—¡Lo encontraron! —Aquel grito hizo que Blair se incorporara en la cama respirando entrecortadamente.
—¿Está…? ¿Asher...? —Ni siquiera se atrevía a preguntar si estaba vivo hasta que vio en el rostro de su “cuñado” una sonrisa de alivio.
—¡Está vivo! ¡Todavía no saben qué tan herido, pero está vivo!
—¿Ya lo están trayendo?
—Sí, mandaron a una ambulancia. Va a estar aquí en cuestión de minutos, tranquila —le dijo el muchacho, y Blair se cubrió la cara con las manos, sollozando para que toda aquella tensión se liberara.
Veinte minutos después las enfermeras habían tenido que mandarla a sentar tres veces porque tenían que cuidar su pie, pero ella simplemente no podía quedarse tranquila.
Apenas vio pasar a varios doctores corriendo, se lanzó fuera de su habitación y escuchó angustiada todo lo que decían mientras se llevaban lejos la camilla con Nate.
—Trae un hombro dislocado, vamos a acomodarlo...
—No, no tenemos tiempo. Vamos la directo a la máquina de TAC, vamos a hacerle una tomografía, no sabemos si puede traer alguna hemorragia interna por los golpes...
Blair se detuvo sosteniéndose de la pared mientras su corazón retumbaba con fuerza, pero para cuando fue capaz de atravesar medio hospital con su pierna dolorida, ya le habían hecho a Nate aquella tomografía y lo habían enviado a un cubículo de urgencias.
—Van a acomodarle el hombro ahora —explicaba un médico—. Por suerte no tuvo heridas internas, aunque sí está bastante magullado. Lo más serio que tiene es ese hombro fuera de lugar, pero vamos a resolverlo, ¿qué familiar va a entrar a...?
—¡¿Tú qué haces aquí?! —Se escuchó el gruñido molesto de Adaline, y todos se giraron dándose cuenta de que se dirigía a Blair.
—Solo quiero verlo… —murmuró la muchacha desconcertada—. Quiero entrar a verlo, por favor.
—¡Tú no tienes que entrar a ningún lado! ¡Todo esto es tu culpa! —escupió la mujer con rabia ante la sorpresa de su familia—. ¡Tenías que ir en medio de la lluvia! ¡Y tenías que llevarte a mi hijo! ¡Si tú no hubieras...!
—¡Mamá, basta!, ¡¿qué diablos te pasa?! Ya te dijeron que esto fue un accidente, ¿no es verdad, Elijah? —se interpuso Asher—. ¿Por qué estás tan empeñada en culpar a Blair?
—¡Porque si ella no hubiera salido...!
—¡Entonces nos habríamos accidentado nosotros, mamá! —exclamó Matt—. ¡Ese animal se iba a cruzar en el camino de cualquiera!
—Por favor, no discutan —suplicó Blair con cansancio—. Solo quiero verlo un momento, nada más...
—¡La única que tiene que verlo aquí soy yo, que soy su madre, tú no eres...!
—¡Adaline! —resonó la voz de Rufus detrás de ellos—. ¡¿Pero qué demonios te pasa, mujer?! ¡¿Por qué actúas de esa manera?!
La cara de su esposa era el mapa exacto de la frustración y la molestia, pero antes de que nadie más pudiera decir algo, el doctor se adelantó hacia la muchacha.
—¿Tú eres Blair?
—Sí.
—Entonces entra tú, por favor. Él no deja de preguntar por ti.
La muchacha tragó en seco y cojeó alrededor de su “suegra” para entrar en el pequeño cubículo mientras afuera Adaline se quedaba discutiendo con su marido y todos sus hijos que no entendían por qué actuaba de aquella manera, y desde luego no estaban dispuestos a darle la razón.
Entró conteniendo el aliento y se cubrió la boca con las manos al verlo todo sucio, con rastros de sangre en la cara y en las partes del cuerpo visibles, tirado de costado en aquella camilla, con el hombro izquierdo completamente fuera de lugar.
—¿Nathalie...? —fueron las primeras palabras de Nate cuando la vio, pero por su expresión ella no estaba segura de si estaba despierto o delirando.
—Está bien, Nathalie, está bien...
—¿Tú...? ¿Tú estás...?
—También estoy bien, Nate —le aseguró tomando su mano—. Estamos bien gracias a ti —le dijo mientras las lágrimas corrían por su cara—. No salvaste a las dos... No tenías que...
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