En aquel punto Blair ya ni siquiera sabía qué responderle. Si él no estaba seguro de lo que quería, ¿cómo pretendía que ella lo entendiera? Terminó de bañarse y se sentó en aquella ventana viendo cómo llovía afuera; la tormenta estaba en todo su apogeo, así que durante toda la noche el agua no cesó.
Blair no tenía idea de dónde estaba durmiendo Nate, ni de que siempre se escabullía en la madrugada para llevarse ropa limpia sin despertarla. Al día siguiente, muy temprano, el clima había mejorado un poco, pero la preocupación de la muchacha solo iba en aumento.
Necesitaba saber si todo aquel desastre había cumplido su objetivo, si estaba embarazada o no, así que dejó a Nathalie a cargo de la amable niñera, y después del desayuno se acercó a Adaline para pedirle aquel favor.
—¿A la ciudad? —preguntó la mujer sorprendida—. Estoy un poquito ocupada, cariño, y creo que con estas lluvias el resto de los peones también lo está. ¿Es muy urgente?
—No... Bueno...
—Linda, puedes hablar ¿Necesitas algo importante?
—Pues quería ir a comprar una prueba de embarazo —murmuró Blair y Adaline se quedó muda por un segundo.
—¿Y por qué no le dices a Nate que te lleve?
—No, es que... Bueno, es que quería que fuera sorpresa —mintió la muchacha—. Así que preferiría ir sola.
—Bueno, pero para eso no tienes que meterte en la ciudad, cariño. Tenemos una farmacia muy buena como a unas cinco millas, pasando el puente... Espera, te doy las llaves de uno de los autos —le dijo Adaline rebuscando entre las gavetas de la cocina—. Aquí siempre tengo las copias. Toma. Puedes llevarte este, solo sigue la carretera de la derecha, y el letrero está enorme e iluminado allí. No te puedes perder.
Blair le dio las gracias y tomó la llave que le ofrecía, pero apenas puso el trasero sobre el asiento cuando sintió una risita tierna que conocía muy bien.
—¿Nathalie...? Nate —dijo, viendo que traía en los brazos a la pequeña.
—¿Vas a salir? —la increpó él y Blair suspiró, pero no tenía pensado mentirle.
—Necesito saber qué terreno estoy pisando —declaró—. Quiero ir a la ciudad a comprar una prueba de embarazo.
Nate asintió en silencio y acomodó a la bebé en la sillita para niños del asiento trasero.
—Muy bien, te llevo.
—No hace falta, yo...
—No es algo que me perdería —replicó él abriéndole la puerta del copiloto.
La muchacha se sentó, y pocos minutos después salían de la propiedad.
Nate pasó de largo la farmacia que le había indicado Adaline y continuó varias millas más hasta la ciudad, donde se metieron en una de las farmacias más grandes. Pagó por una prueba de embarazo y se la puso en las manos, señalándole un baño cercano.
—Mejor salimos de dudas aquí mismo, ¿no? —susurró abrazando a Nathalie, y Blair no hizo ni un sonido mientras se dirigía hacia el baño.
Un largo minuto, extremadamente largo, pero cuando la muchacha salió de allí, solo le mostró el resultado antes de lanzarlo al bote de basura.
—Nada —murmuró, intentando guardarse la desesperación que sentía—. Negativo.
—Tranquila, todavía es demasiado pronto para saber.
—Ese test es el mejor que hay, detecta el embarazo incluso con pocos días.
—Entonces nos llevaremos más de esos —le aseguró Nate—. Y estarás haciendo pipí en una barrita hasta que salga el resultado que queremos. Ahora, ¿qué te parece si nos distraemos de todo esto y te llevo a almorzar?
Podía decir que no, pero el torrencial estaba horrible afuera de nuevo, y el ambiente en la casa cada vez se sentía más pesado para ella, así que accedió y permitió que Nate las llevara a un bonito restaurante, donde se sentaron cerca de un enorme ventanal acristalado para ver la lluvia.
—Hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza —dijo él de repente y Blair lo miró con atención—. Es sobre lo que dijo mi padre, sobre darle mi apellido a Nathi, y creo... A lo mejor tiene razón, ¿no es cierto? ¿Para qué tenemos que esperar?
—Porque así lo dice nuestro contrato —replicó Blair—. Dice que adoptarás a Nathalie después de que yo te dé un hijo, no antes.
—Lo sé, pero...
—¿Qué pasa si no salgo embarazada? —preguntó, y un segundo después se dio cuenta de que aquel límite de tiempo era algo que solo existía para ella.
—Saldrás embarazada tarde o temprano, así que no importa, pero si Nathi lleva mi apellido ahora...
—No lo sé, Nate —lo interrumpió la muchacha con honestidad—. Yo no... Lo siento, pero yo no confío en ti. Y no veo cómo podría dejarle a mis hijos a un hombre en el que no confío. Todavía estoy tratando de resolver eso.
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