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Adoptando a la hija del CEO romance Capítulo 31

—Puedo saber... ¿Por qué nada más, Zoe?

—No me gusta decirles a las personas mi nombre completo, por eso. Ahora sí me disculpas, debo irme. Tengo cosas que hacer.

Paso por su lado y sigo mi camino, pero él me sigue y comienza a caminar a mi lado.

—¿Me darías tu teléfono?

—No.

—¿Y sí te invito a un café o a comer lo que quieras?

—No.

—¿Al menos podemos ser amigos?

Me detengo y lo miro directamente para pedirle que se detenga.

—Escucha, no sé quién eres y honestamente, no tengo tiempo para salir, ni nada por el estilo.

—Pero al ser amigo podrás conocerme.

—Lo siento. Estoy casada y ya tengo una hija.

Su mirada pasa de ser una mirada de interés a una de sorpresa.

—Así que, por favor, detente. No me interesa conocer a otro hombre, ni hacer amigos nuevos. Debo volver a casa y cuidar de mi hija, así que, adiós.

Doy un paso, pero él me sostiene del brazo impidiendo que me vaya.

—¿Acaso dices esas cosas para alejarme? Me gustas desde que dieron las inducciones para los estudiantes nuevos. ¿Cuál es el problema en qué quiera conocerte y al menos ser tu amigo? No le veo nada de malo en eso.

—Si lo hay.

—¿Qué está mal?

—Que tus intenciones no son buenas, puedes engañar a los demás, pero... ¿Crees que no sé qué eres el famoso estudiante que le gusta ilusionar a las chicas de todas las carreras? Eres famoso. ¿No lo sabías?

—¿De qué hablas?

Me suelto de su agarre de mala gana y lo miro con fastidio, pues odiaba a los hombres que miraban y usaban a las mujeres como simples juguetes para su diversión.

—Eres Emmanuel Pérez, estudiante de mecatrónica. ¿No es así?

—Sí.

—He escuchado muchas cosas de ti y no eres un buen sujeto. Juegas con las chicas a tu gusto, las ilusiones y luego de que consigues llevártelas a la cama, la tiras como si fueran basura. No vuelvas a acercarte a mí, no me interesa ser tu amiga y menos tu juguete. Ya tengo esposo e hija, así que respeta. Aunque sea una mujer casada o, aunque no lo sea, deberías aprender a respetar a todas las mujeres.

—Vaya... Eres inteligente, bueno... Ahora que sabes quién soy y lo que me gusta hacer, ¿Por qué no vamos a un lugar para divertirnos? Tú y yo, nadie más. Aunque finjas ser una mujer casada, me ha excitado mucho. ¿Qué me dices?

Retrocedo un paso al ver que él ha dado uno hacia a mí. Frunzo el ceño y retrocedo otro paso.

—No, gracias. Y ya te lo dije, estoy casada y no finjo serlo. No tengo la culpa de qué seas tan idiota para entender la situación. No es mi problema.

Intento pasar por su lado de nuevo, pero este extiende ambos brazos para impedirme el paso.

Yo tengo más poder 1

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