por una mujer, estaba triste porque me gustas. Pero tengo muy claro que no me lo merezco, no me atrevo a mostrar mis sentimientos delante tuyo y tampoco me atrevo a que lo supieran otras personas.
Para que mi hermano no supiera tu existencia, había aprovechado para cerrar la tienda.
Por solo un motivo, porque temía a que conocieras mi pasado.
Anastasia levantó los labios, lo miró con atención entrecerrando los ojos, tratando de recordar su apariencia y suplicó:
—No me culpes, no me culpes, por favor.
El corazón de Arturo fue muy impactado, miró a Anastasia y no pudo decir nada.
¿Consolarla?
¿Qué palabras podrían consolar a un corazón herido?
¿Qué tipo de expresiones podría utilizar para compensar el daño que había sufrido?
Arturo dijo con voz ronca:
—No te he culpado, siempre he tenido esperanzas en ti.
Anastasia se rio:
—Gracias, gracias, por no despreciarme.
Ella pensó que, si pudiera elegir en su próxima vida, definitivamente no volvería a ser humana.
Sólo se escuchó un zumbido ahogado y la sangre salió de su boca.
—¡Quiere suicidarse!
Mauricio le apretó la mandíbula para evitar que se mordiera la lengua y su boca está llena de sangre.
—¡Pablo!
Arturo gritó:
—¡Rápido, llévala al hospital!
Pablo corrió, la abrazó y salió de la fábrica, dejando unas gotas de sangre en el suelo.
Arturo sacó su teléfono y llamó a Pablo:
—No importa cuánto costara, sálvala.
Pablo le respondió afirmativamente y colgó.
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