Alexis Kontos
Cuando lo vi una extraña sensación me recorrió, el niño me miró con una expresión de curiosidad, mientras yo sentí mi cuerpo temblar.
—Hola, bebé ¿Cómo te llamas? —pregunté con voz quebrada por completo, conmovido, me parecía increíble que ese pequeño fuese real y no producto de mis sueños.
—Bebé —dijo el niño.
Su presencia en ese lugar, solo podía significar que Tarah debía estar por allí.
—¿Dónde está tu mamá? —le pregunté y el niño hizo un gesto levantando la mano con la palma hacia arriba.
—No che… mamá tabajando —respondió el pequeño con voz infantil.
Antes de que pudiera seguir conversando con él, se escuchó la voz de una mujer.
—Liam Paul, ¿Dónde estás? ¿Por qué huiste? —y enseguida apareció una mujer joven reprendiéndolo—, disculpe si este pequeño bribón lo está molestando.
Cuando el niño la vio comenzó a reír y a querer bajarse de mis brazos, pero me negaba a dejarlo ir. La chica lo agarró de mis brazos, y después dirigió su mirada a mí, palideció al ver mi rostro y dirigió la mirada al pequeño.
—¡Oh por Dios! —exclamó—, disculpe.
Luego de esas palabras salió corriendo, sin darme tiempo a preguntarle nada, y aunque caminé detrás de ella antes de poder darle alcance, me interceptó una secretaria.
—Señor Kontos, acompáñeme a esperar a la presidenta de la empresa —dijo la mujer y aunque yo quería ir detrás de la mujer y el niño, la expresión decidida, sé la secretaria, me hizo seguirla.
Me hicieron pasar a una sala, donde una de las paredes era de cristal, fruncí el ceño porque tenía la sensación de que me estaban observando tras ese cristal.
Me quedé mirándolo fijamente y mis sospechas cada vez tomaban más fuerza, sin embargo, nadie salió.
Miraba el reloj porque había llegado la hora de la reunión, sin embargo, los segundos se convirtieron en minutos, ni la presidenta y ningún otro ejecutivo de CanaAeroTech aparecían.
La situación me estaba poniendo de mal humor, porque durante todo el tiempo que había estado en el mundo de los negocios jamás hice esperar a nadie, y era la primera vez que me hacían esperar, esa situación me desagradaba y me demostraba el poco respeto que tenía la presidenta por esa reunión.
Sin embargo, decidí seguir esperando porque yo era el más necesitado, esa gente era la única que podían ayudarme para salvar la empresa, así que no tenía ninguna otra alternativa. Decidí recostarme de la silla, mientras tamborileaba mis dedos en la mesa por completo nervioso.
Estaba intentando mantener la concentración en los asuntos empresariales, pero mi mente divagaba constantemente hacia el niño y la mujer que se lo llevó, múltiples preguntas llegaban a mi mente ¿Estaba trabajando allí? ¿Cómo llegó a esa empresa? ¿Por qué no la había encontrado? ¿Se estaba escondiendo? Y cada vez que una pregunta surgía sentía la angustia palpitar dentro de él, además, no podía despojarme de esa sensación de que me observaban detrás del cristal y eso comenzó a inquietarme.
Tarah O'Kelly
Yo observaba a través del cristal al hombre con él que había pasado una noche, esperaba que se hastiara y se fuera, pero tal parecía que su necesidad de conseguir un contrato con la empresa era mayor, no podía dejar de sonreírme, sintiéndome satisfecha, mi amiga me vio y me miró con interés.
—¿Por qué tengo la sensación de que estás planeando algo muy cruel? —me preguntó Sara, mirándome con los ojos entrecerrados.
—Será porque me conoces… deseo ver el mundo arder, veremos cuál amor es más grande para Alexis Kontos, si el amor a su prometida o a Kontos Airline —señalé observando al hombre nervioso en la sala.
—¿No vas a reunirte con él? —interrogó curiosa.
—Sí, pero cuando yo lo diga… soy una mujer muy ocupada, lamentablemente por eso debo postergar la reunión.
En ese momento le di instrucciones a mi secretaria sobre lo que haría, pero que esperara un poco más de tiempo para notificarle.
Llegado el momento la mujer entró a la sala a conversar con él mientras yo los veía y escuchaba hablar.
—Señor Kontos, lamento decirle que la señora Tremblay, no puede atenderlo hasta las dos de la tarde, le envía disculpas, si no puede hacerlo, ella no tendrá otra oportunidad de reunirse con usted por lo menos en un año. Si desea aguardar, un par de horas puede hacerlo en el salón de espera o aquí, si no quiere hacerlo puede esperar un año para volverse a reunirse —informó mi secretaria con una expresión imperturbable.
Las palabras de mi secretaria no fueron bien recibidas por Alexis, quien frunció el ceño con frustración y desagrado. Parecía estar en un dilema, pero finalmente asintió con disgusto.
—Está bien, esperaré. Pero asegúrese de que la señora Tremblay se entere de que no me hace ningún favor retrasándome de esta manera, porque por esta causa tengo que cancelar compromisos importantes —dijo con un tono severo.
La secretaria asintió con una sonrisa que parecía poco sincera.
—Por supuesto, señor Kontos. Le informaré de inmediato.
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