Amor profundo escondido de él romance Capítulo 45

Aunque Everleigh no terminó de hablar, Stainley sabía a qué se refería.

—¿Cómo van las cosas entre ustedes dos?

—¿Qué quieres decir? —Se hizo la tonta.

Al notar que no quería hablar de eso, no le insistió y cambió de tema. —Nada, comamos. Deberías comer un poco más.

Cuando estudiaban en el extranjero, Everleigh nunca mencionó a Theodore. De no haberlos visto saliendo cuando estaban en la universidad, nunca habría sabido que estaban juntos.

Salieron juntos de la cafetería después de almorzar; ya era la tarde.

No tenía prisa por volver al estudio de producción después del percance del mediodía, así que buscó un área sombreada en el jardín del hospital para descansar.

—Gracias, Stainley. Si no fuera por ti, no habría podido almorzar. La comida de la cafetería es bastante buena.

—Si te gusta, puedes venir a almorzar más seguido.

—No creo que sea una buena idea. Se supone que ninguno de los miembros del equipo de filmación debe entrar a la cafetería.

—No pasa nada —le aseguró—. Al decano del hospital le preocupa que el equipo interfiera con el funcionamiento del hospital, pero tu eres una médica, así que si se lo menciono, te dejará entrar.

Al principio, quiso rechazar su oferta. Después de todo, no estaba bien recibir un trato especial. Sin embargo, recordó que a Alastair, que parecía indiferente a todo, le encantaba la chuleta de pollo y terminó por aceptar descaradamente su ofrecimiento, tomando aquello como una señal. —Gracias.

—Olvida las formalidades conmigo; no tienes nada que agradecerme.

En medio de su conversación, una figura se acercó a ellos. Un hombre de mediana edad con traje escaneó los alrededores antes de dirigirse hacia Everleigh. —¿Es usted la señorita Everleigh Trevino?

Stainley y Everleigh se sorprendieron.

—¿Quién eres?

—Nuestra Señora quiere verte. ¿Estás libre ahora?

—¿Señora?

Everleigh escrutó al hombre y frunció el ceño; tenía un mal presentimiento.

Sin embargo, Everleigh siguió al hombre hasta el estacionamiento subterráneo del hospital. Cuando se abrió la puerta del ascensor, una brisa fría le rozó las pantorrillas y le dio un escalofrío.

El hombre se detuvo a dos metros de un automóvil y extendió su mano de forma indicativa. —La señora te está esperando en el coche.

Everleigh siguió la dirección de la mano con su mirada.

Era un Porsche negro con vidrios polarizados, por lo que era imposible distinguir quién estaba dentro del coche, aunque el pasajero podía ver hacia afuera con claridad.

Everleigh abrió la puerta y reconoció la figura en el auto; ya podía adivinar lo que estaba pasando.

—Señorita Trevino, ha pasado un tiempo. —Madison estaba erguida en el asiento. Habían pasado siete años, pero se veía tan elegante y majestuosa como siempre.

—¿Señora Godfrey? —Preguntó tensando su espalda y aún sujetando la puerta del auto.

—Señorita Trevino, ¿Me va a hablar allí parada? —Dijo con tono arrogante y frío.

Everleigh frunció el ceño y recobró la compostura; se subió al coche y cerró la puerta para hablar en privado.

—¿Qué puedo hacer por usted?

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