Cynthia se inclinó para ver las palabras escritas en el papel. Los apellidos de los niños se cambiaron a Paramés. Conservaron su nombre original, pero se añadió un «c» al principio, pasando a ser Calex Paramés y Calessia Paramés.
Ella giró levemente la cabeza para mirarlo, sus pestañas eran muy largas y espesas, su perfil delicado daba una sensación afable.
Alain inclinó la cabeza y la besó levemente en la mejilla, luego dijo en voz baja:
—¿Qué te parece? Toman mi apellido, pero tú formas parte de sus nombres.
Cynthia le respondió:
—Me parece genial.
La lámpara de cristal del techo iluminaba una luz amarilla, creando un ambiente tranquilo y cálido.
Los dos no dijeron nada, solo se abrazaron. Cynthia fue quien rompió el silencio primero.
—¿Estás ocupado mañana?
—¿Eh?
Bajó los ojos.
Cynthia levantó la cabeza, le frotó la barbilla con la punta de la nariz y se comportó con dulzura.
—Quiero que pases un día conmigo. Siento mucha injusticia por mí misma desde que me he casado contigo. No has parado de dejarme embarazada. Ni siquiera hemos tenido la ocasión de ir de compras cogidos de la mano, tampoco hemos viajado juntos, y mucho menos hemos ido al cine juntos. La verdad es que he salido perdiendo.
El hombre sonrió, luego dijo suavemente:
—¿No estás conforme conmigo?
—Si no tienes tiempo, buscaré un chico guapo para que me acompañe...
Antes de que pudiera terminar sus palabras, Alain le mordió el hombro con todas sus fuerzas, advirtiéndole como un castigo.
—¿Te atreves a hacer eso?
Cynthia frunció el ceño de dolor. Sabía que seguramente tendría una profunda marca de mordisco en el hombro. Le enganchó el cuello.
—¿Tanto me odias? ¿Quieres matarme a mordiscos?
El hombre dijo:
—No te preocupes, no morirás antes. Yo moriré antes que tú. Tengo que explorar el camino primero, así luego te arrastraré para que me acompañes, de lo contrario estaré solo en el infierno.
Cynthia:
—...
Ella frunció el ceño.
—¿Tan cruel eres?
Alain rodeó con fuerza su esbelto cuerpo.
—Claro, eres mi esposa aun muerta.
Cynthia:
—...
¡Toc, toc!
En ese momento llamaron a la puerta del estudio.
Era la voz de Vega:
—La cena está lista.
Cynthia lo miró y dijo:
—Tengo hambre.
Alain se puso de pie sujetando su cintura.
—Vamos.
Ella se rio. Salió del estudio tomando su mano. Alessia estaba jugando con Cristián en el salón, Cristián había dicho algo para que la niña lo persiguiera por todo el salón.
Mauricio yacía perezosamente en el respaldo del sofá, con los brazos cruzados, mirando cómo Cristián era perseguido.
—¿Tienes escapatoria?
Cristián se tomó un momento para mirarlo.
—Bueno, hasta que me canse de correr.
Álex suspiró levemente sentado en el sofá, preguntándose por qué Cristián era tan travieso como un niño.
Mauricio le frotó el pelo.
—Solo eres un niño, ¿por qué suspiras tanto? ¿No tienes miedo de quedarte calvo?
Álex lo miró.
—No seré tan desgraciado como tú, no te preocupes por mí.
Mauricio:
—...
«¿Eh? ¿Por qué soy desgraciado?».
—¿Tengo pinta de desgraciado?
Mauricio se sentó erguido.
—A tu edad definitivamente tendré una esposa. ¿Y qué si me quedo calvo? Mejor que no tener a una esposa, ¿no?
Mauricio:
—...
«¿Por qué todos se meten conmigo? ¿Tengo culpa por ser soltero?
Ahora todos se burlan de mí con esto.
¡Qué vida más agotadora!».
—Papá.
Al ver a Alain salir del estudio, Alessia se le tiró encima corriendo, le puso la cabecita en los brazos y luego comenzó a quejarse:
—Papá, Cristián me ha intimidado.
Cynthia miró a su hija y negó con la cabeza impotente. A la niña le gustaba quejarse con Alain. No sabía si a todas las niñas le gustaban pegarse a sus padres. Se fue a la cocina para ayudar a Vega a servir los platos y preparar los platos.
Alain envolvió a su hija con un brazo, colocó su cabello suelto detrás de su oreja con la otra mano y preguntó en voz baja:
—¿Cómo te intimidó?
Los grandes ojos de Alessia brillaron de repente.
—Cristián me preguntó si era inteligente.
—Bueno, ¿entonces qué pasó luego?
Caminó hacia la mesa del comedor con su hija en brazos, sacó la silla y se sentó.
Alessia bajó la cabeza y agarró sus dedos, no quería decirlo.
Álex se acercó, se subió a la silla y contó lo que Cristián le había dicho a Alessia. Las palabras originales de Cristián fueron:
—Alessia, ¿eres inteligente?
Alessia sonrió y dijo con orgullo:
—Por supuesto.
—Entonces te voy a hacer una pregunta, si puedes contestarla, admito que eres inteligente.
—Vale.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!