Resumo do capítulo Capítulo 13 de Besando a mi esposo
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—¡Aaah! —Valen pensó que iba a golpearla, así que cerró los ojos y puso cara de terror. Sin embargo, unos segundos después, no sintió nada; así que comenzó a abrir lentamente los ojos. Lo que vio no se lo esperaba: Scales había recogido su mochila.
—¡Tómala! —Le entregó la mochila.
Valen lo miró con sus bellos, grandes y brillantes ojos.
—¿La quieres o no? —Scales estaba impaciente.
—¡Sí, la quiero! —Valen extendió al instante la mano para tomar la mochila.
—¡Eres una pequeña desagradecida! —resopló Scales.
Valen hizo un puchero y bajó un poco la cabeza. Entonces, Scales miró a esta pobre chica, hizo una pausa y le preguntó:
—¿Por qué estás despierta tan tarde?
Valen dudaba si decir la verdad.
—¡Habla! —le ordenó Scales y dijo con severidad—: ¡Y no mientas! —Scales era astuto. Antes de que Valen hablara, ya se había dado cuenta de que estaba a punto de decirle una mentira.
Valen no tenía otro remedio que decirle la verdad, así que frunció los labios y contestó:
—Bueno, iba a dormir, pero de repente recordé una cosa, así que me levanté...
Scales frunció el ceño.
—¿Qué cosa? —preguntó.
Valen lo miró, luego le dijo:
—¡Prométame que no va a reírse de mí si le digo la verdad!
Scales asintió y le hizo una señal para que continuara hablando, Valen solo respiró profundo y continuó:
—Yo… me olvidé de hacer los deberes.
Scales se quedó callado. ¡Se le olvidaba que esta chica era solo una estudiante de último año!
—¡Cuñado! —En este momento, volvió a sonar la voz de Valen.
Scales la miró, ella le sonrió y continuó:
—Pero... —Valen quiso decir algo; sin embargo, Scales no le dio oportunidad alguna.
Valen no tuvo más remedio que seguirlo hasta el estudio. Era un estudio muy moderno, con un librero alto y ancho en la pared de la izquierda.
—Vaya... —Mientras Valen se asombraba, no pudo evitar decir como en un suspiro—: ¡Hay tantos libros!
Scales se sentó frente a un escritorio muy grande y dijo:
—Ve ahí a hacer los deberes.
Al escucharlo, Valen no pudo evitar mirar al otro lado. Había un conjunto de sofás sobre una alfombra afelpada. ¡Se veía bien! Se acercó alegre y se sentó en el suelo frente a la mesita del té. Luego sacó el libro de texto de su mochila y se dispuso a hacer los deberes. En este momento, la voz de Scales volvió a resonar:
—Pídele al mayordomo que te prepare un estudio mañana. Dile el tipo de muebles que te gustan, ¿entiendes?
—¡Sí! —asintió Valen. Pensó por un momento y añadió—: ¡Gracias, cuñado!
Scales se quedó sin palabras; estaba enfadado.
—¡No soy tu cuñado!
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