Castigado por su amor romance Capítulo 1368

Sabrina levantó las manos para golpear ferozmente al hombre. “¡¿Qué estás haciendo?! ¡Sebastian Ford, bájame! ¡Mañana nos divorciamos! A partir de mañana, ya no somos marido y mujer, ¡bájame! ¡Bájame! ¡Sebastian Ford! ¡Por favor, no pisotees mi dignidad! ¡Solo déjame morir! ¡Si me sueltas, golpearé mi cabeza contra la pared! ¡Sebastian Ford! ¡Ve a ver a Lori Gibson! ¡Ve a ver a tu nueva amante! ¡Es más joven que yo, más hermosa que yo, más educada que yo! ¡Ella vivió en el extranjero!”.

“¡¿Qué soy yo?! ¡Solo soy una ex convicta! ¡Eres un idiota! ¡I*bécil! ¡Bájame! ¡Eres sucio! ¡Eres repugnante! ¡Bájame!”.

“¡Ve con tu nueva novia! ¡Solo soy una maldita ex convicta! ¡Fui encarcelada! ¡¿Por qué me estás tocando?! ¡Suéltame!”.

Las lágrimas de Sabrina salían libremente de sus ojos, goteando por sus mejillas y sobre su cabello. El rostro de él estaba empapado de su saliva. Incluso a través de su camisa, sus afiladas uñas arañaron líneas sangrientas en su pecho. ¡Si él no estuviera usando una camisa, ella podría incluso desenterrar sus órganos e intestinos!

¡Esta mujer! ¡Ella era una experta en golpear a su esposo! Sin embargo, no importaba lo duro que arañaba o lo fuerte que gritaba, todavía no podía zafarse de sus garras. El hombre la abrazó aún más fuerte. Abrió la puerta de la habitación de una patada y la arrojó sobre la cama. Antes de que pudiera abalanzarse sobre ella, ella levantó la pierna y le dio una patada.

“¡Sebastian Ford, idiota! ¡Si te atreves a tocarme, golpearé mi cabeza contra la pared y moriré! ¡m*ldito i*bécil! ¡Muérete, idiota!”.

Ella gritaba como loca, sollozando a todo pulmón mientras sus dedos no dejaban de moverse, clavando sus uñas en cualquier carne que pudiera alcanzar. Su piel ardía debido a sus afiladas uñas, ¡se sentía como si sus uñas fueran más afiladas que las garras de un gato!

Sin embargo, a pesar de que Sabrina ejercía toda su fuerza, no era rival para él. En un minuto, sus extremidades fueron completamente inmovilizadas por él.

Mientras hablaba, ¡ya había desgarrado su ropa! Una de sus manos agarró sus dos muñecas y las levantó por encima de su cabeza, fijándolas en su sitio. Mientras tanto, su otra mano rasgó su ropa libremente. Capa a capa, desde su ropa exterior hasta su ropa interior más íntima. En dos o tres minutos, le había arrancado toda la ropa.

Estaban muy familiarizados con el cuerpo del otro, participando en actividades amorosas al menos varias veces a la semana. Sin embargo, ahora, ella no sentía nada más que humillación por mostrarse así frente a él.

Se odiaba a sí misma por ser tan débil. Odiaba no poder matarlo ahora mismo. Pero sobre todo, se odiaba a sí misma por seguir amándolo.

Así era.