Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! romance Capítulo 126

Resumo de Capítulo 126 : Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate!

Resumo de Capítulo 126 – Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! por Internet

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¡Qué bien!

¡Por fin Cipriano podía casarse con ella con toda legitimidad!

Susana ansiosa se bajó de la cama, se quitó la sonda y quiso irse, pero como había tomado una serie de medicamentos que podían provocarle convulsiones, su cuerpo aún estaba débil, y en cuanto se levantó, se desplomó en el suelo.

Los que estaban afuera oyeron el ruido y corrieron apresurados hacia la habitación.

Yago asustado levantó a Susana del suelo y la devolvió a la cama, sintiéndose impotente y frustrado: —¡¿Podrías parar un momento?!

—Yago, ¿es cierto lo que dijiste? ¿Cipriano se divorció? —Susana lo agarró desesperada del brazo, con los ojos relucientes.

—Aunque Cipriano se haya divorciado, no se va a casar contigo. Ríndete.

—¡No! ¡Él es mío! ¡Tiene que ser mío!

—Susana, deja ya de comportarte como una loca. Si Cipriano hubiera querido casarse contigo, lo habría hecho la vez pasada. Pero no quiso hacerlo. Y esta vez, después de todo lo que le hiciste a Viviana... —Yago inhaló profundo para no explotar: —¿De verdad crees que todavía te va a prestar atención?

—¡Sí se casará conmigo! ¡Tengo un plan que no fallará! ¡De verdad, tengo un plan! ¡Créeme! —Susana rebosaba seguridad.

Esa expresión tan convencida daba la impresión de que Cipriano ya le había dicho que sí.

Yago y los demás miembros de la familia Herrera presentes en la habitación quedaron mudos al oír esta sarta de tonterías.

La observaban atentos con profunda preocupación... ¿Sería que realmente tenía un trastorno mental?

Durante toda la tarde, Viviana estuvo de mal humor, preocupada de que Susana pudiera volver a librarse del castigo.

Especialmente después de enterarse de que el hombre vestido de negro había confesado ser el autor de todo lo sucedido.

La policía descubrió que efectivamente él y Susana eran amigos, y que él parecía estar enamorado de ella. En los registros de chat no había pruebas de que Susana lo hubiera instigado, ni había transferencias de dinero.

Solo se veía cómo Susana se desahogaba con él.

Y ciertas insinuaciones implícitas.

Aunque ella, la víctima, sabía con claridad que Susana era la mente maestra en todo esto, en ese momento solo estaban las dos, y sin grabación, no había evidencia alguna.

Viviana no cenó.

No tenía apetito.

Enrique la había estado esperando un buen rato. Al ver las frutas que llevaba, comentó: —¿Y trajiste frutas? Si no eres una extraña.

Viviana sonrió: —¿Dónde está el jefe David?

Enrique señaló el pasillo de la izquierda: —Está en el dormitorio, ve directo a la habitación del centro. Anda, yo pongo las frutas en el refrigerador.

Viviana: —Está bien.

Le entregó las frutas a Enrique y se dirigió al dormitorio.

Cuando llamó a la puerta y entró, al ver al hombre recostado en la cabecera de la cama, con una bata azul oscuro, y sentir cómo toda la habitación estaba impregnada de su presencia, recién entonces reaccionó un poco... Eh, ¿no era algo inapropiado que entrara sola?

Iba a cerrar la puerta, pero con su movimiento terminó dejándola abierta.

—Cierra la puerta.

La voz fría vino de repente desde la cama.

Viviana se sobresaltó y respondió enseguida: —Ah, sí.

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