La boda de Mario se celebró al aire libre en un día despejado y fresco.
No eran muchos los invitados, entre ellos, los familiares y amigos de confianza entre ambas partes. Según la tradición fengshui, la boda se caería a la una y media de la tarde.
De color blanco, el vestido de novia que se llevaba Amalia tenía un recorte simple pero especial, cuyo diseño sin mangas permitía destacar la blandura de su piel. Con los brillos del collar de diamante en su pecho y los pendientes transparentes colgados en sus orejas, se veía aún más delicada sobre todo cuando caminaba lentamente. Su largo cabello negro estaba atado atrás como una flor, cuyo color se combinaba perfecto con el blanco vestido que daba un sabor elegante. Mientras Mario estaba vestido de un uniforme militar. Era joven con un rostro inocente, pero sus miradas eran firmes y sus sonrisas eran calientes como el Sol. Salieron juntos cogidos de mano, pasando con lentitud por la puerta construida por los brazos de los soldados.
Sentada en la última fila, Cynthia los miró sonriendo. La boda militar le pareció solemne.
—Ojalá que nuestro hijo sea un soldado —murmuró Cynthia.
—Depende de su voluntad.
—Mario es ahora totalmente diferente, se ha hecho todo un hombre. La ternura que tenía antes era del tipo enfermizo, ahora es más maduro.
Poco después, empezó a dar discurso el presentador,
—Hola a todos. Bienvenidos a la boda entre Mario Bezos y Amalia Mercedes…
Desde pequeños los dos ya se conocieron, ahora que se casaron, sus padres se sentían muy contentos. Si no hubieran experimentado juntos tanto las adversidades como las glorias, no habrían entendido que lo más valioso en el mundo consistía en la alegría y la salud que rodeaban a su lado.
Muchas personas se sentían infelices porque aspiraban una vida material, y nadie apreciaba lo que tenía consigo. Llevar una vida saludable y alegre era también una felicitad que era el caso de la familia Bezos y la Mercedes. Siendo buenos amigos Diego y Elio, ahora seguían manteniendo una relación armoniosa a pesar de haber tenido discusión en el pasado.
Terminó su discurso el presentador, le cedió las palabras a Mario.
—Ante todo, quería agradecer a mis padres que me habían criado, educado y tolerado. A pesar de haber cometido muchos errores, me tratan siempre con ternura, ¡muchas gracias!
De pronto las lágrimas llenaron en los ojos de Irene y de Elio, pero éste las detuvo en donde se quedaban y dijo con cierta impaciencia,
—¿De qué estás llorando? No llores.
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