¡Buenas noches, Señor Ares! romance Capítulo 2473

La expresión de Prajna cambió drásticamente. “¿Dónde está el otro hilo de tu alma?”, preguntó exasperada.

Tenzel miró a su prometida, y una sonrisa de autodesprecio apareció en su hermoso rostro. “Él me dio una oportunidad de vivir, y sin embargo tú no estás dispuesta a dármela. Te amaba tanto y nunca esperé que fueras tan cruel. Prajna, si hay una vida después de la muerte, espero no volver a verte”.

Prajna apretó los labios y su hermoso rostro se llenó de vergüenza.

“Lo siento, Tenzel. Pertenecemos a países diferentes. Cuando nuestros países están en conflicto, tengo que obedecer a mi rey y a nuestros súbditos. En cuanto al amor, ni siquiera vale la pena mencionarlo frente al amor que deberíamos tener por nuestro país”.

Él dijo con una sonrisa amarga: “Prajna, te amo. Estoy dispuesto a darle la espalda a mi país. Y tú me amas, pero pusiste tu amor por tu país y tus súbditos por encima de mí. Solo espero que un día puedas entender que todos los seres vivos no tienen fronteras. Todos los seres vivos son iguales”.

En ese momento, el padre de Tenzel se acercó furioso y levantó la mano. Le dio al chico una bofetada en la cara. Gritó con frustración: “Tenzel Jurran, ¡qué débil eres! Entregaste una de mis ciudades a Prajna y casi arruinaste mi país por amor. ¿Lo ves? Ella no aprecia tus esfuerzos. En cambio, quiere tu vida. Es porque mientras estés vivo, no eres más que una amenaza para ella”.

“Eres el más tonto de este planeta, Tenzel Jurran”.

Mientras Tenzel estaba siendo atado en la cruz, su largo cabello ondeaba con el viento. Su mirada impenetrable se fijó en algo lejano.

“Yo, Tenzel Jurran, nunca me he arrepentido de ninguna de mis decisiones”.

Su padre gritó exasperado: “¡No voy a tener un hijo tan desleal e indigno como tú! Eres exactamente como tu madre, Tenzel. Naciste siendo un santurrón y lleno de un sentido de la amabilidad totalmente inútil”.

Entre la multitud, Malaquías sujetó aún más la cintura de la mujer y le susurró al oído: “Puede que a él no le guste tu amabilidad, pero a mí sí”.

La mujer miró fríamente al hombre de la plataforma de ejecución, era su esposo. Para no convertirse en esclavo de una nación vencida, eligió entregar a su hijo al país enemigo. Permitió sin piedad que el país enemigo sacrificara a su propio hijo.

Los ojos de la mujer estaban llenos de odio. “Lo quiero muerto”.

Malaquías esbozó una ligera sonrisa. “Sí. Pero antes de que muera, tengo que pedirle que se arrepienta de lo que ha hecho”.

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