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Amor profundo escondido de él romance Capítulo 76

La alergia a los mariscos de Theodore era algo que Everleigh sabía desde que estaban en la escuela secundaria. Más adelante, cuando ella se matriculó en la Universidad Médica de Ocpeace, investigó cómo contrarrestar los efectos de la alergia e incluso realizó experimentos con Theodore para probar teorías. Sin embargo, después de atormentarlo con todas sus pruebas, la investigación no dio resultados fructíferos.

Recordar esos eventos del pasado era como presionar una espina en el corazón, una que ha estado ahí durante mucho tiempo y que, luego de años sin ser tocada se ha olvidado que estaba allí. Pero de pronto, algo la roza por accidente y revive un dolor profundamente enterrado.

Entretanto, Everleigh y Theodore no se dirigían la palabra y, junto a ellos, toda la sala estaba silenciosa, era como si todo el mundo se hubiera quedado en silencio. En ese momento, un celular sonó de repente rompiendo el incómodo ambiente.

Al instante, Everleigh tomó su celular a toda prisa y salió a contestar la llamada. Su pánico era obvio incluso si se la miraba por la espalda, por eso, tener esa excusa para salir del lugar se sintió como si le hubieran concedido una amnistía.

—¿Hola? —contestó.

—Everleigh, ¿encontraste a los niños? ¿En dónde estás ahora? —era Stainley del otro lado de la línea.

—Sí, los encontré. Ahora estamos almorzando.

—¡Genial! Estaba pensando en almorzar contigo, pero no esperaba que Erica causara un alboroto. Espero que no te haya hecho demasiado escándalo.

—Estoy bien. Creo que Shawn estaba más conmocionado que yo. ¿Puedes ayudarme a disculparme con él? Lo invitaré a comer cuando regrese a la universidad —dijo Everleigh apenada.

—Claro, no hay problema. ¿Qué tal esta noche? ¿Tienes algo que hacer? Ya casi termino con mi trabajo en la universidad, podríamos ir al zoológico —sugirió Stainley.

Everleigh les había prometido a Adrienne y Alastair que los llevaría al zoológico ese fin de semana, pero como Stainley le comentó sobre la reunión de ex alumnos, el plan se retrasó indefinidamente. Ella había pensado que el evento duraría el día entero, pero afortunadamente, terminó temprano por la tarde. Ahora no tenía mucho que hacer, podía aceptar la propuesta si quisiera.

—¿El zoológico? —exclamó Everleigh. Después de vacilar por un momento, miró por la ventana y vio que las nubes se habían oscurecido, lo que indicaba que el clima podría cambiar en cualquier momento. Rápidamente respondió—: Mejor vayamos otro día, creo que está por llover.

En ese momento, además recordó que antes de salir de su casa escuchó que estaba pronosticado lluvia para ese mismo día.

—Está bien. Llámame cuando estés en casa —concluyó Stainley.

—Por supuesto.

Justo en el instante en que Everleigh cortó la llamada, un mesero pasó convenientemente junto a ella llevando el plato de mariscos que habían pedido. Con el calor del verano, el marisco fresco se hacía más apetecible y aún más refrescante. Ella se lo quedó mirando, pensativa y con las emociones mezcladas, con sentimientos inexplicables en su corazón.

Mientras tanto, en la sala, Adrienne estaba comiendo erizo de mar con una cuchara. Rápidamente, Theodore le sirvió una porción a Alastair, pero Adrienne sacudió la cabeza inmediatamente y dijo:

—Papá, Alastair no puede comer erizo de mar. Si lo hace, le saldrán puntos rojos.

Al escuchar eso, Theodore entrecerró los ojos y estudió a Alastair con la mirada. La alergia era un rasgo hereditario y él también era alérgico a los mariscos. ¿Podrías ser...?

En ese momento, Everleigh abrió la puerta y entró a la sala. Cuando volvió a sentarse junto a Adrienne, levantó la cabeza y vio que Theodore la evaluaba con una mirada inquisitiva.

—¿Qué pasa? —preguntó ella confundida.

—¿Alastair también es alérgico a los mariscos? —inquirió el hombre.

La palabra «también» la puso tensa. No podía estar segura de que Theodore fuera realmente el padre de sus hijos. Sin embargo, los pequeños detalles la hacían sentirse cada vez más inclinada a creer que sí lo era.

Entre esos detalles, era evidente que Alastair y Theodore compartían un parecido asombroso. Además, la personalidad de ambos era muy similar: odiaban hablar y sus gustos eran parecidos. Y por último, los dos eran alérgicos a lo mismo.

Sin embargo, al final, todo eso no eran más que intuiciones, no tenía certezas. Si quería usarlas para convencerse a sí misma estaba bien, pero no podía explicarle a Theodore con total seguridad lo que sospechaba. Simplemente le faltaba confianza para hacerlo, necesitaba certidumbres.

—Sí —respondió ella evitando la mirada de Theodore—. No es muy grave. Hoy en día muchos niños son alérgicos a los mariscos. Escuché que mejora a medida que crecen.

—No lo creo —expresó Theodore con los ojos fijos en Everleigh.

—No le hagas caso, está por llover. Los llevaré mañana yo sola.

—No, no lo hará. Mami está mintiendo otra vez, ha mentido mucho últimamente. Nunca fuimos al zoológico —se quejó Adrienne, luego levantó la cabeza para ver a Theodore y continuó—: Papá, mamá prometió llevarnos hoy, pero después Stainley le pidió ayuda. ¡Es por eso que nos trajo aquí y no al zoológico!

—¿Eso es cierto? —inquirió Theodore con la mirada fija en Everleigh.

Si lo que decía Adrienne era cierto, entonces Everleigh había roto su promesa con sus hijos por la invitación de Stainley. Al pensar en eso, la miró con ojos inquisitivos y vio que la expresión de Everleigh se llenaba de culpa.

Por su parte, ella se sintió como una niña que había hecho algo malo y estaba esperando que sus padres la castigaran. Estaba tan nerviosa que no se atrevía a mirarlo a él ni a sus hijos.

—Papá, hay un panda gigante en el zoológico de Ocpeace. No hay nada igual fuera de país. Alastair y yo nos morimos por ir a verlo. ¿Puedes acompañarnos, por favor? —explicó Adrienne, quien parecía estar echando leña al fuego.

—Está bien, iremos cuando terminemos de comer.

De repente, Everleigh levantó la cabeza y le lanzó una mirada de asombro a Theodore. Él seguía igual de calmado que siempre, pero no le devolvió la mirada. Prosiguió dándole otra frutilla en la boca a Adrienne y parecía que estaba cuidando de su propia hija. Cualquiera que lo viera sin conocerlo juraría que tenía experiencia cuidando niños.

—No... De verdad, no tienes que hacer eso. Debes estar muy ocupado, no le hagas caso a Adrienne —dijo Everleigh con nerviosismo.

—No tienes que venir si no quieres. Adrienne es mi amiga y quiero llevarla al zoológico. Además, a mí no me gusta engañar a los niños —replicó Theodore con sarcasmo.

Las palabras del hombre fueron frías y Everleigh no estaba segura de si la estaba insultando por ser narcisista o por no cumplir su promesa con sus hijos.

—Está bien, los acompañaré —exclamó ella, que no tuvo más remedio que aceptar.

No importaba cuán poco confiable fuera como madre, nunca permitiría que otra persona cuidara de sus hijos. Especialmente si ese alguien era Theodore.

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