Castigado por su amor romance Capítulo 1808

Los llantos de Sabrina solo pudieron ser escuchados por Sebastian. En ese momento, Sabrina, a quien le habían colgado la llamada, miraba a su esposo de una manera incomparablemente miserable, débil y lamentable. Lloraba de forma tan inconsolable que gemía. "Sebastian, quiero a Aino. Quiero a mi Aino. Quiero a Aino...".

Sebastian se quedó atónito. También sangraba por dentro al tener el corazón roto. En ese momento, quería decirle a su esposa: "Te dije que no te acercaras a Sean Ford. Que no te acerques a Sean Ford...".

A pesar de eso, Sebastian no dijo nada en absoluto. Su esposa y su hija eran amables a más no poder. Sean Ford, en cambio, era su padre biológico. ¿Quién iba a esperar que él utilizara tal método para engañar a Aino y llevársela? ¡Ese era su padre biológico! ¿Quién lo habría esperado? Se había encargado de tantas cosas en el mundo y se había asegurado de que nadie en toda Ciudad del Sur se atreviera a ponerle un dedo encima a Aino. Sebastian incluso hizo que Kingston siguiera de cerca a la niña en todo momento. Sin embargo, aún así no la protegió de su propio padre. ¿Qué estaba haciendo ese día? Incluso él se mostró bondadoso ese día, por no hablar de Sabrina y Aino. Eso fue porque vio que Henry ya estaba en su lecho de muerte.

Había estado ocupado en el hospital por la mañana, y había vuelto a ir al hospital por la tarde. Al final, lo que consiguió fue que su propia hija fuera secuestrada por Holden. ¿Qué demonios fue eso? ¿Se suponía que Sebastian tenía que hacer un derramamiento de sangre en toda Ciudad del Sur y luego tener otro baño de sangre en esa pequeña isla? Si se le obligaba a ello, lo haría.

Abrazó a su esposa y le acarició suavemente la espalda. No pudo hablar durante mucho tiempo. Eso era porque una vez que hablara, esa sangre metálica y dulce de su garganta saldría a chorros de su boca. No quería que Sabrina lo viera escupir sangre. Sin embargo, Sabrina lo vio. Porque ese fluido metálico y dulce en su garganta aumentó de volumen y se hizo más y más denso. Entonces, involuntariamente, se le escapó por la comisura de los labios.