Alfa Malcolm estos Mellizos ¡Son tuyos! romance Capítulo 2

«Narra Josephine»

Malcolm se tensó mirando hacia la ventana, pude ver cómo su cuerpo ya estaba listo para transformarse y protegerme. Contuvo la respiración, agudizando sus sentidos de Alfa, pero luego, pude ver cómo sus hombros se relajaron y dejó de tener el ceño fruncido.

—Solo es un animal —susurró tras unos segundos eternos.

Exhalé, pero el miedo no me abandonó. ¿Cómo podría? Estaba a punto de huir con el hijo del segundo hombre más poderoso del reino, un Alfa prometido a la hija de la manada Silvercliff. En el reino había tres familias Alfas poderosas: la familia real, que era la manada Lycanburg, luego estaban los McTavish y seguían los Silvercliff. Malcolm estaba comprometido con la hija de los Silvercliff desde que tenía memoria, ya que esa unión sellaría el control absoluto sobre las minas de aerolita y, con ellas, el poder sobre todos los Dominios Elevados que eran donde vivían los poderosos.

Y yo, ¿quién era yo? Una druida huérfana, talentosa sí, pero nacida en las Tierras Bajas. Una humana cuya única valía estaba en las pociones que preparaba y los rituales que facilitaba para los lobos nobles.

—Te amo —dijo Malcolm, como si leyera mis dudas—. Desde siempre, mi Josie.

Su cabello enrulado caía sobre su frente, esos rizos oscuros que tanto amaba acariciar que iban perfectos con su hermosa piel canela. Sonreí a pesar del miedo y los aparté con ternura.

—Y yo a ti, mi lobo rizado —susurré, usando el apodo que le había puesto cuando éramos niños, cuando su melena rebelde era motivo de constantes regaños de su madre.

Así nos decíamos, él me llamaba su Druida Dorada, y yo le decía, mi Lobo Rizado. En ese momento, sin poderlo evitar, recordé cuando hacía tres meses, él me había arrinconado en el invernadero del castillo al decidirse que era momento de casarnos, que ya no podíamos seguir escondiendo nuestro lazo. Recordé cómo sus ojos habían cambiado del azul grisáceo natural, a un brillo sobrenatural cuando nuestras miradas se encontraron. Sus rizos oscuros habían caído sobre su rostro mientras me tomaba las manos, y yo los había apartado llamándole "mi lobo rizado", como cuando éramos niños. Ambos supimos, en ese instante preciso, que estábamos condenados a amarnos contra toda lógica y ley.

—Te amo más de lo que temo a la muerte —respondí con sinceridad.

—Mi amor por ti es tan grande que ni siquiera cabría en todo el Altocúmulo y menos en los Dominios Elevados.

Yo sonreí mirando a Alder que también sonreía cuando dijo:

—Ya, puedes besar a tu esposa...

Y fue ahí que no perdimos ni un segundo, y nos besamos, él me sujetó por la cintura y yo rodeé mis brazos sobre su cuello, hasta que sentí que él me cargó y luego me dio vueltas. Alder suspiró y dijo:

—Bueno, ya no tengo nada que hacer aquí... supongo que, desean estar solos.

Malcolm me soltó solo por un momento y asintió con la cabeza, yo me sonrojé porque sabía lo que venía... lo que tanto habíamos esperado... la unión, que él me reclamara como su compañera en cuerpo y alma...

—Sí, druida Alder —carraspeé mi garganta—. Deseamos privacidad.

—Tenga cuidado al bajar la montaña —dijo Malcolm y yo sonreí desviando mi atención a él.

El druida solo asintió con la cabeza y abandonó la cabaña, dejándonos finalmente solos.

Malcolm y yo esperamos unos minutos, asegurándonos de que el Druida Alder se hubiera alejado lo suficiente. Cuando el sonido de sus pasos se extinguió al fin, Malcolm se acercó a mí con una mirada que hizo que mi corazón se acelerara. Tomó mi mano con delicadeza y caminamos juntos hasta la cama que yo había preparado con tanto cuidado esa mañana, colocando sábanas limpias y pétalos de flores silvestres.

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