Julieta
La gran guerra había pasado y el Rey de Todos los Lobos había ganado.
Sin embargo, no todos los cambios son buenos. Mi hogar, la manada Sombras de la Noche, había perdido a su mejor alfa: Rogelio, y habíamos caído en la oscuridad. Los humanos ya no eran bienvenidos. Mi padre y yo nos mudamos al pueblo cercano e intentamos hacer nuestras vidas.
—Pero miren lo que tenemos aquí —dijo un hombre lobo, atravesándose en mi camino; di varios pasos hacia atrás.
Me dirigía a reunirme con Nora, una amiga. No debía caminar por aquí, sabía que era peligroso, pero ella quería hablar de algo importante.
—¿Loba o humana? —preguntó otro. Era inmenso, de cabello rubio.
Excelente pregunta. Mi madre era loba, una guerrera, había muerto en un ataque. Mi padre era humano. Aún no cumplía la mayoría de edad; no sabía si tendría a mi loba. A veces sentía algo dentro de mí, pero por mi físico lo dudaba.
—Es pequeña, fuera de forma ¡Tiene lentes! —se rieron.
—Yo… solo pasaba por aquí. Me iré pronto a la universidad —mi voz salió chillona.
—¡Entonces eres una nerd!
—¡Mucho mejor! Nadie la extrañará —mencionó otro, me colocaron una bolsa de tela negra en la cabeza y me arrastraron fuera del camino, mientras gritaba.
Echaron a correr mientras se reían. Mi cabeza daba vueltas y, por un momento, perdí el conocimiento. Cuando desperté, estaba en el suelo, estábamos en el bosque. A mi alrededor vi mujeres aterradas, todas jóvenes, pero sabía que la mayoría eran lobas. Las conocía. Algunas estaban paralizadas de miedo, otras parecían prepararse. ¿Pero para qué?
—Comienza la gran ceremonia, muestren sus respetos a la luna lobos. Y que su presa sea marcada—gruñó un hombre grande, estábamos rodeadas de lobos, todos con máscaras con formas de lobos.
—¡Viva alfa Horacio! —gritaron varios más allá, mientras se golpeaban el pecho como animales. Vi unos lobos pálidos, sabía de dónde venían. Eran Herejes de la Noche, lobos de una manada sin escrúpulos, capaces de todo.
—¡Juli! —gritó una voz desconocida y unos brazos me atraparon. Era Nora, mi amiga, vivía en mi pueblo, Molino Blanco. Decía que su hermano la dejaba ahí por precaución, eran muy unidos. Nora era una loba atlética, alta, fuerte.
—¡Tienen que sacarla de aquí! ¡Ella no tiene nada que ver con esto! —clamó. Siempre había sido muy valiente.
—¡Te crees muy importante, niña tonta! Aquí no importa tu rango. Eres una simple media humana. No te preocupes, tú, como ella, están de relleno. Ningún lobo las elegirá nunca. Nadie se rebajaría a tan poco —resopló uno con una voz extraña, como si arrastrara las palabras.
—¡Juro que voy a vengar esto! Juro en el nombre de...
—¿De tu estúpida madre humana? —respondió el lobo, riéndose, los demás empezaron a burlarse. —Al menos tú sí vas a tener una loba, eso lo reconozco. Tienes fuerza y espíritu.
—Ya vas a ver lo que voy a hacer con mi fuerza y espíritu —dijo ella.
—¡Dejen de pelear como niños! La Cacería Sagrada comienza dentro de poco —respondió uno inmenso, parecía un alfa.
—¿Cacería? —pregunté, espantada.
—Es un ritual antiguo, prohibido. El rey jamás permitiría algo así. Es vinculante y sagrado. Si te atrapa un lobo… eres de él. Para siempre —dijo Nora, preocupada—. Es una forma antigua en que los lobos encontraban a sus compañeras, cazándolas.
Sentí un nudo en el estómago.
—¿Y qué pasa si lo hacen? ¡Yo no quiero ser la mate de ninguno de ellos! —dije horrorizada.
Aún tenía esperanzas de encontrar a mi mate. Cuando cumpliera la mayoría de edad, podría encontrarlo. Y, si no, elegiría a alguien. Me enamoraría, como los humanos.
—No lo permitiré, ¿está bien? Tienes que confiar en mí —dijo ella, mirándome a los ojos. Su cabello era negro, sus ojos grises, hermosos. Nora sobreviviría. ¿Pero qué sería de mí? Finalmente apareció la luna llena y los lobos empezaron a movilizarse.
—Ponte esto, humana —me dijo un lobo y me tiró un pedazo de tela roja. Las mujeres se lo colocaban en los ojos, era una venda. Ellas con sus instintos, irían en la oscuridad.
Afuera se escuchaban gritos, me preocupé por Nora y las demás chicas, aunque sabía que eran las más fuertes y podrían defenderse. Damián parecía aterrorizado ante la idea de que alguien nos encontrara.
Se mantenía alejado de mí, sus ojos se oscurecían; respiraba agitado. Era como si aún no decidiera qué hacer conmigo. Yo lo observaba en silencio, no podía dejar de mirarlo. No solo por su atractivo, sino porque había algo en él que ni siquiera sabía explicar.
—Hace frío —dijo de pronto, y me sorprendí cuando se quitó su chaqueta y me la dio, con mucho cuidado, como si no quisiera tocarme. Tal vez los demás lobos lo molestarían por atrapar una humana.
—¿Por qué me elegiste? — pregunté; él gruñó.
—No te elegí, te tomé porque ellos podían hacerte daño, no deberías estar aquí —respondió de inmediato. Él elegía con cuidado sus palabras.
—Nora...
—Ella está bien —espetó fríamente.
—¿La conoces?
—Suelen andar juntas. Ella entrena en el equipo de atletismo y tú te quedas dibujando en tu cuaderno — sacudió la cabeza, como si no debiera haber dicho eso.
—Hago gráficos que me ayudan a estudiar. Quiero ser doctora —le confesé. Vi una pequeña sonrisa en sus labios.
—Tenemos que quedarnos aquí. En pocos días, termina la cacería —me dijo, pude sentir su tono decepcionado.
—¿Días? ¿Qué sucederá? —pregunté.
—Te atrapé. ¿No es cierto? Eres mía— dijo acercándose.

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