Sofía no quería pensar sobre lo que estarían hablando Leonardo e Isabel en el camino. No podía detenerlo, por lo que no se molestaría por eso. Después de jugar algunos partidos de su juego en la cama, Leonardo aún no regresaba. Sofía no sabía dónde vivía Isabel, tal vez estaba muy lejos, quizás por eso se retrasó, o tal vez los Ballesteros le dieron una cálida bienvenida y lo invitaron a pasar.
Después de esperar un poco, salió de su habitación. Fue a las escaleras para ver si había alguien allí, pero todos se fueron. Así que, bajó con calma a un rincón de la sala de estar. Recordó que había un sótano subterráneo, miró a su alrededor, pero no le tomó mucho tiempo para encontrarlo. Después de encender las luces, bajó por las escaleras. No era un gran sótano, pero, había muchas botellas de vino ordenadas, había vinos tintos, vinos blancos, champagne entre muchos otros. No sabía tanto sobre vino, así que tomó una botella de vino tinto al azar. Después de la siesta en la oficina de Leonardo esa tarde, sería difícil dormir por la noche y tener un poco de vino ayudaría con eso, también podría rejuvenecer su piel, o al menos, eso se
rumoraba. Lo sacó, fue a tomar una copa y un abre botellas de la cocina antes de subir.
Después de regresar a su habitación, se sentó en la cama y abrió el vino tinto antes de servirse una copa. Tomó un sorbo y frunció el ceño, porque eso no sabía bien, pero, aun así, bebió dos copas más antes de mirar hacia la ventana. El estacionamiento estaba en silencio, por lo que Leonardo debía estar todavía fuera. Aunque puede ser bueno. Estarían solos, por lo que podría pasar algo, incluso empezó a imaginar cosas entre ellos.
Sofía fue a beber un poco más, pero no pudo aguantar el sabor. Cuando agitó la botella, vio que todavía quedaba vino, entonces, volvió a salir, porque era imposible terminar media botella así.
«Necesito comer algo».
Leonardo regresó en el momento en el que ella bajó. Como estaba un poco ebria, se tambaleaba mientras iba a la cocina y revisaba en el refrigerador. Había muchas cosas ahí, pero ninguna podía acompañar al vino. Luego, también revisó los gabinetes, pero aun así llegó con las
manos vacías.
Leonardo se acercó a ella poco a poco.
-¿Qué estás buscando?
Ella miró hacia tras y sonrió.
-¡Estás de vuelta! -Era obvio que había estado bebiendo.
-¿Por qué bebiste? -Leonardo frunció el ceño.
Sofía se puso de puntillas para ver que había en el compartimento de arriba.
—¡Guau! Tienes demasiado vino. No quería que expiraran, así que decidí ayudarte.
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