Apenas abrió los ojos, los volvió a cerrar porque no podía adaptarse a la luz. Cuando por fin recuperó la conciencia, sintió un tremendo dolor en la cabeza.
Se levantó lentamente recordando que se había caído al río y le había golpeado en un barco. Movió su cuerpo mientras observaba su entorno.
«Si no recuerdo mal, me dejó desmayado porque no quería asumir su debida responsabilidad, pero, ¿cómo llegué al hospital?»
Moviendo las piernas se dio cuenta de que estaba durmiendo a su lado una persona.
«¿Es Luciana? ¿Por qué está aquí?»
Su rostro se volvió enrojecido de pronto por tenerla tan cerca a su lado. En este momento se despertó Luciana con los ojos entrecerrados.
Apenas lo vio, Luciana dijo en un tono asombroso,
—¿Estás despierto ya?
Después de una inmóvil observación, Mauricio dijo
—¿Por qué estás aquí?
Se levantó Luciana estirando los brazos.
—La pregunta la debería hacer yo a ti. Te encontró ayer desmayado un alumno mío, por eso te llevamos al hospital —dijo Luciana en un tono poco animado—. Por cierto, ¿te duele todavía? ¿Tienes hambre?
Mauricio la miró a ojos descubiertos y preguntó,
—¿Por qué abandonaste los estudios?
Luciana bajó sus miradas con un rostro enrojecido,
—Porque no me interesan.
Se esforzaba durante mucho tiempo por ofrecerle a su madre una vida mejor y por ser una pareja cualificada para él, pero todo esto le era difícil conseguir como decía el señor Martín. Cuando murió su madre que era su apoyo espiritual, lo abandonó todo porque se dio cuenta de que nunca podría ser una pareja perfecta para él, independientemente de cuánto lo intentara. Durante mucho tiempo se quedaba perdida y confusa sin saber cómo llegar a su destino.
Entonces trabajaba de profesora aquí en el pueblo con los conocimientos adquiridos. No les cobraba a los alumnos los costes de matrícula, además, destinaba parte de sus salarios a comprarles los libros y utensilios necesarios para el estudio. Con los ahorros obtenidos antes y los salarios por parte de los trabajos a tiempo parcial, se podía mantener la vida en una condición modesta. No desperdiciaría ni una plata y la vida en el campo era humilde que no le costaría casi nada.
—Es una lástima que hayas renunciado una universidad tan prestigiosa —suspiró Mauricio.
Luciana sonrió forzosa,
—Déjame a mí, es asunto mío. Pero, ¿qué pretendes hacer ahora?
Después de abandonar la ciudad B, cambió Luciana su tarjeta de teléfono, e incluso perdió todos los contactos con sus amigos. Una vez decidido lo que iba a hacer, no volvería a arrepentirse. Por ello para ella fue toda una sorpresa encontrarlo a Mauricio aquí mismo, pensó que nunca lo volvería a ver en su vida.
—¿Podría prestar tu…? —apenas terminó Mauricio sus palabras, entró un hombre.
—Buenos días, Luciana —dijo Ramon entrando al cuarto con el desayuno.
Ramon, con 21 años, era universitario de segundo curso, alto y delgado, vestido de una camiseta casual que le brillaba aún más su piel blanca y su rostro radiante.
Mauricio quería pedirle a Luciana su teléfono para avisar a Alain, ahora que entró de repente Ramon, abandonó la idea.
«¿Quién es este chico? Además de traerle a Luciana el desayuno, sonrió de una manera tan tierna a ella.»
—¿Por qué vienes aquí tan temprano? —preguntó Luciana.
«¿Cuándo se levantó para poder llegar desde el pueblo hasta aquí tan temprano? La distancia es larga.»
Ramon sonrió,
—Supongo que no has comido casi nada desde anoche, ¿cierto?
Luciana se calló de pronto.
—Parece que sí —suspiró Ramon—, para que no sufras el hambre, llego temprano para traerte el desayuno.
Lo puso en la mesa y se dirigió a Mauricio,
—Hola, ¿cómo estás?
Mauricio le saludó con una sonrisa tranquila.
—Es todavía caliente, comedlo ahora —dijo Ramon repartiendo el desayuno que comprendía sopa y bollos fritos.
Entregando los bollos fritos a Luciana, Ramon dijo,
—Come, estos son deliciosos. Los comía casi todas las mañanas cuando estudiaba en el colegio.
Ramon era un chico alegre, capaz de contagiarle a su entorno su felicitad con las sonrisas muy brillantes y simpáticas.
Luciana sonrió,
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