BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 26

La carretera estaba limpia. El día era demasiado soleado y aun así Nate sentía que su mente estaba llena de oscuridad. Los gritos a su lado no cesaban, los gritos detrás de él no cesaban, aunque el único que realmente tenía razones para gritar y odiar era él. O al menos eso había creído hasta que aquel camión se había metido frente a su auto.

Ni siquiera había visto el árbol mientras maniobraba para desviarse, solo aquel golpe fuerte y luego demasiado silencio. Silencio y oscuridad. Unos que amenazaban con asfixiarlo... exactamente igual que ahora.

Su primer instinto fue sacar la cabeza, pero no había un “arriba” dentro de aquel auto, pateó hasta encontrar la puerta, pero no había nada más que falta de oxígeno y oscuridad.

No podía ver absolutamente nada frente a él por más que sus ojos lucharan por adaptarse. La crecida no era agua limpia, llevaba todo lo que podía arrastrar la corriente, desde ramas, piedras, animales muertos, pero sobre todo mucho lodo, el agua revolvía el lecho del río hasta convertir la corriente en una marea imparable de color chocolate.

Intentó reconocer lo que estaba tocando en medio de aquella oscuridad y sus manos pasearon sobre el borde de la ventanilla, cortándose con algunos cristales, pero al menos así encontró la abertura para impulsarse hacia afuera. A duras penas logró pasar al otro lado y en cuanto lo hizo entendió que ahora además de estar a merced de la corriente, también estaba sin la protección fatídica del auto, y el poco aire que llevaba en los pulmones se le fue en un gruñido cuando algo lo golpeó con fuerza en el hombro izquierdo.

Intentó sacar la cabeza fuera del agua y solo algunos segundos le permitieron tomar más aire antes de que un nuevo golpe lo hicieron encogerse sobre sí mismo, desorientado. La corriente lo arrastraba tan rápido que ya ni siquiera podían escucharse los gritos.

—¡Naaaaaaaaaaaaaaaate! —aquel nombre había salido de la garganta de Blair mientras tendía desesperadamente las manos hacia él.

—¡Naaaate! —Matt se había quedado tan en shock que no atinaba a gritar más de lo que ella lo hacía.

La corriente los arrastró, pero gracias a aquella cuerda lograron llegar a la orilla, debatiéndose entre el fango para correr de vuelta a la camioneta.

—¿Qué haces? ¡Tienes que buscarlo! ¡Tienes que...!

—¡Sube, sube, Blair, sube! —le gritó Matt mientras sacudía a Elijah—. ¡Vamos, vamos, muévete, necesitamos buscar ayuda!

Los dos sabían que el terreno de las riberas del río era demasiado angosto como para meter la camioneta que llevaban, así jamás lograrían ayudar a Nate.

—¡A la casa, vamos, písale, Elijah!

Aquellas dos millas que faltaban se le hicieron eternas a Blair. Abrazaba a su hija con desesperación y las lágrimas salían de sus ojos sin parar.

La había salvado. Nate le había salvado la vida, pero ¡a costa de la suya? Blair rezaba porque no fuera así, pero sabía que el peligro era demasiado grande y que aquel infierno estaba lejos de terminar.

Elijah frenó frente a la casa y Matt ni siquiera esperó a que el auto estuviera bien detenido para lanzarse.

—¡Papá! ¡Papáááá! —gritó desesperado mientras corría hacia una de las camionetas todoterreno que tenían.

—¿Qué pasa, hijo? ¿Por qué gritas? —se adelantó Rufus viéndolo pasar frente a él.

—¡Nate se cayó al agua! ¡Se cayó al río con el auto! ¡La crecida se lo llevó!

—¡¿Cómo que la crecida?! —lo increpó Rufus poniéndose lívido—. ¡No puede ser! ¡¿Qué fue lo que pasó?!... ¿Y la niña, y Blair?

—¡A ellas logramos sacarlas! —gritó Matt encendiendo el auto—. A ellas las sacamos, pero Nate todavía estaba dentro cuando la corriente lo arrastró...

Un segundo después Sebastián saltaba al asiento del copiloto de la todoterreno y Matt la aceleraba regresando por donde había llegado.

Y aquellos eran los momentos en que el patriarca de la familia demostraba de qué estaba hecho, porque a pesar de todo su dolor y de toda su preocupación se lanzó hacia aquella camioneta donde estaban Blair y la niña.

—¿Hija, están bien? —Pero aquellas lágrimas en el rostro de Blair y el llanto desesperado de la bebé eran todas las respuestas que había—. Tranquila, lo vamos a encontrar. ¡Asher! —llamó a su hijo menor que corrió a su lado—. Llévatelas al hospital ahora mismo, haz que las revisen y asegúrate de que estén bien!

El muchacho ni siquiera se lo hizo repetir. Un segundo después se ponía al volante y la camioneta con la muchacha y la pequeña se dirigía al hospital.

Mientras, Rufus daba órdenes y Adaline miraba la escena como si estuviera frente a un cuadro surrealista.

—¡No puede ser, no puede ser…! ¿Cómo que se lo llevó la crecida? ¿Qué locura es esa…? ¿Por qué...?

CAPÍTULO 26. Un recuerdo en la oscuridad 1

CAPÍTULO 26. Un recuerdo en la oscuridad 2

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