Maxwell Crane
Sorprendido por su enigmática declaración, fruncí el ceño tratando de entender qué quería decir con esas palabras cargadas de misterio. Pero antes de que pudiera indagar más, Emma se interpuso entre nosotros, intentando calmar la situación.
—Tía, no sé qué te traes ni que estás buscando con todo esto, pero como te conozco bien, sé que no es nada bueno, porque eres una intrigante —dijo con severidad—, en este momento no estoy para conflictos ni para resolver tus misterios, y ahora no es el momento ni el lugar para discusiones. Ahora, si quieren seguir hablando del tema, vayan a otro sitio, pero no dejaré que hagas del sepelio de mi padre un circo —declaró Emma, mirándola con determinación.
La tía de Emma miró a su acompañante, intercambiaron miradas y finalmente asintieron, aunque en su actitud no mostraba ni un ápice de arrepentimiento.
—Está bien, Emma. Pero me voy a asegurar de que escuches lo que debo decir, llegó la hora de que conozcas la verdad, no creas que tu madre fue la mujer perfecta y tu padre el hombre noble y de reluciente armadura —expresó burlesca.
Vi cómo Emma apretaba las manos a un lado de su cuerpo, tratando de controlar su enojo, y en ese momento fue el Donato que salió a defenderla.
—Es bueno saberlo, me imagino que de usted misma no tiene nada que decirnos, por qué ya resulta evidente que es un animal ponzoñoso y venenoso —expresó y la mujer se quedó viéndolo con rabia.
—Te aconsejo que no te metas en problemas que no son tuyos, porque puedes resultar involucrado de una manera que no te va a gustar —pronunció de manera amenazante.
—Si cree que puede hacerlo, inténtelo, le recuerdo que ella no está sola, y yo voy a defenderla de usted y de quien sea —dijo Donato con firmeza.
Aunque me gustaba ver a la vieja descolocada, me irritaba que fuera Donato quien lo hubiese logrado y quedado como el salvador de Emma, no sé qué iba a hacer, pero necesitaba alejarlo de ella.
—Y por supuesto que me tiene a mí… su novio —sentencié y Emma abrió los ojos desorbitados, iba a debatirme, pero le tomé la mano y se lo impedí.
—Muy interesante… al parecer por eso dicen que la historia es cíclica —pronunció, tomando a la chica que andaba con ella de la mano, alejándose de nosotros.
Cuando la mujer se alejó, Emma se dejó caer en su asiento, se veía visiblemente agotada.
—Maxwell, Donato, quizás sea mejor que se retiren, y me dejen un momento a solas, esto es demasiado abrumador para mí —pidió Emma, con voz firme pero cansada.
Yo no quería salirme y dejarla sola, temía que la arpía de su tía regresara y siguiera incordiándola, pero al ver a Donato, asentir, y comportarse perfectamente como niño vestido para misa en domingo, no podía quedarme atrás, a regañadientes, salí de la habitación detrás de él, cerrando la puerta tras nosotros para darle a Emma el espacio que necesitaba.
Una vez fuera, la tensión entre Donato y yo era palpable. Ambos estábamos callados, solo evaluándonos fijamente, al final fui yo quien terminó rompiendo el silencio.
—Ya tu tiempo con Emma pasó —sentencié, mis palabras cayeron como plomo sobre Donato, lo sé porque aunque trató de disimularlo, su cuerpo se tensó.
—¿Perdón? —inquirió con una ceja levantada.
—Que tu oportunidad con ella pasó, ya no puedes revivir algo que nunca existió, por lo menos de parte de Emma, —expresé y las palabras sonaron extrañas hasta mis propios oídos parecía un novio celoso.
—¿Piensas que no estamos juntos por qué ella no me prestó atención? —inquirió para segundos después soltar una carcajada, aunque sin esperar respuesta continúo—, pues permíteme decirte que estás errado, no estamos juntos porque yo era mayor que ella, y me alejé hasta que madurara, pero ahora que he regresado, ya veo que se convirtió en toda una mujer, y no pienso apartarme de su lado, no esta vez.
—Yo lamento decepcionarte, pero ahora Emma es mi… —no me dejó hablar.
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