En el dormitorio, el hombre hizo un fuerte zumbido, levantó la manta del suelo, entró y se acostó solo, y deliberadamente le dio la espalda.
-¿Quién te ha permitido dormir aquí?- ella se molestó y preguntó con frialdad.
El hombre no respondió al principio, por lo que ella se hizo más molesta y gritó insistiendo, -Joaquín, sal a dormir.-
El hombre le seguía dando la espalda sin decir una palabra tumbado en el suelo frente a su cama. Al ver su espalda estaba tan firme como una montaña, se enojó más y su actitud se volvió más insatisfecha.
-Te digo que no puedes dormir aquí, si no me obedeces...-
Antes de que pudiera terminar, el hombre se levantó de repente de la manta, volvió la cabeza y le gritó, -¡Pues envíame a donde quieras mañana! ¡No tengo miedo! De todos modos, ¡esta noche no puedes echarme de aquí!-
¡Era irrazonable!
¿Se atrevió a hablarle en voz alta?
Denis estaba alterada, -¿De qué me estás gritando? ¿Esta es tu casa o qué?-
Después de que lo preguntó, se dio cuenta en un instante de que era su propiedad. Pero el sentimiento de la culpa duró solo un momento. Miró a él y pensó que, de todas las formas, no se acordaba de nada.
-Denisita quieres echar a Joaquín. Joaquín tengo miedo de que nadie se cuide de Denisita cuando estés enferma. Joaquín le prometió al abuelo médico, ¡Denisita eres irracional!- le gritó.
Denis se quedó atónita. El Joaquín de ocho años le gritó por primera vez, siempre se mostraba coqueto con ella y le hablaba con cuidado, hoy, le gritó por primera vez.
De repente se quedó en silencio. Mirando a la persona debajo de la cama y le surgió una ola de agotamiento, sin saber si era físico o mental.
En silencio, ella se metió todo su cuerpo debajo de la manta sin hablar ni refutar.
No siguió insistiendo en echarle, pero igualmente se tumbó de espaldas a este hombre.
La habitación estaba tan silenciosa que daba una sensación de asfixio.
No se sabía cuánto tiempo había pasado y solo una pequeña lámpara de cama estaba encendida en el dormitorio.
Nadie hablaba, el cielo estaba oscuro y la gente ya había conciliado el sueño.
La cama tembló de repente, Denis no tuvo tiempo para hablar y sus pies ya estaban envueltos en una sensación de calor.
Abrió los ojos de repente, ya no había ni un rastro de sueño.
Miró a los pies de la cama. El hombre estaba arrodillado, y sus esbeltas y anchas palmas sostenían cuidadosamente los pies de ella en sus brazos.
Viendo esta escena, se quedó sorprendida y no sabía como reaccionar, y el corazón estaba latiendo por nervios. Estiró los pies para apartar, pero las manos del hombre, aparte que eran grandes, también eran muy fuertes.
El hombre parecía notar de su resistencia, levantó la cabeza para mirarla, sonrió inocentemente y le dijo, -Denisita, Joaquín te ayudaré a calentar los pies.-
Ella estaba malhumorada, -No es necesario.- le rechazó sin piedad.
El hombre se negó a soltarlo, y siguió calentando sus pies.
-Los pies de Denisita están muy fríos, ¿Joaquín calentaré los pies de Denisita para siempre, vale?
-No…- no valía.
-Entonces mañana Denisita no echarás a Joaquín, ¿vale?- él hizo la petición con una voz débil, y la mirada en sus ojos era cautelosa por miedo al rechazo. Sintió nuevamente un golpe en su corazón, apretó los dientes y se volvió cruel.
-No necesito que me calientes los pies, mañana haré que venga Telmo para recogerte.-
Ya no quería tener ningún enlace más con esta persona. No podría convertir en otra persona simplemente perdiendo la memoria. ¿Quién podría explicarlo todo con claridad?
El hombre se quedó atónito por un rato, su mirada mostró desilusión, y sus ojos enrojecieron de nuevo.
-Vale, Joaquín te escucho, mañana Joaquín me iré con Telmo.-
-Entonces, suéltame, no necesito que me calientes los pies.-
El hombre negó con la cabeza, le sostuvo los pies en los brazos con ambas manos, todavía no se habían calentado. La implicación era que, cuando se calentara, la soltaría.
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