Castigado por su amor romance Capítulo 1821

Su voz temblaba con fuerza. "Papá, ¿dónde está mi... madre?".

Aturdido, Sebastian miró a su propia hija. ¿Cómo podía Dios ser tan cruel con él? ¿Lo estaba presionando Dios? ¿Lo estaba castigando Dios por ser tan despiadado y sin corazón al ni siquiera tener piedad de sus hermanastros mayores? ¿Lo estaba castigando Dios por no cuidar bien de su madre? ¿Lo estaba castigando Dios por no cuidar de su padre y de sus abuelos? Sin embargo, de todas esas cosas, ¿de cuál de ellas se le podía culpar? Si no hubiera matado a sus hermanastros mayores de entonces, el que habría muerto hubiera sido él. Ellos fueron los que le pusieron las manos encima primero. Sebastian solo tomó represalias. ¡Represalias!

¿Qué hay de su madre? Sebastian ya hizo todo lo posible para cuidar de su madre. Al menos Sabrina había querido y cuidado mucho a su madre, pero ¿qué obtuvo Sabrina? Ya estaba embarazada de ocho meses, ¡pero se la llevaron para ser una rehén! ¿Estaba Dios insistiendo en provocar a Sebastian y dejarlo ir a matar?

En ese momento, la expresión de Sebastian era feroz. Por un momento pensó en derribar toda la Residencia Ford. ¿Qué padre? ¿Qué madrastra? ¿Qué abuelo y qué abuela? Si no fuera por la Residencia Ford, que se mantenía firmemente erguida desde hace cien años, ¡dónde estarían todas las bondades y rencores del pasado!

Lo primero sería que su madre, sin duda, tendría una vida muy buena. Tal vez habría sido una renombrada diseñadora de arquitectura en el extranjero, ¡y la persona con la que se casó habría sido un cerebro! Entonces, ¡la relación de amor-odio entre hermanos no habría existido entre él y Holden! ¡Eso significaba que todos esos rencores también dejarían de existir! ¡Todo era culpa de la Residencia Ford! ¡La Residencia Ford era la causa principal de todo! Sebastian apretó sus dos manos con tanta fuerza que se volvieron tan duras como el acero.

Justo en ese momento, sonó el teléfono de Sebastian. Lo cogió y vio que en realidad era el número de teléfono de Sabrina. ¿Acaso ella no había descartado su número y apagado su teléfono? Sin pensarlo dos veces, Sebastian contestó inmediatamente la llamada: "Hola, ¿es... Sabrina?".

Al otro lado de la llamada, Sabrina ya lloraba tan desconsoladamente que no podía hablar. Ya no pensaba seguir viviendo. Ya lo había discutido con Sebastian y había subido decididamente a bordo del barco de Holden. Sin embargo, Aino no estaba en el barco. En ese momento, Sabrina se volvió loca. Realmente se había derrumbado. Sabrina, que siempre había sido fuerte y resistente, se sentó en la cubierta y lloró a lágrima viva. Cuando Holden se puso delante de ella para convencerla de que no lo hiciera, le arañó la cara de tal manera que la tenía toda cubierta de rendijas ensangrentadas.