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Amor precipitado con un hombre frío romance Capítulo 7

Incluso antes de que pudiera pensar en una explicación, los labios de Pablo se encontraron con los suyos y la besó con descaro mientras sus manos sujetaban sus brazos, apretándola fuerte en su abrazo.

Su frío aliento invadió el suyo, mareándola un poco, se sintió como si él pudiera robarle el alma con su beso.

Soltándola, le dedicó una sonrisa malévola:

—Sra. Marcos, ¿estás satisfecha con esto?

Con el corazón batiendo salvaje contra su pecho, ella intentó liberarse de su abrazo, pero él la sujetaba fuerte, atrapándola de nuevo.

La distancia entre ellos era muy cercana y a la vez muy peligrosa así que...

Susana continuó luchando mientras que él mantenía su abrazo. Al final, ella perdió las fuerzas, así que acabó haciendo pucheros.

-¿Por qué tienes tanta fuerza?

Antes del matrimonio, Juan le había recordado a ella muchas veces que Pablo era débil y que ella tenía que cuidarlo bien. De ahí que ella pensara que era una persona enferma como su abuela.

Pero ahora cuando bajaba la cabeza hacia las grandes manos del hombre que sujetaban su pequeña cintura con firmeza, no podía evitar preguntarse por qué ella no era capaz de manejar a un hombre «débil» incluso aunque ella estaba en forma y con buena salud.

Su mirada enfadada con los ojos llorosos, le hizo pensar a él que su cara era como un melocotón redondo, y se rió. Poniéndola en una posición más cómoda, la puso en su regazo y dijo:

-Solo estoy ciego, pero todo lo demás lo tengo en forma.

Mientras hablaba, sonreía malévolo y se acercaba a sus orejas. Con voz baja y ronca que enviaba temblores por el cuerpo de ella, susurró:

-Estoy en forma abajo también. ¿Quieres comprobarlo ahora, Sra. Marcos?

El corazón de Susana latía incluso más fuerte y su cara se puso roja y caliente mientras sacudía la cabeza con vigor:

—¡No, no, no! ¡No quiero!

Sintiéndose un poco travieso, Pablo mordisqueó el lóbulo de su oreja.

—¿No quieres? ¿No decías que... me darías un hijo por encima de todo?

—Yo... yo... te daré hijos, pero... ¡no ahora! —gritó vacilante. Estaba tan aterrada que no podía hablar con propiedad.

Como no podía entender la personalidad de Pablo, estaba asustada de verdad de que él se lo pudiera hacer en el coche...-. De todas formas... ¡No puedo hacerlo!

En silencio, él la observaba con una mirada peligrosa y autoritaria en los ojos, y ella se sintió aterrorizada solo por la mirada de esos ojos.

La manera en la que la miraba era como si la fuese a devorar en cualquier momento...

Como un conejo aterrorizado, ella lo contempló con ojos aterrados y llorosos:

-No puedo hacerlo...

Alzando sus cejas con calma, el preguntó tranquilo:

-¿Estás segura de que no quieres?

-Sí. -Gimió ella- Puedes hacer lo que quieras conmigo porque eres mi marido, pero... —Ella sorbió y continuó—: ¡No en el coche! El chófer está aquí también... es muy embarazoso...

En lo profundo de su ser, Susana aún era una mujer muy tradicional, y ella no podía aceptar una cosa tan loca...

-Puedo decirle a Manuel que salga del coche -dijo él con una leve sonrisa.

-Eso... eso tampoco está bien... Las noticias han informado de mucha gente pillada teniendo sexo en el coche... -dijo en un intento, tratando de entender sus emociones en ese momento—. Podemos hacerlo en la cama del dormitorio en casa... o si no te gusta la cama, entonces... podemos hacerlo en el suelo también...

Divertido, él preguntó de nuevo:

-¿No estabas dudando de mis habilidades a ese respecto?

-¡No, no lo estaba! -gritó ella. Entonces afirmó-: Yo miré las medicinas equivocadas. Esas no eran para ti.

«¿No eran para mí?» pensó Pablo. Con una mueca torcida, le preguntó:

—Entonces, ¿a quién planeabas darle la medicina, Sra. Marcos?

«Parece que he cavado otro hoyo para mí...» pensó Susana.

Con la desesperación, se inventó otra historia: -Mi buena amiga Helena. Su novio está teniendo problemas en la cama, así que fue a por ellas al hospital y yo las cogí por error.

«Puesto que Helena me ha metido en esto, le echaré la culpa a ella!» pensó para sí misma.

La manera en que contaba un cuento chino tan seria, puso una leve sonrisa en su rostro esculpido, ella podía sentir que sus emociones se estaban calmando. Entrelazando sus manos con las suyas, lo sacudió con dulzura y dijo con coquetería:

-Te juro que las cogí por error. No hay forma de que yo crea que hay un problema con mi marido.

Su voz era tan dulce que era como si destilara miel por sus labios.

Capítulo 7 1

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