Resumo de Capítulo 205 – Castigado por su amor por Internet
Em Capítulo 205, um capítulo marcante do aclamado romance de Romance Castigado por su amor, escrito por Internet, os leitores são levados mais fundo em uma trama repleta de emoção, conflito e transformação. Este capítulo apresenta desenvolvimentos essenciais e reviravoltas que o tornam leitura obrigatória. Seja você um novo leitor ou um fã fiel, esta parte oferece momentos inesquecíveis que definem a essência de Castigado por su amor.
“Mami, no quiero que te mueras…”. Las palabras de Sabrina hicieron llorar inmediatamente a Aino.
“¡Director Ford! No me sirve de nada su vida, ¿cuánto valdría la vida de una zorra? ¡Quiero mis diez millones! Exactamente eso, ¡ni un centavo menos! Por mí, que venda un riñón o lo que sea en la calle, y que me pague lo que me debe con intereses. Aunque le lleve mucho tiempo, ¡aunque le lleve toda la vida!”, gritó sin piedad el Señor Sullivan al ver que tanto Sabrina como Aino rompían a llorar.
Fue precisamente en ese momento cuando el médico encargado de atender al Señor Sullivan entró solo para encontrar la sala repleta de gente, el médico frunció el ceño en señal de desaprobación ante los ruidos.
“Este no es el lugar adecuado para seguir discutiendo sobre los diez millones que se deben pagar, va a afectar a la recuperación del paciente y a distraer al médico de sus tareas. ¿Dónde vives? Llevemos la discusión allá”, ordenó Sebastian.
Kingston apenas pudo contener la risa colocando una mano sobre su boca. ¿Quién iba a decir que su amo tendría que recurrir a un truco tan viejo? Kingston miró a su amo mientras sus ojos se entrecerraban divertidos, mientras Sebastian miraba con severidad a Sabrina.
“Señor Ford... Director Ford, no pueden dejarlas ir así como así”, tartamudeó nervioso el Señor Sullivan. "¡Esas dos todavía tienen que ponerse de rodillas y pedirnos disculpas a mí y a mi hijo!”.
“¡Deberías centrarte en recuperarte de tu lesión, yo me encargaré del resto!”, contestó Sebastian sin expresión en su rostro, dejando en claro que no estaba abierto a la negociación.
Tanto el Señor como la Señora Sullivan estaban desconcertados por el repentino giro de los acontecimientos, era casi como si Sebastian estuviera negociando con Sabrina por algo que había sucedido en el pasado entre ellos, en lugar de por el bien de la lesión del Señor Sullivan. ¿Qué podría haber pasado entre esos dos?
La pregunta rebotó en la cabeza del Señor Sullivan y finalmente lo calmó lo suficiente como para mirar atentamente los rostros de Aino y Sebastian. Pronto se le fue la lengua al darse cuenta. Se levantó de la cama como si sus heridas se hubieran curado solas en un instante, y arrastró a su hijo hacia él, antes de taparle la boca con una mano. Miró a Sebastian, aterrorizado.
“¡Asistente Yates, siga a la Señora Scott a su casa para continuar la negociación de la indemnización!”, ordenó Sebastian, y salió de la sala sin decir nada más.
“... ¿Qué?”.
“¿Por qué tenías que intimidar a Aino y a su madre todo el tiempo? Estamos acabados, por tu estupidez... ¡Y tú, mocoso! ¿Tienes idea de los problemas que has causado?”, gritó el Señor Sullivan mientras golpeaba furiosamente a su mujer y a su hijo al mismo tiempo, los dos fueron inmediatamente silenciados.
La Señora Sullivan tardó unos instantes en armarse de valor para preguntar: “Querido, ¿qué está pasando?”.
“Aino Scott, esa niña...”, temió el Señor Sullivan, “parece un pequeño clon del Director Ford, esos dos son exactamente iguales”.
“¿Aino Scott es la hija del Director Ford?”. La Señora Sullivan sintió que se le adormecían las piernas y cayó al suelo, conmocionada.
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