Había sentido que todo el recorrido fue muy corto, no pude evitar mirar a Mía dormir en mis brazos y cuando menos pensé, habíamos llegado.
Ingresamos al lugar para comenzar a realizar todo el proceso correspondiente y de esta manera registrar a Mía como mi hija legítima. Sabía que era una locura, pero estaba más que dispuesta de hacer realidad esta locura.
Esperamos a que fuera nuestro turno, había varios padres que también asistieron ese día para registrar a sus hijos, al igual que nosotras. Pensaba en el hecho de que faltaba tan solo unos minutos para que todo se haga realidad.
—Zoe, es nuestro turno. Vamos.
Miro a la señora Clarisa después de que me hace reaccionar de mi ensueño. Caminamos hasta el escritorio de hombre gordo y barbudo.
—Buenos días, ¿en quién es la madre?
—Buenos días, soy yo.
—Llena este formulario primero.
—Por supuesto.
La señora Clarisa toma a Mía en sus brazos para facilitarme la tarea del formulario. Comienzo a llenar todos los datos que me piden, excepto uno. Al terminar, le regreso el formulario junto con los documentos que pedían para el registro.
Estaba empezando a sentirme nerviosa por el hecho de que habíamos falsificado la fecha de nacimiento de Mía. Podríamos ir presas si se enteraban de que era falso y luego me arrebatarían a Mía.
El hombre gordo y barbudo, me mira extraño y vuelve a dirigir su mirada a los documentos que tenía en sus manos.
Podía sentir mi corazón latir con fuerza y el cómo mis manos sudaban por lo nerviosa que me encontraba.
Al ver la mirada de aquel hombre, hacía que me pusiera más nerviosa antes de que él volviera a hablar.
—No escribiste el nombre del padre.
—Yo... Mi hija no tendrá el apellido de su padre, él no quiere saber nada de ella. Nos ha abandonado, señor.
No sabía si mi mentira sería suficiente para que aceptara registrar a Mía, pero el hombre me sorprende con su respuesta.
—Lamento escuchar eso, hoy en día son muchos hombres los que no desean ser parte de la vida de sus hijos. Lamento haberla incomodado. Tiene usted una hija muy hermosa.
—Muchas gracias, señor.
Mi alma vuelve a mí en ese momento, el hecho de que el hombre no se diera cuenta de la falsificación hace que me sienta mejor. Lo que dijo sobre los hombres que se convierten en padre hoy en día es cierto. No todos desean asumir su responsabilidad independientemente del motivo por el cual lo hagan, como es el caso de Mía.
Varios minutos después conseguimos registrar a Mía como mi hija. Sonrío de felicidad al saber que ahora era oficialmente parte de mi familia.
—Mucha suerte señorita, algo me dice que serás una gran madre para esa criatura. Estoy seguro de que demostrará ser una fuerte mujer y sacar adelante a su hija, aunque sea muy joven para ser madre. Le deseo lo mejor.
—Muchas gracias, señor. Le demostraré a todos de lo que soy capaz al ser madre joven. No pienso rendirme tan fácil, ¡No lo haré!
—Espero volver a verla en un futuro.
—Muchas gracias.
El oír aquellas palabras que ese hombre me ha ofrecido este día, me hace sentir y querer el no rendirme nunca.
Lucharé para que Mía se convierta en una gran mujer.
Lucharé por las dos.
Con eso en mente, nos fuimos de aquel lugar y regresamos a casa.
—Mía, ven con la abuela. Te daré de comer y cambiaré tu pañal. ¡Qué felicidad!
Sonrío al ver a mi abuela tan emocionada, ella se va feliz con Mía para hacer lo que había dicho. La señora Clarisa y yo nos quedamos en la sala de pie.
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