—Señor, señora, los ravioles están listos, la señora Carmen me ha pedido que les avise.
Omar estaba en la puerta.
Cynthia se tragó las palabras que flotaban en la punta de su lengua y dijo:
—Vamos.
Cuando Alain tomó algunas copas con Cristián y Mauricio, no comió nada, ahora tenía un poco de hambre.
Asintió suavemente.
Aún no era fin de año, pero Carmen había preparado mucha comida. Lo había preparado especialmente por la llegada de Cynthia, Alain y los dos niños. Además de los ravioles, había platos de comida que llenaban una mesa grande. Era notable que tenía la intención de complacer a Alain.
Pero como no sabía lo que le gustaba, preparó mucha comida.
Cynthia sabía lo que estaba pensando Carmen y miró a Alain.
Alain fingió no notar nada, solo se sentó.
Cynthia fue a la cocina, la criada acababa de apagar el fuego de la olla que cocinaba los ravioles. Cynthia tomó la cuchara.
—Yo los pondré en el plato.
En la misma olla, había de los que Carmen, Cynthia y los niños habían preparado, lo que afectó seriamente el aspecto en general de todos los ravioles.
Cynthia puso los que los niños habían preparado en un tazón grande.
La criada echó un vistazo, pero no entendió.
—Si lo pone de esta forma, no aparenta apetitoso. Además, ¿quién podrá acabar un tazón tan grande?
Cynthia sonrió y dijo:
—Alguien puede terminarlo.
Lo hizo a propósito.
«¿No quiere comer los que han sido preparados por Carmen? Pues que coma todo los que lo niños y yo hemos preparado. Que se le explote la tripa por ser tan cabezota».
Como Alessia había comido algunos ravioles antes, ahora no tenía más apetito. Así que Cynthia repartió los ravioles restantes de la olla en tres tazones, uno para Álex, otro para Carmen y otro para ella.
La criada le ayudó a servirlos a la mesa.
Cynthia dejó el tazón grande que aparentaba «horrible» frente a Alain y dijo:
—No te desagradará, ¿verdad? Son los ravioles que he hecho con los niños para ti.
Alain miró el tazón grande de ravioles que tenía delante y sus pestañas temblaron levemente. «¿Cree que puedo acabarme todo esto?».
—Papá, tienes que terminarlo todo, no defraudes nuestro arduo trabajo.
Álex era tan inteligente que de un vistazo notó la intención de Cynthia, así que tiró de su hermana para seguirle el rollo a su madre.
—Alessia, ¿estás contenta de que papá se coma los ravioles que has preparado?
—Sí. Papá, ¿te gustan mis ravioles?
La niña preguntó esperanzada.
Alain se quedó sin habla por un momento.
«¿Tengo la opción de decir que no?».
Lo removió con una cuchara, parecían ñoquis gigantes con trozos de verduras pegados en la superficie, para nada se parecían a ravioles.
—Papá, ¿por qué no comes?
Alessia no pensó mucho, solo sintió que, si su papá comiera lo que había hecho, sentiría una satisfacción.
Cynthia «amablemente» le puso un poco de vinagre.
—Los ravioles son deliciosos mojados en vinagre.
—Es verdad, está delicioso con vinagre.
Alessia dijo ingenuamente.
Carmen estaba un poco angustiada sentada a un lado. Pensó que después de comerse ese tazón grande de «ravioles», no podría comer nada más.
Vaciló un poco antes de decir:
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