Castigado por su amor romance Capítulo 169

“¿Quieres saberlo ahora?”, preguntó Selene, llena de regocijo.

Sabrina miró a Selene con una expresión sombría en su rostro. “¿Quién es?”.

“¿Por qué no lo adivinas?”.

“¿Un criminal en la cárcel, esperando la sentencia de muerte?”, adivino Sabrina, pues no tenía ni idea. Cuando había conocido a ese hombre, estaba claro que estaba encarcelado.

Selene negó con la cabeza. “Sabrina, estoy segura que no eres capaz de adivinarlo, así que déjame que te lo diga. Mañana temprano, a las siete. Nos encontraremos en la Tienda de Té por Siempre, cerca de aquí, y entonces te lo contaré todo como es debido, ¿de acuerdo?”.

“¡¿Por qué no me lo dices ahora?!”, preguntó Sabrina con un tono exigente.

“Oye, ya se está haciendo tarde. Si te lo voy a contar, tendría que empezar desde el principio. Sabes que estoy embarazada, igual que tú. Tengo el hijo del Joven Amo Sebastian dentro de mí, ¿sabes lo valioso que es eso? No puedo permitirme el lujo de descuidarme, y necesito volver antes de que el cielo se oscurezca por completo. Si realmente quieres saberlo, te lo diré mañana temprano. Recuerda, Té por siempre, ¿de acuerdo?”.

Sabrina, que seguía sin estar convencida, gritó: “¡¿Qué trucos traes entre manos?!”.

Selene sonrió al decir: "No te preocupes, ya te irás pasado mañana, ¿qué trucos podría hacer? Además, en mi posición actual, con la familia Ford adorándome tanto, podría deshacerme de ti fácilmente si así lo quisiera. ¿Por qué tendría que recurrir a trucos?".

Sabrina se quedó sin palabras, pero sabía que Selene tenía razón.

Ella lo pensó por un momento. Como solo partiría en el tren dentro de dos días, mañana tendría todo el día para ella. Si Selene no mentía y el padre de su hijo seguía vivo en la ciudad, Sabrina no podía dejar pasar la oportunidad de conocerlo, al menos para que el niño que llevaba en su vientre tuviera una oportunidad distinta a la que ella esperaba.

Después de un rato, Sabrina aceptó reunirse con Selene. “Bien, ¿tienes alguna condición?”.

Aunque no se tratara de un truco, era imposible que Selene le contara un secreto así sin esperar algo a cambio.

“Por supuesto”, contestó Selene socarronamente.

“¿Cuáles son las condiciones?”.

“¡Quiero el colgante verde que te regaló mi suegra, el que vale cincuenta o sesenta mil!”, dijo Selene con fiereza.

¿Así que ella ha venido por el colgante?