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Amor Perdido en la Avalancha romance Capítulo 7

[Enrique, tus fotos están padrísimas, de verdad que logras que salga perfecta en cada una, hasta ganas me dan de subirlas así, sin editar ni nada.]

Debajo de ese mensaje, Pilar había compartido una serie interminable de fotos suyas bajo la aurora boreal.

Enrique no tenía ganas de ponerse a revisar imágenes, así que salió de WhatsApp sin más.

—Fátima, de veras que te pasas…

Aventó el celular al asiento de al lado, apretó los dientes y murmuró entre dientes con rabia contenida.

...

Mientras tanto, en el avión rumbo a Isla de Oro, Fátima estaba atrapada en una pesadilla que no iba a olvidar.

Oscuridad. Un frío que calaba los huesos. Todo era miedo, desamparo…

Como si una bestia salida del infierno quisiera tragársela viva, con una boca tan grande que no tenía fin.

Apretaba el descansabrazos con todas sus fuerzas.

—Ayuda… ayúdenme… por favor…

Sintió que alguien le tomaba la mano. Alguien la sacudía suavemente, intentando arrancarla de ese pozo negro.

—¿Usted está bien? ¿Se encuentra bien, señora?

La voz de una mujer, cálida, insistente, la llamaba, y poco a poco la fue jalando de vuelta a la realidad.

Fátima abrió los ojos de golpe. El susto seguía reflejado en ellos. Respiraba agitada, con el sudor corriéndole por la frente y las mejillas.

—¿Está bien?

Era la misma voz de su sueño.

Giró la cabeza y vio a su lado a una chica de cara redonda, con lentes de armazón negro. La joven la miraba con preocupación genuina.

—¿Soñaste feo? Te escuché pedir ayuda varias veces… —preguntó la muchacha, llena de inquietud.

—Perdón, ¿te desperté? —Fátima se sintió apenada y se disculpó, bajando la mirada.

—Para nada, solo que te ves muy pálida. ¿Soñaste algo horrible?

¿Una pesadilla? Sí… una de las peores.

Fátima sintió un nudo en el pecho. La tristeza le apretaba el alma y necesitaba sacarla de algún modo.

Pero la vida le había dado una cachetada: cuando un hombre no te quiere, no hay nada que hacer, ni siquiera cuando tu vida está en peligro. Ni siquiera así él deja de pensar que solo quieres manipularlo.

Un extraño, al escuchar que había sobrevivido a una avalancha, estaba a punto de llorar de la compasión, preguntándole si tenía miedo.

¿Y Enrique?

Fátima se encogió de hombros y esbozó una sonrisa amarga.

—Ya estoy bien. Después de esto, seguro me va a ir mejor, ¿no?

—Sí, tienes mucha suerte, te lo juro —la chica la animó, apretando su mano.

...

Veinte horas después, el avión aterrizó en el aeropuerto internacional de la capital.

Después de despedirse de la chica de cara redonda, Fátima arrastró su maleta y salió del aeropuerto.

En cuanto encendió el celular, apareció un nuevo mensaje de Enrique:

[¿Lograste ver la aurora? ¿Por qué no me mandaste fotos?]

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