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CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 107

Michael Hall

Yo me encontraba en una espiral de confusión y desesperación. Aunque intentaba negar lo sucedido, las palabras de Suzanne y las imágenes que comenzaban a formarse en mi mente le causaban un inmenso malestar.

Caminaba por las calles con una sensación de desamparo y angustia, repasando una y otra vez los eventos de esa noche, incapaz de comprender cómo había terminado en esa situación.

No puede ser, me repetía en la mente una y otra vez, con ganas de llorar como si fuera un niño, sentía mi corazón destrozado, no sabía cómo iba a mirar a Sarah, ¿Qué le iba a decir? Me sentía demasiado decepcionado y avergonzado, ¿Qué le iba a decir? Ensayaba en mi mente una y otra vez mis palabras, porque si de algo estaba seguro es que un suceso como ese no podía esconderlo, debía contarle.

Sin embargo, no podía evitar sentir que el miedo atenazaba mi interior, ¿Cómo ella iba a reaccionar? Eso la destrozaría, de solo imaginarme su carita de angustia, sus ojos llorosos se me partía el corazón.

Nunca había creído en el amor, aunque anduve con una y otra, no le hacías promesas, pero me propuse en el momento cuando encontré el amor de mi vida, que le sería fiel, que jamás la haría sufrir, y ahora había roto esa promesa, porque había engañado a Sarah y eso la haría sufrir.

Me llevé las manos a la cabeza tirando de mis cabellos, estaba desesperado, angustiado, era una sensación que me quemaba por dentro, me corroía, y me producía hasta repulsión de mí mismo.

Necesitaba conocer la verdad, porque en mi mente no había ninguna otra explicación para lo que pasó, más que me habían drogado, pero eso solo podía saberlo yendo a un centro de salud para que me practicaran los análisis correspondientes.

Así que decidí tomar un taxi para que me llevara, subí y le di las indicaciones para que me llevara al hospital más cercano.

Justo en ese momento, el celular, en mi bolsillo, comenzó a sonar insistentemente. Al ver la pantalla, era Sarah, mi esposa, cerré los ojos mientras esperaba que dejara de marcar, pero no fue así, ella llamaba una y otra vez y sentí mi alma temblar.

Cada tono del teléfono parecía martillar mi conciencia, recordándome mi traición y la incertidumbre de lo que había ocurrido en esa habitación de hotel.

Con la respiración agitada, decidí no atender las llamadas. No estaba listo para enfrentarla, no tenía palabras, es que ni siquiera tenía claridad sobre lo que podía decirle. Sabía que mi silencio generaría más preguntas, más sospechas, pero en ese momento, no tenía otra opción, estaba avergonzado de mí mismo, era tanto mi sufrimiento que las lágrimas salieron de mis ojos, me las limpié con premura.

El chofer me vio y me miró con curiosidad, y de pronto me dijo.

—Los hombres no lloran.

Yo negué con la cabeza y le respondí.

—Los hombres si lloramos, cuando nos damos cuenta de que actuamos de manera incorrecta y que por eso estamos a punto de perder a la persona que más amamos en la vida, esa mujer es mi todo y no sé cómo voy a verla, la vergüenza me corroe, y sé que después de esto no la merezco —pronuncié con voz quebrada.

El taxista asintió con comprensión, sin decir palabra alguna más. Mientras tanto, yo tenía la mirada perdida en el paisaje urbano que se deslizaba a través de la ventana del taxi, sentí una especie de alivio momentáneo al expresar en voz alta parte de mi tormento interior.

Fruncí el ceño, desconcertado por lo que había escuchado. Seguí caminando, creyendo haber malinterpretado aquellas palabras.

Sin embargo, no había dado muchos pasos cuando escuché algo similar, en otras personas, causándome numerosas dudas.

“¿Acaso ese no es el hombre que salió en las redes sociales que le había montado los cuernos a la esposa?”.

Esas palabras hicieron que me preguntara que estaba pasando, así que decidí tomar mi celular y comencé a revisar las redes sociales, lo que vi me hundió más en la desesperación, sentí que caía estrepitosamente en un abismo.

Las lágrimas se me derramaron mientras intentaba controlar la avalancha de emociones que me abrumaban. Me sentía atrapado en una pesadilla, incapaz de despertar. Mi mente estaba llena de remordimientos, arrepentimientos y una sensación de haber perdido el control sobre mi propia vida. ¿Me preguntaba cuándo dejé de ser feliz? ¿Cuándo mi vida se convirtió en un infierno?

Mi teléfono vibró en mis manos con la notificación de un correo de voz, como un recordatorio constante de mi fracaso. Sabía que tendría que enfrentar la tormenta que se avecinaba, que tendría que explicar lo inexplicable.

Decidí escuchar el mensaje y la voz de Sarah en mi buzón de voz y cada palabra era como una daga clavada en mi pecho, un eco doloroso de lo que una vez fue su amor, ahora herido y quebrado por mi propia imprudencia.

“Aunque estamos separados… pensé que no lograrías sustituirme tan pronto… pero entiendo, yo tomé la decisión de alejarme y ahora veo que ha sido lo mejor… tú no habrías aceptado mi condición… había pensado llamarte para darte las explicaciones que no te di. Aunque ya no vale la pena dar explicaciones… espero que seas feliz Michael, y que esa chica te dé todo lo que no pude darte… no te sientas culpable, todo esto es parte de la vida. Mi abogado se pondrá en contacto con el tuyo para lo del divorcio… eres un buen hombre y mereces ser feliz y te lo deseo de corazón. Adiós Michael”.

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