Cuando Chloe regresó al apartamento con los niños, Cynthia estaba dormida en la habitación por el cansancio que tenía últimamente. No obstante, como Alain le dijo que Cristián vendría más tarde, Chloe no tuvo más que despertar a Cynthia.
Esta última abrió los ojos con pereza y miró adormilada a Chloe que estaba de pie junto a la cama, se levantó y se sentó, frotándose los ojos.
—Habéis vuelto.
Chloe asintió.
—Te he traído el rábano que te apetecía comer.
Cynthia acababa de despertarse, sus ojos estaban un poco entrecerrados y no parecía estar muy despierta todavía.
Chloe le sirvió un vaso de agua. Después de beberse la mitad del vaso, estaba más despierta. Dejó el vaso en la mesita de noche, se levantó de la cama, se puso los zapatos y preguntó:
—¿Qué comisteis fuera?
Mientras hablaba, miró la hora, luego a Chloe.
—¿Tan tarde es?
Han pasado más de tres horas desde que sacó a los niños de cena.
«¿Qué han cenado durante tanto tiempo?».
—Comimos olla de pescado.
Chloe dijo la primera mentira que se le ocurrió. Este era un plato que se tardaba en hacer, tenían que matar el pescado en el momento y tardaría al menos media hora en cocinarse. Cenar eso más ir al supermercado más o menos se necesitaba tres horas.
—Deberías tener hambre, te he comprado comida.
Las dos fueron al salón. Allí estaban los niños viendo la televisión en el sofá.
Cuando estaban comprando en el supermercado, al pasar por el área de horneado, los dos niños dijeron que a Cynthia le gustaba comer pastel de frijoles rojos, aparte de las capas de frijoles rojos, la superficie era crujiente y el interior blando.
Cynthia lo había comprado algunas veces antes, por eso los niños sabían que a ella le gustaba.
Sabiendo que a Cynthia le gustaba, Alain compró dos cajas y otros postres. El rábano no podía hacerle de plato principal, aparte tampoco tenía nutrición suficiente.
Chloe se estiró.
—Me voy a duchar.
No quería ver a Cristián. Aunque este muriera delante de sus ojos en este momento, no sería misericordiosa ni la perdonaría. No estaba evitándolo a propósito, simplemente le disgustaba verlo, su cara le recordaba muchas cosas desagradables y dolorosas.
Podía cambiar su apariencia y su voz, pero no podía borrar los recuerdos.
Cynthia asintió con la cabeza, sacó leche del refrigerador y vertió un vaso en la mesa.
Calex tomó toda la comida que compró y la puso sobre la mesa con mucha consideración.
—Mamá, te compramos pastel de frijoles rojos y pan de piña.
—Y esto.
Calessia puso el rábano que a Cynthia le apetecía comer.
Cynthia se sentó en la silla, sonrió viendo los niños, pensando que sus niños habían crecido, ahora eran más considerados.
Acarició la cabeza de su hija.
—¿Me ayudas a lavarlo?
—Vale.
Calessia sentía que poder ayudar a su mamá era algo de lo que estar orgullosa, por eso estaba muy contenta.
Cynthia cogió un trozo de paste de frijoles rojos que le abrió su hijo y le dio un mordisco. El sabor seguía siendo el mismo. Habló con su hijo para pasar el tiempo.
—¿Qué habéis cenado?
—Bistec.
Respondió Calex, quien no sabía que Chloe dijo que cenaron olla de pescado para racionalizar el tiempo.
Cynthia se quedó pasmada por un momento antes de mirar a su hijo, «¿He oído mal? Chloe dijo que cenaron olla de pescado, pero ¿Calex dijo que comió bistec?».
Ella preguntó de nuevo:
—¿Qué has dicho que cenasteis?
—Bistec.
Calex parpadeó.
—Mamá, ¿te apetece bistec?
Cynthia negó con la cabeza, frunciendo el ceño involuntariamente. «Si han cenado bistec, ¿por qué Chloe dijo que cenaron olla de pescado? Además, no hay ningún restaurante occidental por aquí cerca. ¿Por qué Chloe me ha mentido?».
Ella sonrió y preguntó como si estuviera llevando a cabo una conversación rutinaria:
—¿A qué restaurante fuisteis?
—Al Restaurante Mamba, donde Elijah nos invitó a cenar la última vez.
Calex dijo la verdad.
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