Alfa Dom y Su Sustituta Humana romance Capítulo 705

Punto de vista de Enzo

12 años antes

-Enzo...?- Mi madre me despertó en mitad de la noche, con lágrimas llenando sus grandes ojos marrones y goteando delicadamente de sus largas y oscuras pestañas.

Me desperté adormilado y la vi parada sobre mí.

-¿Mamá?- le pregunté, mirándola a través de la oscuridad de la noche. Hacía frío; no teníamos mucho calor en nuestra pequeña casa. No teníamos mucho dinero para permitirnos la calefacción, pero mi madre nunca hizo parecer que éramos pobres. -¿Qué pasa?- le susurré, sin querer despertar a los demás que vivían en la casa.

-Tu padre está muerto...- dijo suavemente, con su voz temblando.

Ella estaba asustada. ¿Pero de qué?

-Se ha ido, cariño,- dijo de nuevo.

Por lo que había oído de mi padre, no era un buen hombre. Dejó embarazada a mi madre, la rechazó y la obligó a vivir en otra manada. A menudo lo llamaba un monstruo.

-Eres el único pariente vivo que queda...- continuó. -Su Beta vendrá a recogerte. Debes ir con él...

-¿Qué?- pregunté, sentándome rápidamente en la cama; ella me hizo callar, envolviéndome en sus brazos. -Sé que esto es repentino. Pero debes ser el Alfa de Calypso. Nunca quise esto para ti tan pronto, mi bebé.

No tenía idea de lo que significaba dirigir una manada y ser un Alfa. Estaba sin palabras y, tengo que admitirlo, estaba aterrorizado. Ayer mismo estaba corriendo por ahí con mis amigos y siendo un niño. Ahora, a esta misma hora mañana, estaría en una manada completamente diferente y actuando como líder.

Nada de esto tenía sentido para mí.

-Vendrás conmigo, ¿verdad?- pregunté, temblando en mis palabras.

Ella lloró más fuerte y negó con la cabeza, abrazándome más fuerte.

-Me temo que no puedo,- me dijo roncamente. -Mi lugar está aquí. Y el tuyo está allá. Serás un Alfa increíble, Enzo. Mucho mejor que tu padre. Harás cosas increíbles en tu vida...

-No puedo simplemente dejarte, - susurré, con lágrimas llenando mis propios ojos. No era común verme llorar, ni siquiera desde pequeño. Pero la idea de abandonar a mi madre en este infernal lugar me apretaba el estómago con un gran nudo.

-Necesito que me escuches,- susurró, tomando mi rostro entre sus manos. -Tu padre ha hecho muchas cosas malas en su vida. Lastimó a mucha gente. Probablemente escucharás mucho sobre él una vez que llegues a Calypso. Él es la razón por la que lobos como nosotros vivimos así... porque quería tanto que se llevó todo de todos. Pero tú, mi querido Enzo, puedes restaurar las cosas y hacerlas mejores para todos nosotros...

-Pero ¿cómo? Solo tengo 11 años...- dije, no pude evitar preocuparme en mi tono. -¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Por qué no puedes venir conmigo?

-Tu padre lo ha vuelto demasiado peligroso. Hay quienes aún desean hacernos daño. Sus seguidores todavía están escondidos en las sombras. Pero tú puedes mejorar las cosas. Puedes sacarlos a la luz. Puedes trabajar duro y volverte más poderoso de lo que tu padre fue. Puedes proteger a aquellos que viven como nosotros... Puedes usar tus poderes para el bien.

-Lo prometo,- susurré, abrazando fuertemente a mi madre. -No te decepcionaré. Cuando llegue a la cima, y llegaré a la cima, volveré por ti. Castigaré a aquellos que nos hicieron mal y no me detendré hasta que este reino esté a salvo de nuevo. Desharé lo que hizo mi padre.

...

-¿Alpha Enzo? ¿Me escuchaste?- La voz de Bastien interrumpió mi tren de pensamiento. Miré alrededor de la mesa de conferencias donde los demás Alfas del comité estaban reunidos.

Estaban discutiendo sobre el curso de Cambio y Combate en la Academia de Cambio de Higala y cómo el profesor original había muerto durante un ataque de rogue. Bastien, el jefe del comité estaba a punto de nombrar a un nuevo profesor.

Ya sabía que me iba a nombrar a mí; habría sido estúpido no hacerlo. Era uno de los Alfas más fuertes y mejores para el trabajo. Además de Bastien, era el Alfa más duro y feroz que caminaba por nuestras tierras. Pero aún me faltaba mucho para superar a mi padre distanciado, que murió cuando yo tenía 11 años.

-Necesitas que asuma como profesor,- dije, recostándome en mi asiento. No era una pregunta, ni una oferta.

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