Julieta
Corrí por pasillos, abrí una puerta y, salí como desesperada. La ciudad se abrió ante mí, inmensa, y avancé sin mirar a dónde. Tomé el primer autobús que pasó, me bajé en un centro comercial y caminé, esperando que se perdiera mi rastro. Finalmente llegué a mi casa, pero no podía superar el miedo.
Me había encontrado cara a cara con mi peor enemigo y me había amenazado. De nuevo.
Me eché a llorar en la cama. Estaba perdida, derrotada. En la entrevista no había puesto mi dirección, pero dentro de mí algo gritaba que me encontraría. Comencé a dudar, ¿Hui? ¿O me habían dejado huir?, pero ¿por qué?
Esa misma noche escuché el rugido de algunos lobos afuera; dormí aterrada. Soñé otra vez con el lobo, estaba molesto, aullaba y corría por el bosque como si sufriera. También soñé con la ciudad, gigante, aterradora, y con cristales negros que explotaban; la ciudad me engullía, me absorbía, me llamaba a su manera. Me levanté sudando, con terror de acercarme a las ventanas.
Estaba decidido, tenía que irme. Me mudaría lejos, de nuevo. Damián dijo que me había encontrado, no iba a detenerse. Ilusamente esperé que se olvidara de mí, de que lo había herido, que me había escapado. Pero a la mañana siguiente, me desperté con un estruendo: alguien estaba buscándome, golpeando mi puerta. Me asomé y vi que era Ágata. Su cabello negro era resplandeciente, sus ojos azules, hermosos.
—Quiero saber si estás bien. Lo prometo, solo quiero hablar —indicó y sentí un aire cálido que me tranquilizó.
Ella había sido tan amable y yo había salido corriendo no muy profesionalmente. Se lo debía, podía hablar e intentar disculparme. Cuando abrí la puerta en pijamas, ella sonrió.
—Doctora...
—Siento haberme ido así, es solo que… no podía estar ahí.
Ella asintió, intuí que ella sabía del pasado de ambos, pero ¿qué tanto? No le hice señas para que pasara. No quería que ella viera mi departamento en ruinas, que viera cuánto necesitaba el dinero.
—Te necesitamos. Esa es la verdad. Podría decir muchas cosas, pero esa es la realidad. Hay… un problema en la ciudad, y todos están en riesgo —su sinceridad me asombró.
Riesgo, ¿qué podría suceder en la ciudad perfecta?
—¿Por qué yo?
—Eres humana. Los humanos no son afectados, pero sí el resto de las criaturas de la noche: vampiros, lobos, y lo que sea que exista, además, el equilibrio en la ciudad es muy delicado. Los humanos conviven, protegidos, pero no saben que hay otros seres con ellos. Muy pocos lo saben. Y tú tienes el conocimiento, la habilidad. No exagero al decir que esperamos años por ti Doctora—dijo suplicante. Dijo que yo era humana, ¿entonces que era ella? Cada vez me intrigaba más esta ciudad, y Empresas Ónix. Si no fuera por ese desgraciado, el hombre que más odio, que destruyó mi vida, la decisión sería fácil.
La escuché con mucha atención, pero no supe qué responder.
—Toma, esta es la propuesta que Empresas Ónix tiene para ti, y este es mi teléfono de contacto. Escríbeme si tienes alguna duda —dijo ella y se fue.
Con nerviosismo abrí el sobre y adentro estaba el contrato, con una suma ridícula. Esto pagaría mi universidad, creo que hasta mi posgrado. Y era solo el monto mensual.
Era una oferta más que tentadora. No solo la paga era buena, sino que podía ayudar. ¿Acaso ese no era el objetivo de un médico? Cuidar a otros. Pero, además, me intrigaba saber qué sucedía en Ciudad Ónix.
Claro que, el contrato decía claramente que debía trabajar con Damián. Y no, simplemente no podía. Solo había una solución.
Comencé a empacar mis cosas, eran pocas. Me iría solo por un tiempo, hasta que todo se calmara. Hablaría con el dueño, rogaría, le pagaría después. Llamé a un taxi y me sorprendió lo rápido que apareció en la puerta del edificio.
—A la estación de tren —indiqué, subiendo mi bolso. El chofer era rubio, tenía un sombrero extraño y lentes oscuros. ¿En la noche? Raro. Pero fue más raro cuando me habló.
—Doctora Alba —dijo con una voz profunda.
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