Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! romance Capítulo 173

Resumo de Capítulo 173 : Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate!

Resumo do capítulo Capítulo 173 de Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate!

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Viviana mostró una sonrisa más fea que el llanto.

¿Quién querría participar en una competencia así? Ahh…

—¿No puedo participar en algo bueno...?—alzó con dolor la cabeza; su voz era apenas un susurro.

—Claro que sí,—David lo afirmó con firmeza. Sonrió, con un brillo resplandeciente en los ojos, su voz firme y suave como un licor dulce,—si quieres participar, puedes participar en lo que sea.

Viviana aún podía resistir un poco más. No estaba acostumbrada a andar por ahí lloriqueando por los rincones ni a hacer el ridículo delante de los demás, pero en ese momento, sintió que también podía darse un gusto, mostrarse vulnerable, dejarse consentir un poco. Una oleada cálida y punzante le brotó enseguida desde el fondo del pecho, llevándose por delante esa barrera que la mantenía firme.

La vista se le nubló, no podía ver nada con claridad.

Soltó toda la tensión del cuerpo, pero sin temor a tropezar y hacerse pedazos, ni a dar un paso en falso y caer en el abismo.

Se recostó en él, desahogándose en absoluto silencio, sin restricciones.

David sabía que a ella le importaban demasiado las apariencias, así que se quitó el saco y se lo puso en la cabeza mientras la llevaba apresurado fuera del restaurante.

Ya en el auto, ella seguía temblando de los hombros sin emitir ni un sonido.

Las emociones, cuando se reprimían por mucho tiempo, una vez que se liberaban no se detenían con facilidad. Eran como la marea: llegaban con fuerza y tenían que seguir su curso normal hasta calmarse por completo.

Quién sabe cuánto tiempo más pasó.

Viviana por fin logró calmarse.

Después de esa descarga emocional, se sentía mucho más ligera. Todo a su alrededor estaba en absoluto silencio, y fue entonces que se dio cuenta de que seguía aún en el auto... abrazando...

¿Abrazando?

¡¿De veras abrazando?!

De pronto, asustada se despertó del todo, como si le hubieran echado un balde de agua fría.

Y luego...

¡Vio que sus brazos rodeaban su cintura! ¡Y que tenía la cara apoyada en su pecho!

Como si fuera su almohada favorita, esa que abrazaba con agrado todas las noches. Tan natural, tan descarado... y tan problemático.

Sus ojos se movían con cierto nerviosismo, tratando de buscar una salida.

¿Se soltaba con naturalidad y se sentaba derecha?

¿O quizás mejor fingía estar dormida, esperar a que él la despertara y luego hacerse la que no sabía nada?

Esta última opción parecía ser más viable. Hace unos días, durante un viaje de trabajo, también se había quedado dormida y terminó en sus brazos, y él no dijo ni una sola palabra.

Justo cuando estaba pensando cómo escaparse de esa situación tan vergonzosa, una voz sonó una y otra vez sobre su cabeza.

—No le des más vueltas a ese asunto, si sigues pensando, se nos va a hacer de noche,—él le dio unas palmaditas muy suaves en la cabeza,—vamos a comer primero. Después te dejo abrazarme otra vez.

...

Viviana se quedó paralizada, de la cabeza a los pies.

Y luego, ¡pum!, ¡se hizo mil pedazos!

David pidió en total seis diferentes tipos de comidas.

Al terminar de ordenar, levantó la vista y la miró de reojo.

Viviana fingió que bebía agua, mirando el paisaje por la ventana mientras tomaba unos cuantos sorbos. Pero por los nervios, sus dientes no dejaban de golpear el borde del vaso.

—Este vaso...

David habló desde el otro lado.

Viviana lo miró perpleja sin entender lo que decía,—¿Ah dime? ¿Qué pasa con el vaso?

—No se come.

Lo dijo con toda la seriedad del mundo.

Ese tono y expresión eran como si estuviera hablando con una niña que se había sentado en el suelo a intentar comerse las piedras.

Viviana se quedó paralizada por unos segundos.

Miró el vaso en su mano, tan avergonzada que sintió que su alma abandonaba su cuerpo.

Por suerte, la comida no tardó en llegar.

Entonces activó con rapidez su modo "comer como si el mundo se fuera a acabar".

Así podía terminar rápido, irse antes y, lo mejor de todo, evitar tener que hablar con él.

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