Resumo do capítulo Capítulo 152 de Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate!
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No se equivocó.
A David le gustaban justo ese tipo de chicas.
A los que se creían superiores por lo general les encantaba ese perfil: despreciaban lo vulgar, detestaban lo llamativo y sentían lástima por las pobres e indefensas florecitas blancas.
Ese era su as bajo la manga, preparado con mucho cuidado.
—Haz que entre Margarita.
Baldomero inclinó la cabeza de inmediato hacia la secretaria Alba.
La secretaria Alba salió caminando a paso largo.
Pasó un buen rato antes de que regresara, acompañada de una chica delgada.
La joven llevaba un sencillo vestido lila, su piel era blanca como la nieve, tenía una melena abundante y un rostro atractivo sin maquillar, lleno de colágeno; tan terso que parecía que al tocarlo saldría agua. Conservaba un leve aire infantil en las mejillas, con facciones delicadas y unos ojos grandes, vivaces y cristalinos. Cuando miró a David, parecía un cervatillo asustado en medio del inmenso bosque...
Los cuatro amigos de élite presentes no pudieron ocultar al instante su expresión de deseo.
Las otras mujeres que acompañaban al grupo la observaron con frialdad, hostilidad o incluso hasta desprecio.
Viviana tenía una expresión pensativa.
Ella también había notado que David había mirado hacia afuera hace un momento. ¿En qué momento se fijó en esa insignificante chica?
¿Le había entonces gustado?
Si, sí, eso no tenía sentido.
Más allá del misterio de su orientación sexual, una trampa tan evidente y burda como esa no debería haberlo engañado.
—Margarita, él es el jefe David.—Dijo Baldomero con una sonrisa dirigida a la joven.
Margarita, algo nerviosa, entrelazó las manos, bajó la cabeza y habló con una voz tan baja como la de un mosquito: —Jefe David, mucho gusto. Me llamo Margarita. Encantada de conocerlo.
Su sencilla presentación tenía un toque de torpeza ingenua.
Por supuesto, viniendo de una chica tan pura y adorable como esta, esa torpeza se volvía aún más encantadora ante los ojos de los hombres.
David no respondió, solo esbozó una leve sonrisa.
Desde los personajes hasta el desarrollo del guion, todo progresaba a la perfección. Tsk, tsk.
Aunque no podía evitar señalar algunas fallas: Con tantos asientos disponibles, ¿por qué tenía que sentarse justo al lado de uno de esos tipos? ¿Acaso el resto de los asientos tenían clavos o qué?
Y además, ¿por qué asumir que David era el bueno? ¿Solo porque era guapo...? Ah, claro. La conejita indefensa siempre eligiendo al más guapo del salón para pedir ayuda. Esa es una ley natural.
Mira esa mirada decidida... ¡como si estuviera a punto de presentarse a un partido!
—No asusten a Margarita.—intervino la secretaria Alba, protegiendo con firmeza a la joven. Luego, en voz baja, le susurró a Margarita.—Pronto busca un lugar donde sentarte, si no ellos...
No terminó la frase, solo le lanzó una mirada que dejaba claro que debía salvarse por sí sola.
Margarita, conteniendo por un momento las lágrimas, caminó apresurada hacia donde estaba David y, con voz temblorosa y desamparada, preguntó: —¿Puedo sentarme aquí?
David estaba sentado en un sillón individual, pero parecía que ella recién se daba cuenta de ese detalle. Lo miró con ojos suplicantes, como si no tuviera otra opción.
Esperando que él la ayudara.
—Puedes...—David por fin habló, con voz serena. Hizo una pausa y luego, con amabilidad, añadió.—Ponerte en cuclillas.
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