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Chave de pesquisa: Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! Capítulo 140
Parecía una queja, una acusación una complejidad de cosas.
Como si Viviana lo hubiera engañado, le hubiera sacado dinero y amor, y al final de cuentas lo hubiera abandonado para lanzarse a los brazos de David.
Viviana se quedó sin palabras.
Le devolvió la mirada a Cipriano con una profunda calma, como si estuviera observando a un niño con alguna deficiencia mental.
Finalmente, Cipriano volvió a dirigir la vista hacia el rostro impasible de David: —Lo que dijo el jefe Yago... También es lo que yo pienso.
Su expresión seguía siendo altiva y sombría, pero el tono ligeramente áspero de su voz traicionaba su verdadero estado emocional.
David tenía un cierto brillo burlón en la mirada: —¿Lo que dijo el jefe Yago? Disculpa, tengo mala memoria. Jefe Cipriano, ¿podrías repetirlo?
Cipriano furioso se quedó callado.
Apretó los puños con fuerza.
¿Rogarle a David? ¡Imposible!
Se levantó con brusquedad, dispuesto a irse.
Yago se apresuró a levantarse y lo sujetó, lanzándole una mirada que le suplicaba que mantuviera un poco más la calma.
De repente, Celestino intervino muy respetuoso para apaciguar la situación: —Jefe David, el proyecto fue reevaluado y no presenta ningún inconveniente. El presidente del consejo, Arturo, ya ha dicho que mientras tú lo apruebes, él no se opondrá. Mira, hoy el jefe Yago y el jefe Cipriano vinieron con sinceridad a buscar tu apoyo. Sé generoso y dales una oportunidad.
—¿Con sinceridad?
David respondió con otra pregunta mientras observaba de reojo a Cipriano, que seguía siendo sujetado por Yago. Lo negó: —No lo parece.
Las venas ya se marcaban en la frente de Cipriano.
Justo cuando parecía que iba a volcar la mesa, Yago se lo llevó a toda prisa fuera del salón.
Adentro, Baldomero también percibió que David solo quería ridiculizar a Cipriano. Quizás todo era por Viviana. Bah, otro hombre débil ante la belleza.
Pero eso le agradaba.
El problema no era un hombre difícil, sino uno que no tenía puntos débiles.
Viviana era guapa, sí, pero mujeres guapas hay por montones. Si a David le gustaban las mujeres, todo sería más fácil.
Él tenía una gran colección de bellezas para ofrecerle.
—Ese jefe Cipriano tampoco colaboraba, qué inmaduro. —Dijo Baldomero con fingido reproche, y luego le lanzó una mirada significativa a su secretaria: —El café del jefe David ya se terminó. ¿Por qué no has llenado la taza? Tú también estás en las nubes.
La secretaria captó enseguida la insinuación. Al levantarse, se peinó el cabello con un gesto coqueto y caminó con una actitud más seductora.
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